Carta de Cristián Warnken a Corina Machado y Edmundo González
“Corina, Edmundo, Venezuela: reciban este abrazo nómade que no tiene fronteras, estamos con ustedes ahí en las calles, y estaremos con ustedes en las urnas”, escribe Cristián Warnken.
Desde el extremo sur del continente, desde la selva fría, desde Chile sólo quiero abrazarlos y enviar este mensaje con una bandurria gritona de este sur y que lo reciba un turpial venezolano, en la selva caribeña, para que se pose sobre Monte Ávila y cante a todas las latitudes de Venezuela y le diga a su pueblo: “¡Estamos con ustedes, hermanos venezolanos!”.
Estamos con ustedes en su épica cruzada por la libertad, y sus multitudinarias marchas son un aliento potente para todo este continente que amamos y ha debido hacer un vía crucis por las infernales regiones de las dictaduras y autocracias que lo asfixian y matan día a día. ¡Cómo estarán esperando ese aliento los hermanos nicaragüenses y los cubanos y todos los ciudadanos de América Latina que ya han entendido -después de tantos errores- que sólo vale la pena dar la vida por la libertad y que la libertad debe ser nuestra principal bandera!
Ya hemos soportado demasiado delirio, demasiado caudillismo embaucador, demasiada retórica al servicio de la mentira, ya hemos despertados de los falsos sueños y las utopías que sólo han traído miseria y tiranía a nuestros sufridos pueblos. Llegó la hora de despertar. Esto sí es despertar (no los falsos despertares prometidos por los falsos profetas de pacotilla); ustedes dos, una mujer corajuda y carismática y un profesor sobrio y sabio, han juntado lo mejor del alma de América y están librando la más heroica de las batallas, con una dictadura abyecta, inmoral que busca quebrarlos, dividirlos, invisibilizarlos, pero sin éxito, porque la hora de la Verdad está despuntando detrás de nuestras cordilleras y selvas y desiertos y pampas, la hora de la Verdad, hermana de la Libertad está resonando con todas sus campanas y sus relámpagos, desciende por los ríos, por el Orinoco, cruza Los Andes, desemboca en el Mar Pacífico, y nadie la para. La Libertad recuperada sabrá muy bien en la boca de los pueblos hambreados y sedientos de ella, como quien toma un vaso de agua fresca después de haberse extraviado en el desierto.
Corina, Edmundo: héroes de la libertad, cómo admiramos su sacrificio y entrega en estas horas, como sus miradas limpias vienen a sanar a nuestras patrias rotas. Son mucho más que un movimiento electoral para ganar una elección, son la bocanada de aire puro que necesitamos para respirar, para vivir, y no sólo subsistir- Ustedes sí son la dignidad, ustedes son la Paz. Verdad, Libertad, Paz, la triada que nuestros pueblos claman desde el fondo de su ser. Sin Libertad no hay Verdad, sin Libertad y Verdad, no habrá paz posible. No sabemos que urdirá el dictador desesperado, el “chacal que los chacales rechazarían”, pero haga lo que haga, esta marea por la libertad no la para nadie. Esta Libertad se llama Esperanza. Y cuando un pueblo tiene Esperanza, los chacales, los gorilas, los monstruos no pueden nada.
Ya llegará la hora, o el domingo en que el pueblo venezolano irá a votar con la mano ardiendo, o después. Venezuela no ha muerto. Y si ha muerto, resucitará con un cuerpo glorioso y nuevo. Será el canto de los pueblos liberados que se escuchará de norte a sur. Que se oirá en La Habana, en Nicaragua, en Caracas y en todas las ciudades que se alcen contra el totalitarismo disfrazado de igualdad. Será como el viento del espíritu que cuando sopla, hace hablar a los mudos y bailar a los enfermos. Corina y Edmundo: no están solos, se terminarán los cien años de soledad, no habrá más soledad cuando la Libertad con mayúscula se enseñoree de la bendita tierra venezolana. Será un poema, el poemas más bello y resonante que se haya escrito en América: será la poesía escrita por todos como la soñó Lautréamont. Desde este invierno frío de Chile-por la corriente de la Niña-recibo el calor que la corriente de la Niña Insumisa de la rebelión nos trae a los cielos y mares del Sur.
Corina, Edmundo, Venezuela: reciban este abrazo nómade que no tiene fronteras, estamos con ustedes ahí en las calles, y estaremos con ustedes en las urnas. Que dura y difícil pero que bella batalla. ¡Guerreros de la Democracia herida: que sus voces afónicas de tanto gritar, puedan silabear, en ese momento que parece próximo, más próximo que nunca, la palabra sagrada, la palabra insobornable, la palabra que está en el principio de todo: ¡Libertad!.
Un abrazo desde Chile, Cristián Warnken