Columna de Fernando A. Tapia: “El IPC del fútbol”
“La experiencia estadio es un desastre. El torneo es mediocre, las canchas a veces dan pena, los servicios higiénicos en muchos casos son un asco”, dice Fernando Tapia.
Hablemos un poco de economía. Del índice de precios del consumir, el famoso IPC. La cifra que mes a mes da conocer el Instituto Nacional de Estadísticas y que da cuenta de la variación del costo de los bienes y servicios.
Un indicador que se sigue con gran atención por los agentes económicos, analistas y, por cierto, los millones de consumidores que viven preocupados por la inflación, el aumento en el valor de las cosas que compramos para el diario vivir.
Usted se preguntará ¿qué tiene que ver todo esto con el fútbol?. Bueno, resulta que para obtener este valioso dato, el INE determina una canasta básica, que equivale exactamente a 303 productos y servicios de consumo promedio de las familias chilenas: pan, huevo, aceite, frutas, verduras, las tarifas del agua, electricidad, gas, transporte público y un largo etcétera, en donde también está incluido el precio de las entradas a espectáculos deportivos, dentro de los cuales, lo más relevante, está relacionado con el fútbol profesional. Y es aquí donde encontramos una desagradable sorpresa.
En su último informe, correspondiente a la medición del mes de mayo, el Instituto Nacional de Estadísticas estableció que los boletos para ir al estadio encabeza el ranking de mayor variación de los últimos 12 meses.
En otras palabras, entre los más de 300 productos y servicios, el precio de las entradas es lo que más se ha encarecido. La cifra es una locura: en relación con el año pasado, ir a un espectáculo deportivo resulta hoy un 46% más caro. El dato no tiene relación alguna con la inflación acumulada en el mismo periodo, que alcanza un 8,7%. Es evidente que las cosas están más caras, y que cada vez nos encontramos con precios más altos, pero lo que muestra la medición oficial en relación con el fútbol es un despropósito y está más emparentado con el abuso.
Los clubes, que finalmente fijan el costo de los boletos, no han tenido consideración alguna con los hinchas, aprovechándose de que la demanda no está relacionada con la calidad del producto, en este caso con el nivel del espectáculo, sino que más bien obedece a eso tan romántico que llamamos pasión y fanatismo. Porque, la verdad, no es que el nivel de nuestra competencia se haya elevado tanto en un año como para cobrar lo que cobran. Todo lo contrario. La experiencia estadio es un desastre. El torneo es mediocre, las canchas a veces dan pena, los servicios higiénicos en muchos casos son un asco, y ni hablar de los graves problemas de seguridad que el fútbol chileno no ha podido resolver. Si vuelves a casa sano y salvo o sin una mala vivencia, es casi un milagro.
El hincha verdadero recibe palos por todos lados. Se queja, pero carece de métodos de presión más efectivos, porque finalmente sucumbe ante la imperiosa necesidad de acompañar a su equipo. ¿Y cómo responden los dirigentes? Les cobran más caro. Es como si quisiera ahuyentarlos aún más. Y no sólo con el precio de las entradas, también con las programaciones.
Esta misma semana ocurrió un hecho impresentable. Huachipato, equipo que se jugaba el liderato del torneo de primera división, recibió a Magallanes en su estadio. El encuentro fue fijado el lunes a mediodía. ¡Lunes a mediodía!. ¿Se puede creer?. ¿Nadie acaso pensó en los hinchas? Está claro que no. No les importó. La cosa era sacarse el cacho del encuentro pendiente, para que siga rodando la rueda del negocio. No sería malo por parte de los dirigentes un poco más de consideración. Sáquense un rato las manos de los bolsillos y póngaselas en el corazón.