Historiadora Macarena Ibarra: “Los médicos fueron los primeros urbanistas”
La académica del Instituto de Estudios Urbanos de la UC recuerda la forma en que se vivieron las pandemias en los siglos XIX y XX, y las luces que entregan para la crisis actual.
Macarena Ibarra es una de las voces interesantes que se ha escuchado en estas semanas de pandemia. En la medida que se intenten aunar criterios y estrategias multidisciplinarias tendientes a la prevención, el futuro de las ciudades y de las condiciones higiénicas de ellas podrán también mejorar.
Historiadora dedicada al urbanismo y a los estudios de la ciudad, la académica del Instituto de Estudios Urbanos UC ha escrito varios trabajos sobre el rol de la salud pública en el urbanismo. Actualmente está en los últimos detalles de su libro Ciudad limpia, que trata justamente sobre estos procesos y relaciones en las ciudades chilenas, cuenta en Plaza Pauta, de Radio PAUTA.
Reconoce que pasar de los libros de historia, que relatan pandemias ocurridas hace 100 años, a vivir en medio de una ha sido “increíble” y, a la vez, ha reforzado su idea de que “hay un diálogo entre la ciudad del pasado y la ciudad actual”.
-Aunque las condiciones de higiene hoy son mejores que las que hubo en otras pandemias, la densificación de las ciudades y los movimientos entre fronteras han significado una veloz propagación del Covid-19. ¿Estamos obligados a revisar la forma de hacer ciudad?
“Claro, la propagación ha sido muy rápida y esa ha sido una gran diferencia si la ponemos en una perspectiva histórica. Si el nivel de contagio, pensando en el pasado, con la peste negra y la viruela, se consideraba rápida por los barcos que llegaban y, a raíz de eso, se establecieron políticas sanitarias y cuarentenas en los puertos, el nivel de contagio por la circulación de los aviones tiene una velocidad absolutamente mayor. Lo diferente es que esta pandemia ocurre en un mundo global. Entonces, además de incontrolable, aparece otro aspecto: los esfuerzos y las estrategias de control deben ser abordados de manera global por los distintos países. No sirve trabajar por país o por ciudad”.
“Por otro lado, estamos viviendo la ciudad de manera distinta. Estamos en nuestras casas y en nuestros barrios. Estamos mirando hacia dentro, hacia el espacio privado, después de que históricamente una de las conquistas más importantes de la ciudad occidental fue justamente el espacio público. Entonces, la manera de vivir la ciudad como la conocíamos se desvanece en este período. La ciudad está en silencio y eso, probablemente, va a plantear una serie de preguntas y de desafíos al urbanismo y a la política pública. Van a aparecer temas para pensar: los beneficios y los riesgos de la densidad; cómo gestionar los beneficios de la vida en comunidad de manera diferente, cómo funciona el concepto de sustentabilidad urbana. Vamos a replantearnos ciertos atributos urbanos, como la congregación, y ponerlos en discusión una vez más”.
-¿Qué cambios en el desarrollo de las ciudades chilenas generaron pandemias y epidemias del pasado?
“Epidemias y pandemias han desafiado a las ciudades chilenas y a su planificación desde tiempos inmemoriales. La ciudad industrial, después de la revolución industrial, genera estos grandes cambios. En Europa y en Chile, desde mediados del siglo XIX, las ciudades crecen de una manera nunca antes vista, tanto por sus procesos industrializadores como por la migración campo-ciudad. Pero la infraestructura sanitaria no creció a la par y eso generó que las ciudades fueran un caldo de cultivo para muchas epidemias. A principios de siglo XX se llegó a decir que Chile era el paraíso terrenal para el brote de epidemias por las condiciones de hacinamiento de las viviendas, la falta de agua potable, las acequias abiertas, la falta de sistema de alcantarillado y la mala calidad de los edificios públicos. La respuesta frente a esos problemas fue gestionar las ciudades de manera distinta y proveerlas de servicios urbanos básicos”.
“Es interesante la pandemia de cólera de 1886 que generó que, por primera vez, el Estado tomara un rol activo en materia de higiene y de salud pública. Se crea una entidad desde el gobierno central, ya que antes estaba en manos de los municipios, de la beneficencia y de la caridad. A fines del siglo XIX se dicta una ley de policía sanitaria para frenar el contacto con países que pudiesen contagiar. Esta ley fue promovida por el Gobierno de [José Manuel] Balmaceda y facultaba al Presidente de la República a cerrar puertos marítimos y terrestres, someter a cuarentena y desinfectar naves que vinieran de países contaminados”.
“Esta ley establece por primea vez la posibilidad de gestionar cordones sanitarios. Se divide la ciudad para la vigilancia del cumplimiento de las cuarentenas y detectar a quienes no las cumplen. Hay un avance sanitario importante a raíz del brote de cólera, a principios del siglo XX, con un debate en temas de infraestructura urbana, como la gestión de las basuras y la extensión del agua potable. El ministro del Interior, Carlos Antúnez, fue quien señaló que si las acequias eran el medio de transporte para la contaminación de coléricos, había que iniciar un proyecto de alcantarillado”.
El papel de la medicina
-¿Qué rol jugaron los médicos en esos cambios?
“Las ciudades chilenas de fines del siglo XIX y principios del XX tiene altas tasas de mortalidad debido a permanentes brotes de distintos tipos de epidemias virales y bacterianas. El gran problema de la ciudad es la salud pública. Entonces, interpela al círculo médico y este elabora diagnósticos sumamente importantes sobre contagios y mortalidad. La Revista Médica de 1930 señalaba que Concepción tenía la tasa más alta de mortalidad en el mundo occidental. En ese contexto, los médicos fueron categóricos y presionaron para trabajar en el tema. En esta nueva institucionalidad se crea no solo un Consejo de Higiene Pública, a fines del siglo XIX, parte del Ministerio del Interior, sino también un Instituto de Higiene y un desinfectorio público. Los médicos son protagonistas, especialmente cuando el urbanismo como una actividad profesional y pública no existía. Los médicos fueron los primeros urbanistas”.
-Es decir, el trabajo conjunto entre distintos sectores fue fundamental y debiese serlo hoy…
“Así como hace 100 años (se unieron) médicos, ingenieros sanitarios, constructores, arquitectos y profesores, que desde su quehacer en las escuelas primarias públicas enseñaban en condiciones muy malas, hoy parece central esta misma acción mancomunada al momento de pensar, planificar y proyectar la ciudad”.
-Desde la historia, ¿qué aspectos son nuevos y cuáles se repiten en el tiempo a propósito del Covid-19?
“Hay varios aspectos que se repiten, como el tema del agua, las condiciones sanitarias esenciales, el acceso a los servicios sanitarios, las viviendas hacinadas. También se repite que cuando no se tiene cura, el conocimiento social y el control de la comunidad respecto de la epidemia es fundamental. Es muy importante la conciencia ciudadana y promover una suerte de pedagogía e información para la prevención. La historia también apunta a que estamos en una situación transitoria. Las sociedades han vivido mucho tiempo con pandemias y se aprendió a vivir de una manera previsora intentando disminuir los contagios. Estamos en una pandemia importante y devastadora, que también tendrá su final y en ese momento vamos a volver a salir a nuestras ciudades y a vivirlas, aunque tal vez de una manera diferente”.
Revise la entrevista completa con Macarena Ibarra en Plaza Pauta