La verdad
“Si los nuevos controladores de Azul Azul vinieron a hacer una inversión de corto plazo, lesionando el proyecto deportivo formativo y social que representa la Universidad de Chile —escribe Fernando A. Tapia— es momento de transparentarlo o desmentirlo tajantemente”.
Tuvieron que pasar casi tres meses, y que el club entrara en un nuevo espiral de malos resultados, desencadenando otra vez una crisis deportiva, para poder escuchar por fin a uno de los nuevos dirigentes de Azul Azul, la empresa concesionaria del equipo de fútbol de la Universidad de Chile.
El ecuatoriano Luis Roggiero, gerente deportivo, se vio obligado a tener que dar la cara luego de que el equipo sumara siete partidos sin ganar y el entrenador interino, Esteban Valencia, expresara públicamente su disposición de dar un paso al costado. Hasta ese momento había sido el único que fecha tras fecha, asumiendo su responsabilidad, respondió ante los micrófonos, sin que nadie del estamento directivo rindiera cuenta por el delicado momento institucional.
Desde que Carlos Heller decidiera vendar su paquete mayoritario de acciones (63,07%) al fondo de inversión privado Tactical Sports, un manto de sospecha se ha instalado en relación con quién o quiénes realmente están detrás del control de uno de los clubes más importantes del país, y que representa a la casa de estudios de mayor tradición de la República. Una duda que insólitamente aún no se despeja, y que ya ha comenzado a despertar la crítica masiva entre sus millones de hinchas, simpatizantes y, por cierto, en el medio especializado.
La “U” parece hoy un club a la deriva, abandonado a su suerte, presa de intereses cuyos alcances no conocemos, con un presidente, el señor Michael Clark Varela, de quien conocemos su nombre, pero no así su voz ni sus ideas.
La derrota ante Melipilla en Quillota provocó que ese silencio y oscurantismo fuese duramente cuestionado, y ante la posibilidad de la renuncia del entrenador, empujó a la dirigencia a tener que poner también al frente al responsable deportivo, Roggiero, que tras su arribo al país hace varias semanas, debió enfrentar por primera vez ante los periodistas.
Ciertamente puede ser injusto cuestionar con dureza a un funcionario con apenas tres meses en el cargo y que llegó, suponemos, con el objetivo de repetir su exitosa experiencia en Independiente del Valle, el cuadro ecuatoriano con el que alcanzó la Copa Sudamericana, transformándolo en una de las sensaciones del continente.
Y aunque en general su primera intervención pública recibió críticas porque -en rigor- poco y nada aclaró sobre las dudas que se generan sobre los reales controladores del club, dejó una frase que bien puede arrojar luces sobre la gran incógnita que rodea a la “U”: “Una comunicación es oportuna cuando haya contenido que informar”, señaló Roggiero ante una de las escasas consultas que respondió vía Zoom.
Si en tres meses el principal responsable deportivo no emitió declaración pública e incluso rehuyó a las preguntas de los periodistas que lo perseguían por los estadios para conocer sus impresiones, ¿es entonces, según su propia reflexión, que no hay contenido? ¿cómo es posible que el gerente deportivo de un club con tanta trascendencia no sea capaz, en pocas líneas, de expresar cuál es el proyecto deportivo de los nuevos dueños? ¿qué aspectos querrán privilegiar? ¿cuáles son los objetivos primordiales? ¿privilegiará la formación de jugadores? ¿propondrán inversiones en infraestructura? El silencio a estas preguntas nos lleva a tener que interpretar que hay dos alternativas: no hay plan y esto es pura improvisación o, peor aún, el objetivo es claro pero se avergüenzan de transparentarlo.
Extrañamente el presidente ausente de Azul Azul ni siquiera se ha molestado en desmentir el posible vínculo con representantes de futbolistas en esta operación financiera. Es una duda que se instaló desde el comienzo porque, recordemos, la operación de compra del paquete mayoritario de acciones se frustró en su primer intento cuando el excontrolador Carlos Heller tuvo serias dudas con la posible presencia de agentes de jugadores tras la oferta realizada a través de un fondo de inversión privado, que legalmente permite mantener en reserva los nombres de los aportantes.
La situación es gravísima toda vez que, si bien hablamos de una empresa privada, Azul Azu hace usufructo del nombre de una institución nacional, que recibe aportes del Estado, que se beneficia de los impuestos de todos los chilenos, y que representa a un importante grupo social en el país. Transparentar su verdadero objetivo no es una opción, sino una obligación. La sensación de desamparo en el que aparece el club de la Universidad de Chile no solo está dado por la ausencia de una voz clara en su dirigencia, sino que también por la aparente indiferencia que muestran aquellos que bien podrían hacer algo más para contribuir a una mayor transparencia.
La actitud del rector de la casa de estudios, Ennio Vivaldi, ha sido más bien débil. Se ha quedado conforme con poco, y eso que tiene a dos directores sentados en el directorio de la sociedad anónima deportiva y la herramienta legal de poner fin a la concesión si el proyecto deportivo de los controladores vulnera los valores de la propia universidad. Entregar la administración del club a un grupo de representantes de futbolistas, por ejemplo, lo sería.
Ante las tinieblas reinantes en la “U” quizás sea el momento para que sean los propios hinchas los que alcen la voz. ¿Dónde están los miles de profesionales, estudiantes, trabajadores y los millones de seguidores que dicen amar a la institución exigiendo más claridad? ¿dejarán que esa voz crítica quede en manos solo de ese grupo organizado en la barra, la que además históricamente ha recibido prebendas de las distintas directivas de turno?
Si los nuevos controladores de Azul Azul vinieron a hacer una inversión de corto plazo, un negocio consistente en comprar barato para luego vender caro, otorgándole el poder de la administración a agentes de futbolistas, lesionando el proyecto deportivo formativo y social que representa la Universidad de Chile, es momento de transparentarlo o desmentirlo tajantemente. Lo que no puede seguir pasando es que esa verdad se oculte, más allá del horizonte.
Fernando A. Tapia participa en Pauta de Juego, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 12:30 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en PAUTA.cl.