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Columna de John Müller: ¿Lo que es bueno para Pedro Sánchez es bueno para los socialistas?

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POR Equipo Radio Pauta |

La derrota en las elecciones gallegas puso sobre la mesa si merece la pena desperfilar un partido histórico a cambio de que un tipo se perpetúe en el poder.

El Partido Socialista de Pedro Sánchez ha sufrido un duro varapalo en las elecciones de Galicia, perdiendo más de un tercio de los diputados que tenía en el parlamento regional. Este resultado tiene una importancia que en España trasciende la política gallega porque la elección se planteó, en parte, como un plebiscito sobre la ley de amnistía que Sánchez le ha prometido a los independentistas catalanes a cambio de su apoyo para ser presidente.

Por otro lado, los comicios también suponían una reválida para Alberto Núñez Feijóo, el líder de la derecha española que ganó las elecciones de julio de 2023, pero se quedó a cinco diputados de poder formar un gobierno viable, ya que descartó la posibilidad de ofrecerle la misma amnistía a los separatistas.

Por último, la elección también era una prueba para Alfonso Rueda, el hombre que heredó la presidencia de Galicia, precisamente de manos de Núñez Feijóo. Éste ganó cuatro mandatos de cuatro años con mayoría absoluta y tenía una acreditada sintonía con el votante gallego. Pero cuando el Partido Popular lo designó líder nacional, tuvo que dejar el cargo, y Rueda lo recibió sin pasar por las urnas. Su envite no era fácil: debía conquistar la quinta mayoría absoluta consecutiva de la derecha en esta región. Lo consiguió y conquistó 40 escaños, dos más que la mayoría absoluta.

Sin embargo, los que no superaron la prueba fueron los socialistas de Sánchez. Perdieron cinco de los 14 escaños que tenían. Su candidato, José Ramón Gómez Besteiro, tuvo que batirse contra el peso de la amnistía que defiende Sánchez y que el Partido Popular considera una “transacción corrupta” para mantenerse en el poder.

Pero eso no fue la clave del descalabro. Besteiro se fue quedando progresivamente solo a medida que avanzaba la campaña y las encuestas indicaban que los socialistas no mejoraban en intención de voto. De pronto, hasta el propio Pedro Sánchez le encendía velas a Ana Pontón, la candidata del Bloque Nacionalista Gallego (BNG) que mejoró sus resultados de 2020 en seis escaños, cinco de los cuales vinieron directamente del PSOE.

El BNG es un grupo nacionalista de izquierda, de origen marxista, y que tiene una gran sintonía con Bildu, la izquierda nacionalista vasca que durante años apoyó a la banda terrorista ETA. Como los demás nacionalistas españoles quieren expulsar el castellano de su territorio o al menos confinarlo, y aumentar las cuotas de autogobierno, aunque estas en España superan a la autonomía de Irlanda, la de Escocia y a la de los länder alemanes.

Para Sánchez, el BNG es un socio perfecto, aunque ahora mismo poco importante porque sólo tiene un diputado nacional. Pero en el futuro, cualquier nacionalista le viene bien para las coaliciones que a él le gusta organizar para gobernar España y repartir el Estado a trozos con los separatistas.

Lo que sucede es que el pésimo resultado de los socialistas en Galicia pone sobre la mesa el asunto de que no todo lo que es bueno para que Pedro Sánchez siga en el poder es bueno para el PSOE. Todas las preguntas que se hacen en España ahora tienen que ver con el postsanchismo: ¿existirá el PSOE, un partido más que centenario, cuando Pedro Sánchez se vaya algún día a su casa?

Es cierto que Sánchez sólo tiene 51 años y más vidas que un gato. Ya lo demostró en 2016 cuando los viejos socialistas de Felipe González lo sacaron de la secretaría general y él tuvo que echarse a la carretera a reconquistar a las bases socialistas, cosa que consiguió en las primarias del partido, donde derrotó a la favorita del aparato, la andaluza Susana Díaz. Además, ha demostrado que no tiene escrúpulos, lo que lo convierte en el político perfecto. Sin embargo, a los españoles les ha dado por plantearse eso de que los hombres pasan y las instituciones quedan.