Columna de John Müller: “El plan de paz de Netanyahu es Netanyahu”
Benny Gantz le ha dado un ultimátum al primer ministro: si el 8 de junio no tiene un plan para la posguerra se romperá el gobierno de unidad.
Desde el primer momento, la suerte política de Benjamin Netanyahu quedó unida a la evolución de la Guerra de Gaza. Cuando se produjo la agresión del 7 de octubre de 2023, todo el mundo recordó que Golda Meir, que era la primera ministra de Israel durante la Guerra de Yom Kippur, en octubre de 1973, nunca se pudo recuperar del exceso de confianza en que vivía el país cuando fue agredido. Y aunque ella fue de las que estaba más alerta, lamentaba en sus memorias que debería vivir hasta el fin de sus días con la conciencia del error cometido.
Meir ganó la guerra y ganó las elecciones en diciembre de 1973, sólo dos meses después de la guerra. Pero en abril de 1974 renunció y se retiró a vivir en un kibutz.
A Netanyahu le sucede algo parecido, aunque su instinto de supervivencia política puede ser mayor que el de Meir. Las familias de los rehenes secuestrados por Hamás son el recordatorio de su incompetencia a la hora de haber expuesto a Israel al ataque más brutal y sangriento en medio siglo. Sus manifestaciones frente a los despachos del poder son un recordatorio de que si convoca elecciones y él sigue al frente, su partido, el conservador Likud, no tendrá un buen resultado.
Por esta razón, Netanyahu, al frente de una gabinete de unidad nacional, ha tratado de prolongar la situación todo lo que ha podido. La guerra en Gaza ya lleva siete meses. Prácticamente no queda piedra sobre piedra en el norte y el centro de la Franja. Ahora hay un pulso sobre el grado de violencia que Israel quiere aplicar en el tercio sur.
Ha sido en este momento que Benny Gantz, exjefe del Ejército y miembro del gabinete de unidad como líder del partido opositor Azul y Blanco, ha lanzado un ultimátum a Netanyahu para que haga pública, antes del 8 de junio, cuál va a ser su estrategia para el final del conflicto y la posguerra.
Gantz actúa espoleado por Yoav Gallant, el actual ministro de Defensa, hombre del Likud como Netanyahu, que la semana pasada desafió en público al primer ministro para que «tome una decisión y declare que Israel no ejercerá un gobierno civil en la Franja de Gaza, que no se establecerá ninguna administración militar israelí en Gaza y que se promoverá de inmediato un gobierno alternativo a Hamás». Netanyahu le respondió que «no estoy dispuesto a aceptar un cambio de Hamastán por Fatahstan», en alusión a una posible transferencia de poder en la Franja a la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
Por lo visto, Netanyahu no quiere expresar una idea muy clara y elaborada de cómo será la posguerra en Gaza. Es muy probable que esta sea una actitud interesada movida por su propia supervivencia. Empezar a hablar de posguerra cambia radicalmente el escenario de la guerra a la paz y la historia está llena de ejemplos de líderes que ganaron la primera y perdieron la segunda.
No hay que llamarse a engaño con Netanyahu. Intentará por todos los medios dirigir al Likud, aunque Gallant se muestre como alternativa dura, renovada y eficaz que ha ganado puntos en la guerra. Intentará también por todos los medios ganar unas elecciones, fijándolas en el momento que menos le perjudique. Y si se llega a convencer de que la paz forma parte del futuro, será el primero en envolverse en esa bandera.