Columna de Luis Ruz: “Trump y los jaguares de Latinoamérica “

El presidente Trump asumió el 20 de enero pasado. Lleva menos de 90 días en el poder. Y, más que nunca, se ha notado su estilo disruptivo. Prueba de lo anterior es que hace pocos días notificó al mundo entero que las reglas del juego comercial cambiaban drásticamente. En concreto, una lista de 90 países, fueron advertidos que Estados Unidos, de manera unilateral, cambiaría las condiciones arancelarias establecidas para todos. Y el día 09 de abril nos anuncia una prórroga de esta medida por 90 días. En simple, Trump, mediante “simples” decretos, nos subió a una verdadera “ruleta rusa” mundial que no sabemos cómo terminará.
Pues bien, lo obvio a preguntarse es ¿Qué quiere Trump? En el debate internacional y local, se especulan varias hipótesis. Veamos.
Para algunos analistas, esto se explica desde lo estrictamente económico. Se dice que Trump quiere volver a negociar los acuerdos comerciales de EEUU y para aquello una “guerra comercial” es útil y funcional a sus intereses cortoplacistas. Esto permitiría abordar una situación económica doméstica compleja. Por lo pronto, las cifras de inflación y el gasto público de EE.UU. lo demuestran.
También se ha dicho que existe la intención por modificar los códigos de la economía basada en el comercio libre con reglas claras para todos, cuya base son los tratados internacionales y los acuerdos comerciales, para dar paso a una economía mercantil, más propia de lo que fueron las relaciones económicas del siglo 18 y 19. Se argumenta que estaríamos en presencia de un neoproteccionismo.
Otra explicación complementaria se refiere al cambio tecnológico y sus efectos en las economías de los distintos países. Donde las transformaciones han afectado la cantidad y la calidad de los empleos y también su competitividad en la economía mundial. Es decir, a la base, estaría la preocupación de cómo la globalización y la transformación de la tecnología son procesos que han provocado cambios sustantivos en las sociedades.
Para los más asiduos a las teorías conspirativas, señalan que Trump está construyendo un nuevo orden mundial. Es un nuevo orden que se aleja del consenso en torno a la democracia representativa y la economía libre que hemos conocido hasta la fecha. Esto implica dejar atrás la lógica de la democracia liberal para dar paso a una “democracia dominada” con formas de tipo autocráticas. Eso sería, por ejemplo, el intento de entendimiento entre Trump y Putin sin tomar el parecer de terceros afectados en la guerra de Ucrania.
Con todo, lo que veremos en las próximas semanas es que las alianzas históricas en el mundo cambiarán o, por lo menos, se abrirán nuevos diálogos e intentos de cooperación distintos. Un ejemplo de lo anterior es el anuncio de conversaciones entre China, Japón y Corea. Un hecho histórico.
Sin duda, más allá de todas las explicaciones sobre las determinaciones del hombre más poderoso del mundo, es que estamos navegando en aguas turbulentas. Como en pocos momentos de la vida moderna, debemos tener conciencia de que los riesgos son diversos y complejos de abordar. Una crisis económica provocada por una recesión mundial “pegará” fuerte a Chile. Más aún en un momento de crecimiento económico débil, con una deuda pública que debemos cuidar y donde persisten urgencias sociales que presionan al Estado y a los decidores públicos. Para Chile, el riesgo principal es una recesión mundial que afecte a las economías multi exportadoras como la nuestra. Es cierto que hay que revisar el impacto del aumento arancelario anunciado del 10%, pero probablemente aquello no será la principal dificultad para nuestro país.
¿Qué hacer? Chile debe cuidar sus relaciones con los países y los distintos foros donde participa. Este asunto es económico y, esencialmente, político. Por ello, parece recomendable tomar una posición de Estado, lo que implica unidad de propósitos. Cuidar las formas. Es decir, no caer en declaraciones grandilocuentes o de carácter personal respecto de Trump. Por ahí no va el camino.
Seamos claros, Chile no tiene el poder ni la capacidad para represalias. Por lo tanto, nuestra política debe seguir basándose en la defensa del libre comercio, la promoción de los principios que sustentan la integración económica, el respeto de los tratados y acuerdos internacionales y defender la democracia representativa como forma de gobierno. Nuestro país debe perseverar en el camino de la cooperación con otros países. Eso es lo que acabamos de ver en la gira a la India. Es decir, la búsqueda de nuevos mercados, la conexión con nuevas industrias y la apertura de nuevos mercados que ofrezcan más oportunidades para nuestros productores. Para abordar la incertidumbre global es mejor la cooperación que la confrontación.
En consecuencia, no podemos descartar que estemos en la antesala de un verdadero “reseteo” político y económico en el mundo entero. El “día de la liberación” puede significar que entramos a una nueva fase de proteccionismo y restricciones a lo que hemos entendido por libertad durante las últimas décadas.
Como lo dijimos al inicio de esta reflexión, Trump nos subió a todos a una “ruleta rusa” ¿Podremos soportar el vértigo y los movimientos bruscos? Aquello dependerá de nuestra habilidad para movernos y adaptarnos como un verdadero felino en medio de la selva. En otra época nos decían, o nos creíamos, los jaguares de Latinoamérica. Cierto o no, vale la pena volver a intentar ser rápidos y sagaces para enfrentar un mundo incierto.