La era del “Toto”
“Berizzo sabe bien lo nefasto que puede llegar a ser la mezcla de los intereses de los dirigentes con los dividendos que arroja la selección”, dice Fernando Tapia: “Mantenlos a distancia “Toto”, especialmente a los nuevos dueños del fútbol chileno, que son los representantes de los futbolistas”.
Si bien ya estuvo sentado en el banco de la selección el pasado mes de junio en la gira asiática, en la que Chile se enfrentó en partidos amistosos ante Corea del Sur, Túnez y Ghana, lo cierto es que es ahora, cuando la Roja se mida ante Marruecos y Catar, en la que podremos comenzar a medir la mano de Eduardo Berizzo como el nuevo entrenador de equipo nacional.
En los tres encuentros anteriores, el “Toto” debió asumir una nómina que no fue confeccionada por él, y simplemente se puso el buzo ante la premura del tiempo y la emergencia de la situación. Tres meses después de aquello, esta vez si, el argentino de 52 años, que entre el 2007 y el 2010 fue el ayudante técnico de Marcelo Bielsa en el inicio de la generación dorada, será quien encabece un nuevo proceso en el que hay cifradas altas expectativas.
Lo primero que hay que hacer es olvidarse de una buena vez de esa falsa ilusión de que aún es posible clasificar por la ventana al mundial de Catar. A esta altura, la acción legal que Pablo Milad y el abogado Carlezzo insisten en mantener vigente, llevando el caso al TAS sin posibilidades objetivas de éxito, sólo consiguen desviar el foco de lo importante, además de acrecentar las antipatías en el vecindario futbolístico y en la propia FIFA.
La selección debe poner desde ahora su mirada en la próxima clasificatoria con vistas a la Copa del Mundo de Estados Unidos, Canadá y México, asumiendo con seriedad un nuevo proceso que tiene por delante el objetivo de volver a instalar a la Roja en un sitial que fue perdiendo de manera consistente desde el 2017. Ese año Chile fue finalista de la Copa Confederaciones, pero tras ello sumó dos rotundos fracasados, al haber quedado eliminado de los mundiales de Rusia y Catar. Tras el paso de Juan Antonio Pizzi, cuya última etapa marcó el inicio del declive, vinieron otros dos entrenadores: el colombiano Reinaldo Rueda y el uruguayo Martín Lasarte. El resultado fue el mismo, ya que ninguno de ellos pudo detener la caída.
Durante los últimos cinco años, el medio futbolístico y los hinchas, hemos convivido con la expectativa de que la generación dorada iba en algún momento revivir los éxitos del pasado. No fue así. Sin embargo la columna vertebral del equipo bicampeón de América continúa vigente en la Roja, y nadie jamás podrá borrar sus nombres de los libros de historia. Su aporte sigue siendo necesario, y sin duda ellos serán los encargados de empujar el carro en el inicio del próximo ciclo clasificatorio. Pero también ha llegado el momento de iniciar una nueva etapa en la que paulatinamente otros deberán ir asumiendo el esperado recambio. En Chile no no sobra nadie ni nada, por eso no se trata de forzar la renovación. Pero sí es perentorio que el nuevo entrenador se esmere en encontrar otros nombres, que brinde posibilidades a jugadores jóvenes, que haga mejores a los de edad intermedia y, especialmente, rompa la inercia que arrastra el equipo desde el 2017.
La lista de convocados que entregó Eduardo Berizzo, como hemos dicho la primera de su autoría, ya debió enfrentar críticas de aquellos que esperaban desde ya un mensaje de mayor renovación. Pero el tiempo juega en contra, porque las clasificatorias para el 2026 podrían comenzar en marzo próximo, es decir en menos de seis meses.
Sin muchas fechas FIFA disponibles en ese periodo, es de toda lógica que Berizzo recurra a varios de los ya conocidos, asumiendo que más allá de los nombres propios, su prioridad es hoy encontrar un funcionamiento y especialmente instalar su propia huella en el seleccionado nacional. Y es aquí donde reside su principal desafío. La selección necesita con urgencia volver a tener una identidad. Responder a la pregunta básica: ¿A qué juega Chile? Algo que lamentablemente no ha tenido respuesta en los últimos años y que, por consiguiente, nos ha llevado al fracaso.
Los equipos modernos necesitan de velocidad e intensidad, aspectos no transables si el objetivo es competir en el alto nivel. Y de eso se trata: volver a competir. En este sentido, la elección de los nombres o la edad de los futbolistas es secundario. Ese debate está superado por la urgente necesidad de encontrar una nueva impronta.
Eduardo Berizzo inicia un nuevo proceso en la selección con el objetivo medible de llevar a la Roja a un nuevo mundial, pero también será importante el cómo, sobretodo si para la Copa del 2026 y el aumento de los cupos, la tarea se ve mucha más accesible.
Por último un modesto consejo. Como asistente de Bielsa en su paso por Chile, Berizzo sabe bien lo nefasto que puede llegar a ser la mezcla de los intereses de los dirigentes con los dividendos que arroja la selección. Por eso, no está demás reiterar la advertencia. Mantenlos a distancia “Toto”, especialmente a los nuevos dueños del fútbol chileno, que son los representantes de los futbolistas. ¡Suerte y a la cancha!.