¿Qué hay detrás de la Finalissima?
“Los presidentes de Conmebol y la UEFA han dicho que tras esta primera “Finalissima” no hay codicia ni egoísmo, sino que un legítimo deseo de seguir fomentando el desarrollo del fútbol”, dice Fernando A. Tapia.
La selección de Argentina, vigente campeón de América, de la mano de su súper estrella Lionel Messi, goleó 3 a 0 a Italia, campeón de Europa, en el mítico estadio de Wembley, en Londres. El partido que reunió a los monarcas de ambos continentes, los únicos de donde hasta ahora han salido los campeones mundiales, fue bautizado como la “Finalissima” en un acto de marketing que concretó el comienzo de una alianza entre las dos confederaciones más poderosas afiliadas a la FIFA: La Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) y la Unión Europea de Asociaciones de Fútbol (UEFA). En rigor no es una idea tan novedosa, ya que tanto en 1985 como en 1993, los campeones de ambos continentes se enfrentaron en la que se denominó la Copa “Artemio Franchi”.
La FIFA vio que el negocio se podía ampliar y sumó al calendario oficial un torneo en el que se agregó a los campeones de los otros continentes, y que se realizaba cada cuatro años justo antes del mundial y en la mismo país organizador de la Copa del Mundo. Es lo que conocimos como la Copa Confederaciones, la misma en la que Chile participó en 2017 en Rusia llegando a disputar la final con Alemania. El equipo germano fue el último en alzar ese trofeo ya que en 2019 la FIFA decidió suspenderlo definitivamente, según la versión oficial, debido al exigente calendario que lo enfrentaba a los reclamos de los poderosos cuadros europeos, y porque además con ocasión del mundial de Catar, el evento simplemente era impracticable dada las circunstancias que para el desarrollo de las competencias tuvo la pandemia en todo el mundo. Sin embargo, también, lo que se buscaba con esta decisión no era otra cosa que abrir espacio para concretar el deseo del presidente de la FIFA, el suizo Gianni Infantino: los mundiales cada dos años.
El máximo dirigente del fútbol mundial no escatimó esfuerzos en lograr apoyos de las distintas federaciones para esta idea, pero encontró en Sudamérica y Europa una férrea oposición. La razón de la Conmebol y la UEFA es muy simple: estiman que un mundial cada dos años atentaría gravemente con sus principales torneos de selecciones como son la Copa América y la Eurocopa.
Todo esto en el marco de la crítica que con fuerza ha comenzado a surgir desde el sindicato mundial de futbolistas (FIFPRO) por la carga de partidos a los que crecientemente están siendo sometidos los jugadores, llegándose a plantear que se debería establecer un máximo de 55 partidos al año para salvaguardar el físico de los profesionales del fútbol. La industria de este deporte está viendo mermados sus ingresos por derechos televisivos, los que según algunos especialistas estaría llegando a su techo. No en vano hace un año la gran polémica la protagonizó el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, quien llegó a plantear la idea de la creación de una Superliga europea, en la que se eliminaba el mérito deportivo para la selección de sus participantes, reservándose la instancia sólo a equipos poderosos que permitieran elevar los ingresos por derechos comerciales y especialmente las audiencias en todo el planeta.
La idea fue rechazada por la FIFA y la UEFA, que vieron también una amenaza para sus competencias de selecciones y especialmente la Champions League, torneo donde los clubes deben renunciar a sus propios patrocinadores para privilegiar a los que negocia la Unión Europa de Asociaciones. Como vemos una disputa comercial, que suma un nuevo capítulo con esta alianza entre Sudamérica y Europa que ahora amenaza con desencadenar una contienda planetaria, ya que el partido disputado en Londres entre Argentina e Italia es sólo el comienzo de un pacto más amplio que podría llevar a las selecciones sudamericanas a ser incluidas en la Liga de Naciones Europeas a partir de 2023, competencia creada por la UEFA para brindarle carácter oficial a los partidos que antes eran meros amistosos en fechas FIFA.
Precisamente en Londres se inauguró en abril pasado una oficina de coordinación Europa-Sudamérica, cuestión que no fue vista con buenos ojos por la propia FIFA. Es más, Gianni Infantino fue el gran ausente en el estadio de Wembley para la “Finalissima”. Por cierto esto no fue casual, ya que en las confederaciones de Asia, África, Oceanía y la del Norte, Centroamérica y el Caribe vieron en esta final de Argentina e Italia como una fiesta ajena a la que jamás podrán ser invitados. De hecho el presidente de CONCACAF, el canadiense Víctor Montagliani, recalcó la contradicción de haberse opuesto a una Superliga de clubes, pero sí aceptar en los hechos la creación de lo que denominó una “Súper Confederación”, lo que según él va en contra del espíritu global que debe tener el fútbol.
Los presidentes de Conmebol y la UEFA han dicho que tras esta primera “Finalissima” no hay codicia ni egoísmo, sino que un legítimo deseo de seguir fomentando el desarrollo del fútbol. Paradojalmente los mismos argumentos que esgrimió Florentino Pérez con su idea de la Superliga europea de clubes, rechazada de plano por quienes hoy impulsan una alianza similar pero a nivel de selecciones. El presidente del Real Madrid planteaba una discriminación económica, mientras que los dirigentes de Sudamérica y Europa proponen en los hechos una exclusión geográfica. En el medio de todo ha quedado la FIFA, una organización que tras los escándalos de corrupción ha visto mermada su autoridad y poder, porque su reputación ya la había extraviado mucho antes.
Fernando A. Tapia participa en Pauta de Juego, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 12:30 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en PAUTA.cl.