Sólo el 51% de los conductores respeta el máximo de 50 km/h en zonas urbanas: la mirada del Automóvil Club
En Radio Pauta, el gerente de movilidad y políticas públicas del Automóvil Club de Chile, Alberto Escobar, lamentó que en el país “no existe educación vial” y afirmó que “toda política pública para hacer ciudad, y ciudades más vivibles, necesariamente tiene que disminuir la velocidad máxima”.
Sólo el 51% de los conductores respeta el máximo de velocidad permitido en zonas urbanas: 50 kilómetros por hora. Así lo reveló una medición realizada durante 35 días, en la esquina de la Avenida Andrés Bello con Nueva de Lyon, por la Mutual de Seguridad y el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones.
Fue en 2018 que la velocidad máxima bajó de 60 km/h a 50 km/h, en línea con lo ocurrido en otros países. En España, por ejemplo, se disminuyó a 30 km/h en gran parte de las zonas urbanas.
Sólo el 51% de los conductores respeta el máximo de 50 km/h en zonas urbanas: la mirada del Automóvil Club
En conversación con Plaza Pauta, de Radio Pauta, el gerente de movilidad y políticas públicas del Automóvil Club de Chile, Alberto Escobar, recordó que “en Chile siempre la velocidad máxima urbana fue de 50 km/h. Luego, en la década del 2000, se aumentó en 10 km/h, a 60, y en 2018 se consiguió volver a los 50 km/h”.
“Chile fue el único país del mundo que aumentó la velocidad máxima en zona urbana, cuando en el resto del mundo estaba disminuyendo”, acotó.
Escobar aclaró que “la gente tiende a asociar determinada velocidad con la congestión. La velocidad no tiene nada que ver con la congestión. Si no, sería muy fácil terminar con la congestión… aumentamos las velocidades, y no es así”.
Así, con la disminución de la velocidad máxima, dijo, se busca “reducir a lo menos un 25% de la mortalidad. Por cada kilómetro que se excede de la velocidad máxima aumenta en un 7% la probabilidad de tener un siniestro vial. Y, por otro lado, un atropello por sobre los 70 km/h prácticamente en el 100% de las veces es mortal“.
Mientras se debate en torno a volver a bajar la velocidad, según el especialista “el Estado tiene que proteger a los ciudadanos incluso de su propia ignorancia. Cada vez privilegiamos más el uso de modos alternativos de transporte y el uso de transporte público. Pero, para eso, necesitas regular las velocidades. A un usuario vulnerable, un auto lo va a terminar matando en la mayoría de las veces”.
“Las ciudades se deben a los usuarios vulnerables y al transporte público, más que al conductor independiente, individual, en un solo vehículo. Por lo tanto, toda política pública para hacer ciudad, y ciudades más vivibles, necesariamente tiene que disminuir la velocidad máxima“, aseguró.
El gerente de movilidad y políticas públicas del Automóvil Club apuntó, sin embargo, a que existe un problema de base: “No existe educación vial en ninguna parte. En los colegios se debiera enseñar y no se enseña, y el 90% de los trabajadores chilenos que tienen contrato vigente nunca ha recibido instrucciones de cómo comportarse en el sistema vial”.
Consultado respecto a por qué, a pesar de esa realidad, los dardos han apuntado a los automovilistas, Alberto Escobar explicó que “ellos no son usuarios vulnerables. Conducen vehículos que pesan por lo menos una tonelada y media, van muy distraídos, siete de cada 10 va manipulando un teléfono inteligente, y seis de cada 10 van a exceso de velocidad. Son bastante más peligrosos que una bicicleta”.
“Lo que nos falta como ciudad es comprender que cada individuo tiene una responsabilidad”, recalcó.
La seguridad en las calles, sobre todo durante la noche, ha sido uno de los factores que ha influido en el exceso de velocidad. Al respecto Escobar comentó que “ha aumentado significativamente la velocidad en la noche, por temor a sufrir una encerrona o portonazo. También ha aumentado significativamente la gente que se pasa una luz roja y se mete contra el tráfico para evitar una vuelta peligrosa”.
¿Puede cambiar este comportamiento con la entrada en vigor de la ley CATI? Para el gerente del Automóvil Club, esto puede “producir un efecto disuasivo en la población y, efectivamente, implementando un buen sistema de control de velocidad y gestión, podríamos reducir la siniestralidad vial en nuestro país en 600 muertos por año. Salvaríamos 600 vidas por año”.
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