Jerry Krause, “villano” y arquitecto
Reclutó a figuras de los Chicago Bulls, pero también reemplazó a su entrenador histórico. Fue esencial para que los White Sox llegaran la Serie Mundial de 2005. El GM dejó una huella mucho más allá del básquetbol.
Un receptor de bésibol en la secundaria de Taft, en Chicago, que terminaría siendo parte histórica del deporte local. Siempre fue un cazatalentos, siempre tuvo una maestría para descubrir a jugadores clave para un equipo que podría estar pasando por su peor momento; descubrir a un miembro de Salón de la Fama fue su inicio en el básquetbol.
Jerry Krause, el general manager más polémico de la NBA, fue el responsable de contarles sus pares que existía un tal Earl Monroe, quien sería leyenda con los Wizards y Knicks, y que se ganaría apodos como “La Perla” y “El Jesús negro”.
Hacia 1967, en el draft de la temporada, puso sus ojos en el alero de Dakota del Norte. Su equipo no aprobó contratarlo, pero nunca dejaron de estar en contacto. Su nombre era Phill Jackson, el mismo con el que luego entró en disputa mientras ambos alcanzaban la gloria con uno de los mejores equipos de los 90: Chicago Bulls.
Consolidación en Chicago
El 26 de marzo de 1985 fue una fecha clave para los Chicago Bulls. Michael Jordan ya estaba en el equipo, pero en esa fecha otro que sería parte relevante del equipo retornaba al deporte, marcando el ritmo de cómo serían sus próximos años como General Manager: Krause despedía y reemplazaba.
Kevin Loughery (entrenador) fue el primero en salir tras dos temporadas al mando, para ser reemplazado por Stan Albeck. Sin mayor trascendencia, este último solo estuvo un período con los Bulls antes de la llegada de quien MJ consideraba esencial: Doug Collins. Pero cuando en la temporada 1988-1989 no fueron capaces de superar a los Detroit Pistons, el cambio para Krause se volvió necesario. “Mi única responsabilidad es ganar”, diría una vez. Por lo mismo, no le tembló la mano al cederle el control a Phill Jackson en 1989.
El GM había ganado el premio a Ejecutivo del Año por su gestión, pero la verdadera historia comenzó con Jackson. Con el exjugador de los Knicks la dinámica cambió. Ya no era “todos juegan para Michael, todos háganle llegar el balón a él”. La nueva mecánica consistía en centrar los esfuerzos en el equipo.
A nivel de jugadores, sus movimientos comenzaron mucho antes: en 1985 con John Paxon, en 1987 con Horace Grant y el primero de los integrantes del tridente letal: Scottie Pippen. Un año más tarde, uno de los más cercanos al “23”, Charles Oakley, fue cambiado por Bill Cartwright. Si bien a primera vista era el primer golpe importante para el equipo, el mismo MJ fue claro: ahora estaban listos para ganar.
Bill Wennington y Steve Kerr (ambos agentes libres en 1993) y un añodespués Luc Longley se sumaron a los dirigidos por Phill Jackson. Pero faltaba uno; uno por el que no muchos apostaban, pero que se transformó en uno de los mejores de la historia: Dennis Rodman.
En ese entonces, con Jordan de vuelta en el equipo tras un breve retiro, las críticas a Krause comenzaban a crecer, a pesar de que en la temporada 1995-1996 lograron 72 partidos ganados en la serie regular y de que él había sido electo como Ejecutivo del Año por segunda vez en su carrera.
Ya su ego había sido más protagonista que él. “Los jugadores y el técnico no ganan campeonatos”, dijo. Según Krause, eso era papel de las organizaciones. Más que molestia, esto terminó por destrozar su relación con Michael Jordan, a pesar de que luego se retractó al decir que habían escrito mal sus palabras y que se refería a que ellos no ganaban solos.
Todo comenzó a caerse (porque ya estaba prácticamente quebrado) al querer sacar a Phill Jackson como entrenador. ¿Por qué comenzar con una reestructuración de un equipo que por ese entonces dominaba la NBA? El mismo dueño del equipo lo impidió, pero el entrenador terminó ejerciendo en 1996-1997 su última temporada con los Bulls. Los problemas de salario con Pippen fueron un factor más.
Desde que llegó a Chicago fue polémico. Nunca tuvo una buena relación con el mejor jugador de la historia, quien incluso lo molestaba. Lo llamaban el destructor de una época en el básquetbol. Una época en la que los Bulls alcanzaron el éxito: seis títulos entre 1990 y 1998. Su mejor época.
Un legado en sus inicios
“Él amaba el béisbol. Fue su primer amor, y él sabía del deporte. Yo creo que el tiempo que estuvo en el básquetbol también lo ayudó, porque estábamos buscando atletas. Él sabía a quién miraba, él tenía esa capacidad”, recordaba el exreclutador de los Chicago Cubs, Billy Blizter, en una entrevista con ESPN.
Si bien el papel que ha cobrado Jerry Krause a raíz de “The last dance” es el del hombre que rompió con un equipo, al momento de retornar a lo que fue su primer deporte, la historia cambia.
Los jugadores no opinaban muy distinto de su personalidad: se mostraba como un tipo lejano. Pero si había algo seguro era su capacidad para escoger a la pieza que faltaba para encaminar a un equipo al éxito. El 7 de abril de 2003 se retiró como General Manager de los Bulls y regresó al béisbol.
Pero todo partió muchísimo antes: casi 40 años atrás. En 1961 ingresó al mismo equipo de Blitzer, pero con un cargo muy distinto: era quien hacía los encargos de los miembros del club. ¿Su salario? No más de 65 dólares por semana. Nueve años después, comenzaba su historia, que lo llevaría a estar en siete equipos diferentes: White Sox, Cleveland Indians, Oakland Athletics, Seattle Mariners, New York Yankees, New York Mets y Arizona Diamondbacks.
Y fue en los White Sox donde comenzó a forjar un título ficticio de aquitecto. En 1984 no confiaba lo suficiente en Scott Fletcher (campocorto o segunda base) y comenzó a presionar a Jerry Reinsdorf (también dueño de los Bulls) para incoporar a su plantilla a Oswaldo “Ozzie” Guillén.
Fueron 17 juegos, suficiente para convencerlo de que debían hacer el intercambio de ocho jugadores del equipo por él. Y si bien otros de sus fichajes relevantes fueron Julio Cruz, Ed Farmer, Greg Luzinski, Tom Seaver y Greg Walker, Guillén fue quien luego llevó al equipo al título.
Con los de Chicago, Ozzie disputó 13 temporadas. Pero su legado llegó cinco años después del retiro: Esta vez como el entrenador dejó atrás 88 años de la “Maldición de los medias negras” y se proclamó campeón de la Serie Mundial.
En ese entonces Krause ya estaba hace un año como selecionador de los Yankees, donde su gestión no tuvo mayores repercusiones, antes de llegar por cuatro temporadas a los Mets. “Lo contraté porque me intrigaban sus conocimientos sobre básquetbol y béisbol. Había estado con grandes jugadores en ambos deportes y tenía un pedigree ganador como ejecutivo: era una perspectiva única”, dijo Omar Minaya, el General Manager del equipo entre 2004 y 2010, en una entrevista con The New York Post.
Lo llaman “villano” por querer incluso más protagonismo que los más grandes deportistas. Pero al margen de sus aspiraciones, el legado de Jerry Krause trasciende. Hizo su trabajo y reclutó desde un comienzo. Reclutó y juntó a los mejores. Lo llaman “villano”, pero construyó parte de la historia en el deporte mundial.