Actualidad

Columna de Luis Ruz: “La crisis de Venezuela y el ocaso de una democracia”

Imagen principal
Pauta
POR Equipo Radio Pauta |

Escribo esta columna unas horas antes del 10 de enero del año en curso. Podría ser cualquier día, pero no lo será para Venezuela y sus millones de habitantes que viven en ese país y tampoco para los millones que están dispersos por todas partes del mundo, particularmente por América Latina.

Para muchos venezolanos, este 10 de enero será un día “triste y oscuro”. Triste porque todo indica que Nicolás Maduro asumirá un nuevo mandato a cargo del Palacio de Miraflores. Y oscuro porque lo hará contraviniendo la voluntad mayoritaria que quería un cambio en la presidencia de la República. Se trata de un largo corolario que termina por consolidar una dictadura que se venía gestando hace años.  Esta asunción arbitraria al poder es un hito más en la seguidilla de abusos del régimen como la represión de los opositores, la limitación de la libertad de expresión y de prensa y finalmente la ausencia de elecciones libres y competitivas.

¿Cómo una democracia estable (como la de Venezuela) hoy está sumida en una profunda crisis? ¿Cómo un país con una reconocida cultura democrática termina por convertirse en una tosca dictadura? Pues bien, vale la pena hacer esta reflexión porque la historia nos demuestra que ningún pueblo está protegido del “virus” del autoritarismo. Tal como lo ha advertido Freedom House, en su Informe sobre la Libertad en el Mundo (2024), donde se describe el perjuicio causado por elecciones viciadas por la manipulación electoral y los ataques al pluralismo que implica la coexistencia pacífica de personas con ideas políticas, religiones o identidades distintas. La democracia es un régimen exigente que requiere ser cuidada y promovida.

Por más que Maduro y su pléyade de autócratas se esfuercen por demostrar una aparente estabilidad política, lo cierto es que hoy existe más imposición que diálogo y donde las instituciones de la democracia no son respetadas. Más aún, en estas horas previas, el régimen ha intensificado la represión y el control mediante la fuerza y también ha aumentado el amedrentamiento a los opositores. Dicen que la “esperanza es lo último que se pierde”. Sin embargo, de no haber un cambio en la actitud del régimen, este 10 de enero será recordado como un nuevo retroceso democrático y la confirmación de una nueva autocracia en América Latina.

En cuanto a la oposición al régimen, hay que decir que ha sido bien encomiable su testimonio y lucha por la libertad política. Como una forma de influir y cambiar los hechos, Edmundo González se ha esforzado por visitar un conjunto de países como mecanismo de presión hacia Caracas. Este gesto demuestra que los opositores venezolanos están movilizados y siguen dando la pelea por recuperar su democracia.

¿Y Chile? Es muy evidente que para nuestro país no puede ser indiferente lo que suceda en Venezuela. Y esto por dos razones principales. La primera es de carácter histórico. En plena dictadura de Augusto Pinochet, la democracia venezolana fue un refugio para los demócratas chilenos perseguidos y exiliados. Y la segunda razón es más contingente. Obviamente existe la preocupación por los efectos migratorios de un nuevo mandato a cargo del dictador Maduro. No hay que ser muy sagaz para evaluar un eventual nuevo éxodo de ese país hacia distintos lugares, y Chile es una opción atractiva.

Volviendo al debate democrático, estas son las circunstancias donde es necesaria la opinión firme en defensa de la libertad. Acá no tiene espacio la ambigüedad ni las justificaciones de ningún tipo. El Pdte. Boric fijó una posición clara respecto de no reconocer un triunfo que no ha tenido la evidencia de respaldo. Ha sido firme su posición en condenar el fraude electoral. Más allá de toda diferencia, la posición del Estado chileno ha sido en la línea de reafirmar nuestra vocación y compromiso con la democracia. Y como bien lo han dicho los excancilleres chilenos, Nicolás Maduro, como gobernante, carece de toda legitimidad.

Finalmente decir que la crisis venezolana también es una nueva oportunidad para reafirmar nuestro apego a la libertad y el respeto a los DDHH en todo lugar y momento. Es una nueva oportunidad para reafirmar nuestro espíritu democrático para acompañar a los venezolanos en este ocaso de su democracia. Y también para que recuperen pronto eso que decía Abraham Lincoln: “una papeleta de voto es más fuerte que una bala de fusil”. Es lo que corresponde a los que creemos que la democracia se debe promover y defender siempre.