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Carta de Cristián Warnken a Jorge Millas

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POR Equipo Radio Pauta |

“Hoy su Universidad es una “universidad tomada”, tan deplorable como la “universidad vigilada”. Sólo ha cambiado el signo ideológico de los vigilantes; pero finalmente, disfrazada de “manifestación estudiantil”, dice Cristian Warnken.

Admirado Profesor:

A pesar de que usted ya no está entre nosotros, como faro que ha iluminado las sucesivas “noches chilenas” (las de los desenfrenos de distinto y opuesto signo) de las últimas décadas, su pensamiento nos sigue acompañando. Como no recordar su figura intachable, su sobriedad y sencillez, y al mismo tiempo su valentía intelectual en momentos difíciles del país y la universidad que usted amó, la Universidad de Chile donde usted fue uno de los pioneros de la enseñanza profesional de la filosofía, un verdadero maestro que marcó a todos sus alumnos por su coherencia e impecabilidad.

Su amigo de juventud, Nicanor Parra, lo admiró y dijo de usted en un anti-poema “el filósofo Jorge Millas Jiménez/conceptuado por moros & cristianos/como el hombre +lúcido de Chile/ el + humilde/ el + desinteresado/ como también el + insobornable”. “Irremediablemente filósofo”-dijo usted de sí mismo.  E Irremediablemente libre-agregaría.

Nunca se entusiasmó con los vientos de la Reforma Universitaria de los 60 (eso le valió críticas de los eternos termocéfalos) y se opuso con coraje a la intervención por un rector militar de la Universidad de Chile, en dictadura. Usted acuñó el término de “universidad vigilada”. Pocos intelectuales en este Chile han tenido esta libertad interior para resistir las tentaciones que las ideologías (de izquierda o derecha) proponen como cantos de sirenas. Por eso le hablo a usted en esta hora difícil, oscura, diría yo, para la educación pública y la Universidad de Chile, su “alma mater”.

Hoy su Universidad es una “universidad tomada”, tan deplorable como la “universidad vigilada”. Sólo ha cambiado el signo ideológico de los vigilantes; pero finalmente, disfrazada de “manifestación estudiantil”, un autoritarismo está imponiéndose en esa Universidad que usted pensó como la “torre de marfil” de las ideas. Tomas sucesivas a lo largo de años han ido provocando la decadencia de una universidad que ha sido una suerte de atalaya de la República de Chile, desde sus inicios, desde la asunción de la rectoría por Andrés Bello, con ese discurso memorable en que dijo que “todas las verdades se tocan”.

Hoy las verdades no pueden tocarse en esa Universidad, porque una suerte de unanimidad ideológica impide cualquier disidencia a los discursos de una ultraizquierda empoderada, que se siente dueña de la Verdad (con mayúscula) y de la Universidad. Ella marca en las manos a los que entran a ella, para cuidar la “toma” y funa al que ose disentir. La Universidad, que acogió a gente de izquierda, derecha o centro, judíos, católicos, palestinos y ateos, alumnos de distintas clases sociales, hoy se ha vuelto cada vez más monocorde y homogénea, ahuyentando de ella a los que quieren estudiar y no vivir en una toma permanente.

Hoy las más altas autoridades “acampan” en las universidades cuando hay tomas, esa es su peculiar forma de ejercer la autoridad. Hoy no hay autoridad en la Universidad y quienes osen ejercerla (la autoridad legítima) son impugnados y corren el riesgo de ser cancelados. Y tiene miedo: el miedo se ha instalado en el corazón de la Universidad: cuando eso ocurre, el trabajo intelectual (que requiere de libertad para desarrollarse) está en peligro.

Hoy es la causa palestina, ayer fue la gratuidad, mañana será el animalismo o el cambio climático: excusas para que primeras líneas de jóvenes intransigentes, dogmáticos e inquisidores se apoderen, privaticen para sus “causas”, una Universidad que es de todos, de todo Chile. Un escándalo que ya superó todos los límites. Esto ha traído decadencia intelectual y, no me extrañaría que provocara a la larga la muerte de la misma Universidad, por lo menos la Universidad que conocimos y tantas veces celebramos como orgullo de nuestra educación y nuestra cultura. Y como en el poema de Carlos Pesoa Véliz. “Tras la paletada, nadie dijo nada”. Has faltado Jorge Millas en esta hora. Voces claras, serenas, pero firmes para defender la esencia de la Universidad, la “Idea de Universidad”-como usted la llamó. ¿Porqué tanta desidia, cobardía, condescendencia con los bárbaros que están desnaturalizando la tarea universitaria? ¡Tantos defensores de causas ajenas y tan pocos defendiendo la causa de la Universidad!

La mayoría de los estudiantes tampoco ha hecho valer su voz ante el griterío y la prepotencia de una minoría iluminada: sólo se ha manifestado en la abstención en las votaciones de una Federación de Estudiantes convertida en una sombra de lo que alguna vez fue. Pero para sobrevivir en la “universidad tomada”, más vale callar. Me imagino cuán triste y desencantado estaría viendo que lo que tanto temió y por lo que levantó su voz de alerta en décadas pasadas, hoy ha alcanzado su máxima expresión.

Usted dijo: “Cuando los estudiantes proclaman que el único modo en que puede funcionar la universidad es según su particular modo de entender los problemas y asumen la actitud de la violencia estudiantil para imponerlo, están también traicionando el espíritu universitario y cavando la tumba del espíritu, que es una condición indispensable aún para el proceso de transformación social que tenemos por delante como máxima tarea”.

Tal es el espectáculo al que estamos asistiendo: una minoría está traicionando el espíritu universitario y cavando la tumba del espíritu en Chile. ¿Puede haber algo más grave que eso? Qué paradoja: los que han cacareado elogios a la educación pública la han terminado por destruir, por darle su tiro de gracia. Encapuchados, overoles blancos, ese es el rostro del nihilismo de hoy.

Por eso le escribí esta carta, admirado y recordado profesor, quizás con la esperanza que su reflexión lúcida vuelva a ser escuchada y estudiada por tantos jóvenes que hoy se sienten secuestrados por sus propios compañeros vociferantes y rumian en silencio su impotencia. Usted tal vez-con sus gestos heroicos en su tiempo-los inspire para sacar la voz y salvar a la Universidad.

Lo saluda agradecido,

Cristián Warnken