Crisis de negro
“No pasó más de una semana de la eliminación del mundial y explotó una nueva crisis”, dice Fernando A. Tapia: “Decir que el fútbol chileno enfrenta un nuevo trance no constituye noticia”.
No pasó más de una semana de la eliminación del mundial y explotó una nueva crisis en el fútbol chileno. A esta altura ya no es novedad, porque peligrosamente nos hemos acostumbrado al desorden, al escándalo, a la turbiedad y al estado casi terminal de una actividad que se ha mantenido sin control externo, pese a las esquirlas que en Chile dejó el FIFA Gate y la corrupción campante que tocó a los más altos directivos, pero del que sólo se tuvo que hacer responsable Sergio Jadue, el que dicho sea de paso sigue postergando la lectura de su sentencia en Estados Unidos.
El último capítulo lo han protagonizado los árbitros, enfrentados al liderazgo del exjuez argentino Javier Castrilli, contratado por la directiva de Pablo Milad para encabezar la comisión de arbitrajes de la ANFP y desde ahí un necesario proceso de reforma para mejorar el nivel de los hombres de negro, objetivamente una labor urgente dado los errores y horrores constantes de los cuales son testigos semana a semana hinchas y el medio futbolístico en general.
¿Podría alguien discutir que es necesario cambios en el arbitraje y mejorar el nivel?. No. El tema es ¿Era Castrilli el hombre adecuado para encabezar el proceso?. Todo indica que no, especialmente porque jamás, ni siquiera en su país, tuvo antes la experiencia de un trabajo como éste.
Cuando su nombre fue anunciado hace seis meses se apeló a la experiencia que el exárbitro ganó durante su carrera, la que estuvo marcada por una fuerte personalidad y un estilo duro, estricto y apegado a rajatabla al reglamento. El juez de hierro, le decían. Durante un largo tiempo de cesantía, se transformó en un personaje atractivo para los medios de comunicación de todo el continente, que lo llamaban cada vez que había una polémica arbitral en alguna de las competencias internacionales. Directo y frontal, no se guardaba nada a la hora de criticar a excolegas, y de paso sugería sospechas respecto de la transparencia en el manejo de referato continental, encabezado por el brasileño Wilson Seneme, el poderoso presidente de la comisión de árbitros de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol).
Agobiado por las críticas a su gestión, Pablo Milad -o alguno de sus asesores de alta influencia- pensó en Castrilli como un buen nombre para acallar algunas de las voces que lo recriminaban por interrumpir el proceso de Enrique Osses, el que terminó trabajando en México, y tras un breve paso de Jorge Osorio a la cabeza de los jueces chilenos, determinó que el argentino era la persona adecuada para la labor de llevar a cabo la necesaria reforma.
Los árbitros recibieron con sorpresa el nombramiento, y de inmediato surgieron reparos por la llegada de alguien sin experiencia en la labor requerida e incluso desactualizado con el reglamento, como lo hacían trascender varios jueces a la prensa. Ante los medios Castrilli se maneja como pez en el agua. Las polémicas les resbalan y sin duda que el personaje era una buena solución para ponerlo en la primera línea cada vez que surgieran cuestionamientos al arbitraje, de tal manera que la figura de Milad quedara absolutamente protegida, con un escudo de protección como el que representa el argentino.
El problema es que en ese afán, el presidente de la comisión de árbitros no dudó en exponer públicamente a sus propios dirigidos, incluso aclarando jugadas en sus redes sociales en los que reconocía los errores, anunciado a los cuatro vientos sanciones para el juez en desgracia.
Esto sin duda le generó enemigos internos, árbitros que vieron en él una amenaza. Quedó aislado y buscó aliados en árbitros de su época, entre ellos algunos vinculados al tristemente célebre “club del póker”. En seis meses el nivel del arbitraje no ha mejorado, todo lo contrario. Pese a tener la tecnología del VAR a disposición, hemos sido testigos de que la mano de Castrilli de poco y nada ha servido. Peor aún, tal como denunció la revista “Tribuna Andes”, hay serias sospechas de una intervención indebida y a distancia en el polémico partido de la liguilla de la permanencia entre Huachipato y Copiapó, y que terminó favoreciendo al equipo del Biobío, de fuerte influencia en el consejo de presidentes.
La gota que rebalsó el vaso fue una supuesta intervención al interior del sindicato de árbitros, cuya directiva estaba siendo fuertemente cuestionada por los socios, debido a la falta de transparencia en el uso de los fondos del gremio. Acusan los árbitros que Castrilli hizo todo por evitar la censura de la mesa, la que finalmente terminó renunciado a sólo horas de enfrentar un proceso de expulsión. Tras eso se determinó exigir la salida del argentino de la comisión de árbitros de la ANFP, con la amenaza de una paralización, ante lo cual el juez de hierro respondió con el despido masivo de 11 árbitros.
Aún compartiendo que el nivel técnico de los jueces es deficiente, es inverosímil que la decisión tenga que ver con la bullada reestructuración que busca mejorar el arbitraje. Sobre todo tras las declaraciones del propio Castrilli en Pauta de Juego hace apenas un mes, donde señaló que el arbitraje chileno “pasaba por uno de sus mejores momentos”. ¿Cómo puede cambiar tanto de opinión en apenas cuatro semanas?.
Lo cierto es que el trasandino incurrió en una práctica anti sindical, porque coincidentemente los árbitros exonerados fueron quienes alzaron la voz en asambleas internas con críticas al manejo de Castrilli. Una vendetta, simplemente. Por si fuera poco todo ocurrió mientras el presidente del fútbol chileno se encontraba en Catar, para el sorteo de la Copa del Mundo y de paso recibir el título de tercer vicepresidente de Conmebol. Es decir, mientras la pradera se incendiaba, Milad figuraba en lujosos hoteles del emirato, ejerciendo la diplomacia del fútbol y sin demostración alguna del sentido de urgencia que ameritaba la situación.
Mal que mal es el cargo de presidente de la Federación el que le permite ser parte de la plana ejecutiva del fútbol sudamericano, y de paso cobrar su salario. A su llegada al país apagó el fuego con bencina al declarar que los árbitros estaban actuando en defensa de los exonerados por “amiguismo” y “nepotismo”. Curiosa declaración viniendo del presidente de la ANFP, precisamente una organización donde rara vez se recurre a los concursos públicos para la contratación de profesionales. De hecho el propio Milad llevó a su amigo, el general en retiro de Carabineros Héctor Salazar y exjefe de la zona Maule, donde el dirigente fue Intendente, al cargo de jefe de seguridad de la corporación.
Los árbitros en asamblea resolvieron con aplastante mayoría una paralización de actividades, exigiendo la salida de Castrilli y su séquito, desatando una nueva crisis.
Otra más como la que ocasionó hace una semana la eliminación del mundial; y antes las denuncias de arreglos de partidos; o el escándalo del fútbol escritorio y las denuncias por dobles contratos; o anteriormente la detención del fútbol formativo; o la que provoca la decisiva influencia de los representantes de jugadores en el consejo de presidentes; o las ocasionadas por las pérdidas económicas en clubes y ANFP, o la crisis ética por el caso de suplantación de identidad sin castigo interno y, así, un largo etcétera que parece no tener fin. Decir que el fútbol chileno enfrenta un nuevo trance no constituye noticia. Tristemente es el pan de cada día.
Fernando A. Tapia participa en Pauta de Juego, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 12:30 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en PAUTA.cl.