Columna de John Müller: “El mundo que espera a Donald Trump”
Los escenarios han cambiado bastante respecto de su primer mandato.
Es muy probable que la segunda presidencia de Donald Trump no se parezca tanto a la primera como muchos creen -porque de partida, sus aliados y adversarios ya lo conocen-, pero hay una característica a la que el mandatario no piensa renunciar: su adicción a sorprender y escandalizar. No hay que olvidar que Trump es un personaje de la televisión, un ‘influencer’ de antes de internet, y es capaz de graduar mejor que nadie su mensaje.
Trump sabe perfectamente, porque así lo aprendió en la TV, que la mejor manera que se sepa que alguien ha entrado en escena es que rompa algo o que lleve una vestimenta estrambótica.
La conferencia de prensa donde anunció su intención de recuperar el control del Canal de Panamá, de sumar a Canadá como 51º estado de la unión o de anexionarse Groenlandia es un ejemplo perfecto de ello. Los destinatarios de su mensaje no eran los aburridos presidentes europeos, sino líderes autoritarios como Vladimir Putin, Xi Jinping o Kim Jong Un. El recado es sencillo: si ustedes quieren jugar a un mundo sin reglas, yo también puedo hacerlo.
Para el resto, lo que queda de su alocución es el incremento de la incertidumbre, un factor que sobre todo favorece al que la crea.
Sin embargo, hay cuatro áreas de la política internacional donde es probable que se produzcan cambios relevantes con la llegada de Trump.
1.- Ucrania, la OTAN y Europa: Trump desprecia el proyecto europeo, cree que su bienestar es fruto de que durante décadas Estados Unidos ha subvencionado su seguridad. Ha elevado sus exigencias pidiendo que los aliados de la OTAN pasen del 2% al 5% de su PIB la aportación al gasto militar. Alemania ya ha dicho que no puede cumplir. Washington tampoco enviará más recursos a Ucrania, así que la resistencia de Kiev se tendrá que basar en el apoyo europeo. Todo esto configura un escenario muy favorable para Putin. Si añadimos a eso que Trump cree (como los demás realistas estadounidenses) que la Unión Europea y la OTAN provocaron la invasión de Putin al amenazar con llevar la frontera de la Alianza Atlántica hasta Ucrania, es muy probable que el presidente busque (con grandes posibilidades de alcanzarlo) un acuerdo con Rusia que le entregará los territorios ocupados a Kiev. Además de esto, otra contrapartida importante puede ser la misma OTAN que tanto preocupa a Putin. A cambio de paz, Trump puede ofrecerle desde desmantelar la organización hasta abandonarla a su suerte.
2.- Oriente Medio: Parece obvio que Trump quiera rehabilitar los Acuerdos de Abraham, una de las políticas más acertadas de su primer mandato y que preveía el restablecimiento de relaciones entre los países árabes e Israel. Aquella política excluía a Irán, enemigo de los países del Golfo Pérsico. Sin embargo, el escenario ha cambiado en la región tras la guerra de Gaza. Ahora, la pieza más débil del tablero es Irán, golpeado duramente por Israel. Será un auténtico milagro si la teocracia iraní sobrevive sin convulsiones importantes en los próximos cinco años. La cuestión, aquí, es si a Trump le interesa cambiar para siempre el ‘statu quo’ contribuyendo a derribar a los ayatolás y destapando un avispero como el que George Bush expuso en Irak al liquidar a Sadam Husein, o si se limitará a dejarlos en paz para que lidien con sus desafíos internos.
3.- China: Quizá Pekín plantea el desafío mayor y más completo para Trump, porque todo el mundo piensa que va a repetir la política de guerra arancelaria que patrocinó en su primer mandato. La relación con China empieza a tener más aristas que eso. Primero, habrá que evaluar si la política de Joe Biden de bloquear el acceso de China a la tecnología de chips más avanzados ha tenido éxito o no en los últimos cuatro años. Da la impresión de que Pekín está logrando no perder esa carrera tecnológica. Además, tiene una ventaja apabullante en productos como el coche eléctrico, donde controla toda la cadena de valor, desde la extracción y refino de minerales hasta el diseño pasando por la tecnología de las baterías. A veces da la impresión de que China controla todas las tecnologías y cadenas de valor del futuro de la Humanidad.
4.- Energía y clima: Se puede dar por sentado que Trump sacará de nuevo a EE.UU. del acuerdo de Paris y de la convención marco de Naciones Unidas contra el cambio climático. El aspecto energético es clave en su presidencia. Trump no avalará la transición energética de los combustibles fósiles a las renovables mientras no vea claro que el predominio de su país en ese futuro energético está garantizado. Su comprensión geopolítica del planeta sigue estando basada en la energía barata. Y mientras el ‘fracking’ y el petróleo le garanticen a Estados Unidos ese dominio, todo lo demás será secundario. Esto podría cambiar con un hallazgo revolucionario que haga posible la energía de fusión o un hidrógenos verde muy barato.
5.- Iberoamérica: He añadido este ítem porque es la región a la que pertenecemos, pero hay muy pocas cosas claras respecto de lo que hará Trump. Probablemente no vaya más allá de tratar de alinear a los gobiernos de la región en cuestiones que tengan que ver con los cuatro escenarios anteriores. En su primer mandato, presionó muy intensamente contra China, especialmente sobre empresas como Huawei que lideraban el despliegue de 5G. Será muy interesante lo que haga con las dictaduras de Cuba y Venezuela, y de México. Su elección se debió en gran parte a que conquistó el voto de los latinos que abandonaron a los demócratas, así que esto estará en la parte alta de sus prioridades. Pero hay una batalla abierta entre sus asesores, cruzada de intereses petroleros (energéticos), sobre cuánta dureza hay que aplicar contra Nicolás Maduro. Este debate exonera a Cuba. La isla no tiene petróleo y eso hace que el interés de Trump sea de otra índole (inmigración, seguridad, etc.).