Actualidad

Columna de Víctor Maldonado: “Importa saber si estamos remediando lo que pasó”

Imagen principal
Pauta
POR Equipo Radio Pauta |

“Protestas hay siempre, pero estallido solo cuando hay falta de gobierno y eso se hace evidente para todos. Si queremos reaccionar, tenemos que preguntarnos qué es lo que tuvo que funcionar y no funcionó”.

Alarma social y retroceso político

 En su reciente libro, La nueva Guerra Fría, Robin Niblett analiza el retroceso democrático en el nuevo contexto de poder mundial. En dos o tres terribles líneas, en una pincelada, pasa revista a los acontecimientos decisivos de nuestro país: “Y el exitoso modelo ofrecido por los gobiernos centristas de Chile se derrumbó con el estancamiento partidista y la violencia social de 2019”.

Hay ocasiones en que las grandes verdades se pueden decir de manera muy sucinta. Mirados por un observador externo, nuestro país está dejando de ser catalogado como un caso excepcional, para ser considerado un ejemplo de una nación que señalaba la ruta al desarrollo y regresa al pelotón.

Los responsables principales de habernos mimetizado con el vecindario son dos: la baja calidad de la política practicada por nuestros partidos y la incapacidad de resolver problemas de grandes dimensiones aún presentes.

Esta visión se puede ver repetida en la prensa local por diversas personalidades. En estos días Sebastián Edwards afirma que “Chile se ha transformado en un polvorín y nadie quiere reconocerlo”, lo que no es del todo efectivo. Por su parte, José Miguel Insulza compara la trayectoria larga de nuestro desempeño público señalando que “la confianza en la política de los dirigentes de antes era mayor que ahora”. Alarma social y retroceso político no pinta bien.

Si no tenemos todo resuelto, la banalidad es un lujo que no nos podemos permitir. Para poder solucionar un problema, primero tenemos que reconocerlo como algo que existe. Por eso importa las reacciones que está provocando entre nosotros la proximidad de los cinco años del estallido social.

No podemos dejar que se distorsione tanto una realidad que se use como arma arrojadiza contra los adversarios del momento, en vez de reconocer en conjunto lo ocurrido como un desafío a superar.

Si se siembra malestar, se cosecha rabia

El 18-O vino acompañado de violencia, pero el estallido no fue solo violencia, sino una eclosión de una amplia gama de reacciones. En cada etapa, la autoridad política tuvo la oportunidad de reaccionar y lo hizo por largos meses con desacierto y desconcierto. Un malestar social generalizado fue una oportunidad para que reducidos grupos organizados se expresaran con virulencia ante la pasividad de la mayoría. La administración Piñera se dejó superar.

Protestas hay siempre, pero estallido solo cuando hay falta de gobierno y eso se hace evidente para todos. Si queremos reaccionar, tenemos que preguntarnos qué es lo que tuvo que funcionar y no funcionó y qué es lo que, aun bajo fuertes presiones, dejaría de funcionar en poco tiempo. Esas son nuestras debilidades.

Sacar lecciones y proponerse tareas es mucho más sensato que tratar de obtener ventajas buscando la interpretación que más perjudica a los adversarios. Si no sabemos lo que pasó, volverá a ocurrir en nuevos formatos.

El tiempo no estará pasando a nuestro favor mientras no nos aseguremos de estar implementando soluciones que vayan a las causas del estallido, mucho más que de concentrarnos en sus efectos finales. Estamos empleando tiempo prestado que sería irresponsable desperdiciar. De otra manera, la descripción de Robin Niblett será la exacta de la etapa final del Chile que conocemos.