El inmortal
Más que un gran boxeador, Muhammad Ali fue una leyenda inconmensurable. Venció a los gigantes del pugilismo y tumbó al aparataje gubernamental de Estados Unidos al negarse a combatir en Vietnam. Este 17 de enero hubiera cumplido 77 años.
“Muhammad Ali se presenta como el más perturbador de todos los egos”, escribió Norman Mailer en El Combate, la crónica de todo lo que rodeó la inolvidable pelea en que Ali recuperó el título mundial de los pesos pesados frente a George Foreman. Fue una noche inusual en muchos sentidos, tanto que uno de los padres del Nuevo Periodismo, Mailer, le dedicó un libro completo.
Era una pelea en la que Ali iba a ser derrotado. Venía de una larga inactividad de tres años por negarse a ser enlistado para la Guerra de Vietnam, lo que hizo que perdiera su licencia de boxeador. Una vez que la recuperó, usando una serie de resquicios legales ideados por su promotor, Don King, tuvo un par de combates frente a rivales de menor categoría que, se supone, no lo iban a dejar preparado para enfrentar al magnífico George Foreman. Dueño de una pegada demoledora, el entonces campeón mundial acostumbraba vencer a sus rivales por nocaut antes de tres rounds. Si nadie podía con él, menos iba a poder el veterano Ali.
La antesala de la pelea más anticipada de la historia tuvo todos los condimentos de la mejor producción hollywoodense. Mobutu Sese Seko, el dictador de Zaire, pagó millones de dólares para que el título mundial se disputara en Kinshasa, la capital del país, y los boxeadores gustosos aceptaron, a sabiendas que deberían subirse al ring a las cuatro de la madrugada para así ser vistos en horario prime en Estados Unidos. Para acostumbrarse al horario y al calor, ambos púgiles pasaron más de un mes en la nación africana entrenándose, lo que para Ali fue la oportunidad perfecta para hacer proselitismo en favor de los afroamericanos y hablar de su tema favorito: él mismo.
“Soy tan rápido que anoche apagué la luz y me metí a la cama antes que estuviera oscuro”. “Es difícil ser humilde cuando se es tan grande como yo”. “He visto a George Foreman boxear contra su sombra y ganó la sombra”. Fueron algunas de las frases que Muhammad Ali lanzaba todos los días en Zaire, haciendo el deleite de los medios y los fans. Lo que nadie pudo ver es que ya estaba peleando con Foreman, lo estaba provocando, perforando un agujero en la montaña de hielo que era la concentración del campeón, para que se enfureciera.
“Lenguas de serpiente de derecha”
Por si estas provocaciones fueran poco, cuando comenzó la pelea, Ali conectó tres jabs de derecha en el rostro de Foreman. Un boxeador diestro, como Ali, arma su guardia con la mano izquierda adelante, buscando que esta moleste y haga espacio para lanzar la derecha, que es más fuerte pero más lenta, ya que tiene mayor distancia que recorrer. Lanzar los jabs de derecha era una forma de decirle a Foreman “eres lento”.
Norman Mailer llamó a esos golpes “lenguas de serpiente de derecha (…) Llenos de velocidad y de veneno.”
Foreman se equivocó, olvidó la estrategia y se enfureció. Comenzó a tirar y tirar golpes demoledores al cuerpo de Ali, que él absorbía cerrando su guardia, sin dejar que los guantes de su rival dañaran su estómago, hígado o riñones. En varios pasajes del combate se recostó en las cuerdas y susurró al oído de Foreman “¿eso es todo lo que tienes, George? (…) me decepcionas”.
Foreman enceguecido no fue capaz de ver la estrategia del retador y gastó toda su energía lanzando golpes que no causaron daño.
En el octavo round, Ali sacó provecho del cansancio de su rival, quien ya no podía mantener su guardia en alto. Le lanzó una combinación que terminó con el campeón en el suelo y en una de las fotos más famosas en la historia del boxeo.
Fly like a butterfly, sting like a bee
Muhammad Ali no solo recuperó el título mundial esa noche en Zaire; también redefinió el boxeo en la categoría de los pesos pesados. Acostumbrados a púgiles fuertes y grandes como el mismo Foreman, Sonny Liston o Joe Frazier, en esas peleas el ganador era el más potente. Hasta Ali.
Fly like a butterfly, sting like a bee “Vuela como mariposa, pica como abeja”, era la máxima de Ali. Aplicado al ring significaba mover los pies de tal forma que el rival no lo pudiera golpear y atacar rápido, sin que el oponente tuviera tiempo de protegerse. “El golpe que noquea no es el más fuerte, es el que no puedes ver”, decía Ferdie Pacheco, médico de Muhammad Ali. Una frase que resume la estrategia ofensiva de su boxeador: pegar más rápido que fuerte.
Con un movimiento de pies que el mismo Ali llamaba “bailar” y golpes veloces, el escenario de los pesos completos comenzó a cambiar. Él abrió el camino para los boxeadores modernos, como Mike Tyson, Canelo Álvarez o Floyd Myweather.
La pelea del siglo, el parkinson y lo demás
En el libro Una vez hubo gigantes, del periodista especializado en boxeo Jerry Izenberg, describe a Joe Frazier como “el hombre que no era Ali”. En efecto, Frazier tenía las condiciones para haber sido el campeón indiscutido de cualquier época, excepto la que le tocó vivir, la era de Ali.
Joe Frazier y Muhammad Ali se enfrentaron en combates épicos, pero uno de ellos fue y sigue siendo la pelea del siglo. El 1 de octubre de 1975 en Manila, Filipinas.
Con el apoyo del dictador Ferdinand Marcos, Don King lo hizo nuevamente y consiguió grandes cifras para todos los involucrados.
Igual que en la pelea contra Foreman, Alí encendió el ambiente diciendo: “It’s gonna be a thrilla in Manila when I get the gorilla”. Va a ser una gran emoción en Manila, cuando venza al gorila. Y el gorila era Joe Frazier, lo que causó profundo malestar en el boxeador y su entorno por tratarse “de algo que no se le puede decir a un hombre negro”.
Ali, el gran bocón, el fanfarrón eterno, no se contuvo. Pero esta vez su rival no cayó en la trampa.
Joe Frazier subió al ring en Manila consciente que Ali buscaría que él se cansara, mientras revoloteaba a su alrededor sin sufrir daño. Para impedirlo, Frazier dosificó durante la pelea, sin embargo tenía al frente al que quizá es el boxeador más inteligente tácticamente de la historia. Ali, viendo lo que hacía su rival, comenzó a trabajar, con la paciencia de un cirujano, el ojo derecho de Frazier. Sabía que Joe practicamente ya no veía con su ojo izquierdo.
En lo defensivo, Ali se debió ocupar de cubrir el gancho de izquierda de Frazier, catalogado por Jerry Izenberg, como el “más feroz de todos”. La historia del golpe con la izquierda de Frazier se remonta a su infancia en Filadelfia, cuando una enfermedad dejó al pequeño Joe sin poder usar justamente esa extremidad. Después, ya recuperado, para compensar, Frazier hacía todo con la izquierda, lo que originó su descomunal potencia.
Sin embargo, eso no le bastó para tumbar a Ali. Sí para desgastarlo, tanto que el mismo Ferdie Pacheco, médico del entonces campeón mundial, ha revelado que antes de comenzar el round 14, Ali dijo: “Si Joe sigue de pie para el 15, quítenme los guantes. No puedo más”. Afortunadamente para Ali, Frazier estaba en peores condiciones que él, prácticamente ciego y apenas capaz de mantenerse en pie, por lo que el médico a cargo detuvo la pelea y Muhammad retuvo su título.
Esa pelea fue tan violenta y desgastante que el médico de Ali dijo que el campeón no debió haber vuelto a combatir después de Manila y que probablemente fue el 1 de octubre de 1975 la noche que comenzó a desencadenar el parkinson que lo aquejó por 30 años.
Comenzó a boxear cuando era niño porque le robaron su bicicleta y quería estar listo cuando encontrara a los ladrones. Más tarde hubo discursos a favor de La Nación del Islam de Malcolm X, numerosos affaires extramaritales, o cambiarse de nombre de Cassius Marcellus Clay, Jr. a Muhammad Ali, porque, según él, el primero era su “nombre de esclavo.” Hechos importantes y definitivos en la vida de cualquier persona, pero que en la historia de este peleador inmortal son escalones en la gran montaña de su leyenda. Tanto dentro del ring, como fuera de él.