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Columna de Luis Ruz: “El Papa Francisco y la esfera de lo público”

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Pauta
POR Andres Sepúlveda |

Ha muerto Francisco. Un Papa que optó por la sencillez y un profundo sentido de misión como signo de su pontificado. Se caracterizó por un férreo temple para asumir las tareas de una Iglesia en crisis y un encomiable coraje para no evadir los problemas de la actualidad y tampoco los de su propia institución.

Francisco no fue un Pastor intramuros. Muy por el contrario, fue un Papa que irrumpió y participó del debate público de su tiempo. En un mundo dominado por relativizaciones propias de las sociedades en permanente cambio, tuvo posiciones claras sobre temas complejos. Y lo hizo sin perder la humildad de quién entendió el sacerdocio como un acto de servicio a los demás.

En una época muy secular y de desconfianza, enfrentó con decisión dos cuestiones centrales para la Iglesia. Primero, se hizo cargo de los abusos cometidos por sacerdotes en diversos lugares del planeta. Y, segundo, procuró cambiar el eje de una Iglesia más cercana a los poderosos hacia una más preocupada por los vulnerables y los pobres de este mundo. Quedará para la historia su frase de “los sacerdotes con olor a ovejas” para describir a una Iglesia compenetrada por el bienestar de las personas genuinamente.

Hoy también se dice que fue un Papa reformador. Sin duda que lo fue. En materia institucional, promovió cambios para hacer de la Iglesia una institución más transparente que permitiera recuperar la legitimidad extraviada. Eso fue la intervención del Banco del Vaticano para desbaratar la corrupción en la Curia. Este espíritu reformador también se expresó en cuestiones valóricas que marcaron un cambio para la Iglesia. Ahí está, por ejemplo, el gesto de la bendición de parejas del mismo sexo.

Todo este compromiso quedó evidenciado en sus Encíclicas. Sus cartas pastorales son legados de su interés por las cuestiones que conciernen a todos. Habló sobre migración, sobre los abusos de una economía deshumanizada, de la violencia, de la política sin sentido y de las desigualdades que estremecen el espíritu. Junto con recuperar la misión pastoral de la Iglesia, se preocupó de los asuntos que afectan e interesan a las mayorías sin hacer distinción de credos, orientación sexual, procedencias geográficas o condición social.

Ahí está Lumen Fidei donde hace una reflexión sobre la fe desde la teología católica. Laudato Si que muestra su preocupación sobre el desarrolle sostenible y la importancia del cuidado del medio ambiente. Fratelli Tutti en que pone el foco en lo social y en la fraternidad como valor de la vida en común. Y Dilexit Nos para abordar el amor entre los humanos y su inspiración cristiana. En suma, sus cuatro encíclicas, escritas entre 2013 y 2024, son una muestra nítida de su vocación social en el más amplio sentido de la palabra.

Por todo lo dicho, tenemos que reconocer que Francisco fue un Papa que devolvió a la Iglesia a la esfera de lo público reconociendo los propios yerros. Desde el primer momento de su magisterio, procuró ser parte de los debates propios de la vida de los hombres comunes y vivir en consecuencia. Esa fue su impronta. Con razón, será recordado como un líder espiritual que no olvidó nunca que vivimos en la inefabilidad de la vida terrenal.

Más allá incluso del catolicismo, Francisco promovió la esperanza del cristianismo como una idea universal que procura ser una herramienta virtuosa de la vida pública. Ahí está la esencia de la convicción que somos seres gregarios. Que, definitivamente, vivimos con otros y para otros. Es lo público comprendido como la vida en comunidad.


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