Transformar la protesta en propuesta: la lucha generacional por la vivienda digna
En el último capítulo de Para Ayer, un programa de Déficit Cero y Radio Pauta, Sebastián Bowen conversó con Julia Espinoza y Santiago Castillo, dirigentes de la población Lo Hermida, sobre cómo ha sido la lucha por la vivienda digna.
Para Ayer explora a través de las experiencias de distintas personas la vida en sociedad y la vivienda digna. Un espacio de conversación en la que todos los sábados a las 10:00 horas Sebastián Bowen, director ejecutivo de Déficit Cero, conversa con representantes de la política, cultura y academia, sobre barrios y la construcción de comunidad.
Durante el último capítulo, los protagonistas fueron los que están en primera línea luchando por la vivienda digna, los pobladores. Santiago Castillo (29) y Julia Espinoza (35) son dirigentes de la Agrupación Luchadores y Luchadoras de Lo Hermida, la emblemática población ubicada en la comuna de Peñalolén, que hasta el día de hoy se enfrenta al déficit habitacional.
El hacinamiento es una de las más crudas realidades que se viven en Lo Hermida, desde que se formó en 1970 han vivido más de 50.000 personas y en la actualidad, al menos 2.500 se encuentran en situación de necesidad de vivienda. Lo que comenzó como tomas de terreno, terminó en la misión de dignificar la vida de miles de personas.
“No se construyó ninguna vivienda en la población Lo Hermida durante 17 años en la dictadura militar, se concentró mucho el déficit habitacional. Es una de las comunas que más concentró el fenómeno del allegamiento del año 80. Y luego, en los años 90, se construyeron las típicas viviendas pareadas y los bloques en altura”, contó Santiago Castillo.
Generaciones que luchan por la vivienda digna
La población tiene una memoria histórica, que se refleja entre quienes hoy se organizan en comités de vivienda para reivindicar este derecho.
Santiago Castillo vive desde los 16 años en la población, es historiador y se encuentra terminando un doctorado en historia en la Usach. Mientras que Julia Espinoza, está comenzando sus estudios en trabajo social y ha vivido la mayor parte de su vida en Lo Hermida, continuando con el legado de sus padres de luchar por una vivienda digna.
“Yo tengo memoria también de haber estado saltando en la cama porque nos ganamos el subsidio y después conocer la casa, era la dignidad pura después de haber vivido de arrendataria en una media agua con piso de tierra“, contó Julia.
Y agrega que ha continuado con ese objetivo “para darle esa misma dignidad a mi hija y a toda mi familia. Creo que también es reflejo de la lucha de los padres”.
La transformación de la protesta en propuesta
Post estallido social armaron una mesa de trabajo para comenzar a trabajar en conjunto con actores privados, públicos y organizaciones de distinto color político.
“Para nosotros fue importante no ideologizarnos. Uno siempre tiene una política clara, pero era primordial llegar a acuerdos para apurar la solución. Uno de los mayores problemas para las familias vulnerables es que el resultado de la entrega de la vivienda es eterno, son entre 10-15 años”, afirmó Santiago Castillo.
Con un intenso trabajo en terreno, Santiago explicó que las mesas de trabajo “terminaron con un bonito resultado, ya que fue la primera vez que la organización de pobladores sentaba a todos en una mesa y los obligaba a poner el financiamiento y las manos a la obra“.
El hacinamiento: la realidad más cruda de Lo Hermida
Según cuentan Santiago y Julia, el hacinamiento en Lo Hermida es brutal y trasciende los espacios físicos. “No es tan solo dentro de la vivienda, compartiendo habitación o un baño con diez personas, sino que todos los espacios comunes. Las canchas están ocupadas como estacionamiento, no hay plazas y los pasajes son angostos, no hay una vida comunitaria digna”, afirmó Julia.
Santiago explicó que esta problemática se conecta directamente con la discusión sobre seguridad que se está dando en el país. “Primero, la seguridad se mezcla con el hacinamiento, Y luego, hay toda otra dimensión de que hay gente que cree que nosotros somos un problema de seguridad para ellos, por ejemplo, la policía históricamente nos trata así“.
Y agregó que “no somos un barrio protegido, sino que somos como un barrio al que el resto de la sociedad se protege de nosotros. Hay síntomas de una frustración por carencia de todo tipo: económica, sentimentales, familiares, etc. Entonces, claramente está vinculado con la necesidad habitacional”.
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