Vista gorda
Novak Djokovic no se ha puesto la vacuna contra el covid y llegó a Melbourne para jugar el Abierto de Australia, pese a que para entrar debía estar inoculado. “Apostó que, así como ha pasado muchas veces en el deporte con las máximas estrellas, con él se haría vista gorda”, dice Fernando A. Tapia.
Novak Djokovic, el tenista número 1 del mundo, ha hecho estallar la primera gran polémica del año en el mundo del deporte. Su postura anti vacuna, e incluso desafiante con las medidas aplicadas contra la pandemia del Covid-19, ya le habían provocado un importante rechazo entre los fans. Y ahora llevó la situación al límite al intentar cruzar la frontera de lo aceptable. El próximo 17 de enero se inicia el Abierto de Australia, el primer Gran Slam de la temporada, donde el serbio es el tenista más ganador de la historia, con nueve títulos. Y su objetivo, además de seguir aumentando este récord, es volver a ganarlo para alcanzar su 21° major, superando en el registro a Roger Federer y Rafael Nadal. El problema es que Djokovic se ha mantenido firme en su postura de no vacunarse, y el país oceánico exige a los visitantes al menos dos inoculaciones.
Novak apostó que, así como ha pasado muchas veces en el deporte con las máximas estrellas, con él se haría vista gorda, un término que precisamente proviene del mundo de las aduanas, lugar hasta donde pudo llegar con sus maletas en el aeropuerto de Melbourne. El campeonato sin él no es lo mismo, y con seguridad su posible ausencia va a ser un durísimo golpe para el éxito del torneo, no solo deportivamente sino que también desde el punto de vista comercial. Como suele suceder en casos como este, finalmente se había encontrado una solución administrativa, como fue la decisión del gobierno del estado de Victoria de otorgarle una exención médica, estableciendo a su favor un privilegio que no tuvieron otros tenistas que, claro, no ostentan su palmarés ni generan el interés de la audiencia y por ende el entusiasmo de los auspiciadores.
Así le ocurrió, por ejemplo, a la rusa Natalia Vikhlyantseva, cuya presencia en Australia no fue autorizada por los organizadores debido a que no cumplía con los requisitos, pese a estar inoculada, aunque con la vacuna Sputnik, la que no está verificada en ese país. Pero, claro, ella es una actriz de reparto (actualmente está en el puesto 195 del ranking), por lo que la bochornosa inequidad de trato quedó a la vista. Fue tal polémica en Australia y en todo el mundo, que finalmente el gobierno central intervino, echando por la borda la intención de Djokovic, y especialmente la de los organizadores del torneo, de asegurar la presencia del tenista número 1 en el principal evento deportivo de ese país. Al no poder comprobar las razones por las cuales había recibido la exención médica, su visa fue cancelada y la vista gorda que le habían prometido, suspendida hasta nuevo aviso. Un trato especial que al verse expuesto públicamente lo mantiene retenido en un hotel para inmigrantes, a la espera de su apelación ante la justicia.
Como este, hay casos que abundan en la historia del deporte, donde las reglas se adaptan cuando se trata de personajes como Djokovic.
Celebérrimas son las teorías que se levantan en Argentina sobre el pacto secreto que en 1994 habrían acordado el entonces presidente de la AFA, Julio Grondona, y Diego Armando Maradona, en uno de los capítulos más oscuros de la historia del fútbol. Investigadores aseguran que antes del mundial de Estados Unidos, Grondona quiso asegurar la presencia del astro en el torneo, ya que así lo exigían los auspiciadores para levantar el campeonato en un país no futbolizado. El astro estaba en plena etapa de su adicción a las drogas, y tras un esfuerzo sobrehumano para ponerse en forma y reintegrarse a la selección, había contribuido a la clasificación de Argentina en un dramático repechaje contra Australia. ¿En qué consistió el pacto secreto? Pues, según las teorías, Grondona le aseguró a Maradona vista gorda: Ttú te preparas para el mundial, recurres a lo que sea, y olvídate de los controles durante la Copa del Mundo. El secretario general de Conmebol, el también argentino Eduardo Deluca, mano derecha de Grondona, era miembro del comité técnico de la FIFA, precisamente el organismo encargado de los controles antidopaje. Pero algo falló. Justo antes del gran evento, Maradona propuso la creación del primer sindicato mundial de futbolistas, entre otras cosas, al comprobar que los jugadores iban a ser sometidos a partidos en horarios de altas temperaturas en Estados Unidos, para hacer calzar las transmisiones televisivas con el horario prime en Europa. Fue un puntapié en el estómago para el otrora poderoso presidente de la FIFA, el brasileño João Havelange, quien cuatro años antes había quedado con la mano estirada en la final del mundial de Italia ante la mirada indiferente del propio Maradona. Es decir, hubo vista gorda para asegurar la presencia del entonces mejor jugador del mundo, pero luego la “vendetta” de la familia FIFA.
En Chile hemos también sido testigos de privilegios. Quizás el caso más emblemático es el de Arturo Vidal en la Copa América 2015. Tras colisionar su Ferrari en plena carretera, conduciendo bajo la influencia del alcohol, el futbolista no recibió ninguna sanción disciplinaria por parte de la Federación, e incluso desde el Gobierno se intercedió ante las autoridades del fútbol para que el volante no fuese apartado de la Selección, porque el interés superior estaba puesto en el resultado deportivo, considerado estratégico en La Moneda, obviando la escandalosa circunstancia del delito. El propio Jorge Sampaoli reconoció que su decisión de mantener a Vidal en el torneo hubiese sido otra de tratarse de cualquier otro futbolista del equipo.
Cuando se trata de ganar, de asegurar un resultado o un negocio, los actores del deporte y la política se muestran en estado primitivo, y hacer vista gorda es casi un tema de Estado.
Este año viviremos el Mundial de Catar. Es un campeonato cuya sede fue asegurada a través de la compra de votos en el comité ejecutivo de la FIFA el 2010. Es una historia de corrupción y sobornos cuyos alcances reales aún no son del todo conocidos. Sus modernos y lujosos estadios han sido levantados con un costo altísimo de vidas: más de 6.500 trabajadores han muerto en las faenas, desarrolladas en condiciones infrahumanas, expuestos al abrasador sol del desierto. La Copa del Mundo de 2022 se realizará en un país donde la homosexualidad es castigada hasta con cinco años de cárcel, y si los sancionados son musulmanes, hasta con la ejecución. Pero a nadie parece importarle, mucho menos a la FIFA, que se entusiasma con los petrodólares, y a los países como el nuestro que sueña con ver a la Selección en la gran cita del fútbol mundial. Aquí todos hacemos la vista gorda de manera mucho más escandalosa que la que osó el gobierno del estado de Victoria en Australia, que simplemente quiso asegurar el espectáculo y el éxito comercial en su evento deportivo más trascendente, haciendo una excepción a la regla con Djokovic, sin pensar que el bochorno que debía ser pasajero se convertiría en un incómodo escándalo mundial.
Fernando A. Tapia participa en Pauta de Juego, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 12:30 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en PAUTA.cl.