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Columna de John Müller: “Lecciones de esta tragedia”

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POR Equipo Radio Pauta |

Es paradójico que un país que dicta cátedra sobre terremotos esté tardando tanto en sacar las lecciones correctas de los incendios forestales y de los aluviones.

Ver las quebradas de Chile pobladas de infraviviendas en el centro y norte del país debería mover al gobierno a estudiar la situación y tomar medidas. Todo el mundo ha ocupado las quebradas cuando estas se secan, para habitarlas o para tirar sus desperdicios.

Basta con recorrer el mapa de las ciudades del mundo para contar las calles que se llaman “Arroyo del…” o “nosécuantitos Creek”. Pero eso es un riesgo y un signo de atraso.

Tarde o temprano el agua vuelve y ocurre lo que sucedió hace unos años en algunas ciudades del norte: que el torrente se lleva las infraviviendas y los más pobres lo pierden todo.

Y si no viene el agua, viene el fuego y la quebrada funciona como una chimenea, haciendo que el incendio corra por la fractura de terreno, devastando todo.

Si hay algo en lo que el Estado de Chile tiene un déficit es en lo que se denomina ordenación territorial.

La autoconstrucción sin reglas ni estándares, las leyes del mono y la toma de terrenos, que a muchos les ha parecido un signo de libertad y pundonor individual, hoy es un rasgo tercermundista que oculta la renuncia del Estado a la hora de hacer cumplir la ley en el territorio y garantizar el derecho a la vivienda.

La invasión del borde costero, amputado a la ciudadanía, es un caso flagrante del abandono de esta responsabilidad pública.

No se debería permitir que las quebradas sean poblaciones y menos vertederos de basura.

Si al gobierno no le gustan los motivos de seguridad para apoyar una política de protección de las quebradas que lo haga por razones medioambientales.

Mientras las quebradas sigan llenas de infraviviendas, la V región volverá a ser un infierno en pocos años, si no todos los veranos.

Una segunda lección que deberíamos haber sacado hace ya unos años es que necesitamos tener bomberos forestales especializados. Mandar a bomberos urbanos con su material no adaptado a combatir incendios forestales deteriora el equipamiento y pone en peligro sus vidas.

La principal diferencia entre un bombero urbano y uno forestal es que el primero debe controlar y extinguir el fuego, mientras que el segundo debe saber utilizarlo para sus fines. En el caso del forestal, lo quemado es seguro y permite ir acorralando al fuego.

El bombero forestal sabe que a veces hay que ceder para ganar. Esa es la lógica del cortafuegos o del contra incendio. El bombero urbano no tiene ese instinto porque en un área poblada, hay vidas que salvar y esa estrategia es insostenible: nadie va a dejar que se queme media manzana para salvar la población entera.