Carta de Cristián Warnken a la querida y vieja Europa

“Hoy, uno de tus hijos te escribe preocupado, como puede estarlo un hijo si su madre está en problemas”, dice Cristián Warnken.
Querida y vieja Europa:
Disculpa si te dije “vieja”: no es para mí un insulto sino un elogio. Yo, que te escribo desde un joven país y un joven continente, valoro tu historia, tus tradiciones, tu reserva de sabiduría y cultura, todo aquello que te ha hecho grande en los momentos de dificultades y crisis. Los sudamericanos-como dijo Borges-somos en cierta forma “europeos exiliados” y siempre te miramos y te buscamos cuando tenemos enfrente un espejo o nos hacemos la pregunta “¿quiénes somos?”. Siempre hemos pensado que de ti vendrán las respuestas a nuestras angustiantes preguntas de países adolescentes.
Hoy, uno de tus hijos te escribe preocupado, como puede estarlo un hijo si su madre está en problemas. Europa, “la de los viejos parapetos” (como dijo el joven Rimbaud): tienes que despertar. Y ahora. Te queda muy poco tiempo antes de que sea demasiado tarde. Hoy estás en jaque, te acaban de poner en jaque, o hacer un jaque mate. Y lo ha hecho un jugador del que no hubieras esperado eso, un antiguo aliado que vino a ayudarte cuando , en la segunda guerra mundial, un monstruo que despertó desde el fondo del pozo de la historia, vino a destruirte. Ese jugador ha sido tu aliado, tu interlocutor vital y con él edificaste el nuevo orden mundial que ha dado forma al mundo en la post guerra.
Pues bien, ese jugador amigo acaba de botar el tablero, de patearlo, de destruirlo, dejándote estupefacta, y sin jugadas, todavía en estado de shock. Cuando Trump, ese energúmeno o payaso, o ambas cosas a la vez, dijo que Zelensky, el presidente de Ucrania, era un dictador y ,mintiendo, afirmó que él había iniciado la guerra con Rusia, en ese momento, el mundo entero ha entrado en una zona de peligros y consecuencias que todavía no podemos imaginar. Y, de paso, te ha excluido de la solución de un conflicto que se da en el corazón de Europa. Te ha ninguneado; te ha, de alguna manera, insultado y despreciado, te ha dicho en la cara “me eres irrelevante”: ¿Y qué vas a hacer, madre Europa? Lo que está en juego es mucho más que una porción de territorio, mucho más que la venta de unas “tierras raras”, mucho más que enterarse que la afinidad entre Putin y Trump era mucho más estrecha que lo que creíamos: lo que está en juego es el destino civilizatorio, la democracia, la paz mundial, la humanidad en el sentido que lo han pensado tus humanistas, Montaigne, Erasmo, Spinoza y tantos otros.
Estás sola, Europa, más sola que nunca. Y si te atacan no vendrá el hijo mayor, el coloso, Estados Unidos ayudarte. Tendrás que batírtela con tus propias uñas. Tendrás que hacerte fuerte y respetable otra vez, y no solo con declaraciones retóricas. Tendrás que tener líderes respetables y con visión, ¿pero dónde están tus Churchill, tus Merkel hoy? Tus líderes hoy parecen mirarse el ombligo, ensimismados en peleas chicas, como inconscientes del derrumbe al que acabamos de asistir, tan grande como lo fue la caída del Muro de Berlín. Ahora acaba de erguirse un nuevo muro: lo ha levantado Trump, para separar a Europa de Estados Unidos.
Querida y vieja, entrañable Europa: mírate a ti misma..te has quedado atrás, estás un poco anticuada, “flaca, fané y descangallada” (como dice un tango), débil, sin musculatura que mostrar y al traidor que tienes enfrente (Trump, el hijo que vino a herir de muerte a la madre) solo lo impresiona la musculatura, el poderío militar y económico. Es lo único que puede hacer que te respete: que te yergas firme, poderosa, influyente. El nunca ha leído ni leerá a Montaigne, ni ha admirado tu pintura, ni escuchado tu música, ni pensado tu filosofía. Esa es tu alma, Europa, y es vital para los tiempos que vienen, pero no basta. Necesitas un cuerpo fuerte, necesitas hacerte respetar, unirte más que nunca, necesitamos oír tu voz. Nuevos monstruos y energúmenos (dictadores, autócratas, líderes populistas de diversa laya) entenebran el horizonte. Tú eres como el Pulgarcito o Pulgarcita del cuento de hadas, que con tu astucia tienes que salvar a tus hermanos que están perdidos en el bosque. Desde acá, en el extremo sur frío de este continente nuevo, te decimos, Europa, que estamos contigo, que de alguna manera estás dentro nuestro, que no te vamos a abandonar. También como continente andamos medios perdidos, extraviados, desde hace tiempo (tenemos nuestros propios energúmenos y monstruos también, salidos todos de nuestra atávica tendencia al “realismo mágico”) , pero la llama de la vieja Europa de los valores humanistas sigue prendida entre nosotros, a pesar de todo. Despierta otra vez Europa, levántate y anda. Queremos escuchar tu voz. No hay tiempo que perder.
Un abrazo desde la “finis terrae”.
Cristián Warnken