Un año de mediocridad
Fernando A. Tapia hace un balance del primer año de Pablo Milad en la ANFP: “La seguidilla de desaciertos, omisiones, anuncios fallidos, y promesas incumplidas hacen que la lista de anotaciones negativas sea imposible de enumerar en detalle en una sola columna”.
El pasado 30 de julio se cumplió un año del todavía cuestionado triunfo de Pablo Milad en las elecciones de la ANFP (el proceso aún está impugnado en el tribunal electoral de la Región Metropolitana), que convirtieron al expresidente de Curicó Unido y exintendente del Maule en la autoridad máxima del fútbol chileno.
Doce meses cuyo balance no admite otro calificativo que el de mediocre. La seguidilla de desaciertos, omisiones, anuncios fallidos, y promesas incumplidas hacen que la lista de anotaciones negativas sea imposible de enumerar en detalle en una sola columna. Una gestión que es fuertemente criticada por funcionarios de la propia ANFP que han llegado a la conclusión que el también cuestionado expresidente Sebastián Moreno tiene la altura de un estadista al lado de Milad.
Peor aún, varios de los dirigentes que lo respaldaron y que promovieron su candidatura, prefieren hoy tomar distancia de su figura. Nada fuera de lo común ya que el Consejo de Presidentes no dista mucho de la actitud que observamos en el mundo de la política, desde donde se replican algunos axiomas: mantenerse cerca del fuego mientras dé calor, pero alejarse rápidamente cuando comience a quemar.
Al asumir su cargo, en medio de la pandemia y con el fútbol paralizado, Milad tuvo como prioridad el regreso de la actividad. Apoyado desde el Gobierno —del que fue parte como intendente—, pudo establecer un camino de retorno con un estricto protocolo que establecía la no suspensión de partidos a causa de contagios por covid. Sin embargo fue el propio presidente el que, vulnerando ese acuerdo, resolvió cancelar el encuentro de Colo Colo frente a Antofagasta, lo que provocó luego en una seguidilla de postergaciones al establecer ese precedente. En otras palabras fue el autor del desorden organizativo que sufrió el Campeonato 2020 y que tuvo como consecuencia la renuncia indeclinable del gerente de competiciones de la ANFP, Rodrigo Robles.
El problema de Milad es que ha sido un presidente en permanente campaña, temeroso de perder respaldos que podrían provocar su caída. Su programa quedó reducido a palabras vacías, sin sustento en los hechos. Prometió, por ejemplo, un plan de ayuda económica para la Segunda División Profesional. De eso, nada. Todo lo contrario. La categoría se ha visto envuelta en un escándalo de proporciones, con acusaciones de arreglos de partidos y dobles contratos. Peor aún, teniendo conocimiento de primera fuente de estas denuncias, su directorio optó por atacar al mensajero, con una vergonzosa amenaza de querellas, olvidando que el reglamento de integridad de la FIFA lo obligaba a informar de inmediato al organismo rector del fútbol mundial cualquier sospecha de alguna irregularidad grave.
A propósito de vergüenza. Eso fue lo que sintieron muchos al interior de la ANFP al ver cómo su presidente avaló una de las puestas en escena más bochornosas del último tiempo: el anuncio del nuevo Juan Pinto Durán en el cerro Chena, en la comuna de San Bernardo. Con altas autoridades y planos de supuestas instalaciones, Milad presentó el plan para construir la “Ciudad del Fútbol”. Un anuncio desmentido categóricamente por el Ministerio de Defensa que, en menos de 24 horas, tuvo que aclarar que en esos terrenos pertenecientes al Ejército de Chile, no había “ningún proyecto presentado, conversado, coordinado ni analizado”. Papelón.
Parte de su deslucida gestión tiene que ver también con una actitud de sometimiento absoluto al poder de la Conmebol. Es comprensible que Milad cuide su salario, proveniente exclusivamente desde la Confederación Sudamericana en su condición de presidente de la Federación de Fútbol de Chile (US $20 mil mensuales), pero lo que hemos visto supera todo límite. Escaso respaldo tuvo Coquimbo Unido, equipo que fue privado de su localía para la semifinal de la Copa Sudamericana ante Defensa y Justicia, nada menos que el partido más importante de su historia. Ni hablar de la tibia reacción que tuvo para reclamar por la escandalosa actuación del árbitro paraguayo Eber Aquino en el partido clasificatorio ante Uruguay en Montevideo.
El presidente de la Federación ha estado más preocupado de cuidar sus relaciones con la dirigencia sudamericana que de defender los intereses del fútbol chileno. Lo más reciente fue la escandalosa decisión de Conmebol de arrebatarle a Chile la final de la Copa Libertadores Femenina 2021. ¿Le escuchó decir algo? Nada. Silencio total de quien tiene como principal objetivo la defensa de los intereses del fútbol chileno.
La gestión económica de la actual directiva también es foco de crítica. Los conflictos con la marca que viste a la Selección tuvo como consecuencia que el “Equipo de Todos” tuvo que jugar la Copa América tapando el logo de la empresa deportiva con la bandera chilena, como parche improvisado. Bien amateur. Y las negociaciones por los derechos televisivos de La Roja amenazan con complicar aún más el panorama (la primera “licitación” fue declarada desierta).
En un año ha quedado demostrado que Pablo Milad jamás ha tenido un interés real por separar la ANFP de la Federación, un problema de fondo al que se está obligado por instrucción de la FIFA, y que el presidente ha optado por “tirar al córner”. Ni hablar de otra de las grandes promesas de campaña, relacionado con la transparencia total de las sociedades anónimas deportivas en el fútbol chileno. El 6 de junio de 2020, cuando buscaba los votos para ser electo, y enfrentado a dirigentes vinculados a representantes de futbolistas, declaró al diario La Tercera: “Hay que transparentar quiénes son los dueños de los clubes y quiénes son los socios”. Hasta ahora de eso nada de nada. Quizás mediocre sea un concepto demasiado generoso para este primer año de Milad en la presidencia de la ANFP.
Fernando A. Tapia participa en Pauta de Juego, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 12:30 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en PAUTA.cl.