Teatro Oriente: la arquitectura de un nuevo Monumento Nacional
El doctor en Arquitectura y columnista de Plaza Pauta, Hugo Mondragón, analizó el diseño y la historia de este edificio de 86 años de la comuna de Providencia.
El Teatro Oriente, ubicado en la avenida Pedro de Valdivia, entre las avenidas Andrés Bello y Providencia en Santiago, ostenta desde principios de noviembre el estatus de Monumento Nacional Histórico. El llamado Teatro Olympo en la primera parte de su historia, fue construido en la década de 1930 por los arquitectos Carlos Cruz Eyzaguirre y Escipión Munizaga Suárez por encargo de la Caja de Previsión y Estímulo del Banco de Chile. Un edificio inaugurado un 17 de septiembre de 1935 que abrió sus puertas con la comedia musical Folies Bergére, de París.
Declarado en su actual categoría a principios de este mes por el Ministerio de las Culturas y las Artes, el Teatro Oriente ha tenido varias remodelaciones, ha resistido terremotos y cambios de comodato, pero sigue iluminando Providencia con su arquitectura.
En su columna en Plaza Pauta, Hugo Mondragón, doctor en Arquitectura y académico de la UC, dijo que “este es un edificio bisagra que está tratando de dejar atrás el estilo beaux arts más furioso que, en el caso de Santiago, uno lo encuentra en edificios como el del Museo de Bellas Artes y en la Estación Mapocho, y en el caso internacional, en la Ópera de París, que es totalmente beaux arts”.
La construcción se inició en 1930, con el diseño arquitectónico de la dupla Cruz Eyzaguirre-Munizaga Suárez, autores también del Mercado Providencia, de la Embajada de Francia y de la desaparecida casona de Juana Edwards de Gandarillas. “Ellos son dos grandísimas figuras de la arquitectura; dos pesos pesados de la arquitectura de las primeras décadas del siglo 20. Habían realizado obras importantes y por separado, como el Club de la Unión, el barrio París-Londres, el Palacio Ariztía. Munizaga había estudiado en la Universidad de Yale, lo que a veces se presta para confusiones, a pensar que aprendió arquitectura moderna en Yale, pero en realidad en esa época las universidades norteamericanas copiaban a pie de la letra el modelo de la escuela de bellas artes”. A pesar de esa formación, “hacen poco a poco el tránsito hacia una arquitectura más moderna”.
Respecto de la serie de cambios que ha sufrido el edificio – el primero se realizó en 1958- Mondragón lamentó la desaparición de la marquesina que había en la entrada del teatro. Dicho eso, señaló que “el golpe de vista de la fachada, sobre la calle Pedro de Valdivia, me parece magnífica”. Destacó también los dos pasajes laterales al teatro como “una solución urbanística muy bien lograda”.
A raíz del terremoto de 2010 el teatro tuvo que cerrar para realizar reparaciones y en 2015 comenzó su renovación, reemplazando las butacas de la platea baja y restaurando las del sector alto, entre otros.
Revise la columna completa de Hugo Mondragón en Plaza Pauta