“El tufillo de una nueva maniobra comunicacional se percibe a los cuatro vientos. Por eso, ante tanto anuncio y promesa, cuesta creer”, dice Fernando Tapia.
Columna de Fernando Tapia: “Cuesta Creer”
Fue el 6 de junio de 2020. Pablo Milad, entonces candidato a la presidencia de la ANFP, declaró que uno de sus principales objetivos sería transparentar quiénes son los verdaderos dueños de los clubes y quiénes además son los socios en las diferentes empresas tras las propiedades.
Trece meses después de esa declaración, ya instalado en el sillón principal de Quilín, prometió una profunda y revolucionaria renovación de los estatutos, poniéndole límites a los representantes de futbolistas en el control de los equipos profesionales.
Después de tres años de gestión todo ha sido letra muerta, frases para la galería y promesas incumplidas. Todo ha quedado reducido a simples estrategias comunicacionales, que se renuevan cada vez que explota algún escándalo que vuelve a poner en el debate público las razones estructurales que tienen al fútbol chileno en crisis.
La historia se repite con ocasión de las esquirlas que ha dejado el reportaje de Informe Especial. El presidente de la ANFP ha tenido que salir de su escondrijo, presionado por la reacción mediática, y especialmente por los anuncios de acciones concretas provenientes de los ministerios de Deportes y Justicia.
El poder político, que también está en deuda con el fútbol, asegura que, ahora sí, avanzará en la olvidada reforma a la ley de las sociedades anónimas, impulsará la separación de la ANFP con la Federación, legislará para prohibir la propiedad de los agentes de futbolistas en los clubes, y fiscalizará el financiamiento de la actividad a través de las casas de apuestas en línea, consideradas como ilegales por la Superintendencia de Casinos y Juegos.
Las declaraciones del ministro de Justicia, Luis Cordero, por primera vez, dejaron la sensación entre los dirigentes que la cosa puede ir en serio. El secretario de Estado señaló que la ANFP podría perder la personalidad jurídica. El tiempo dirá cuántas de estas cosas finalmente serán abordadas y se concretarán. Hay razones muy atendibles para ser escépticos.
En el Senado, la reforma a las sociedades anónimas duerme desde hace cinco años. Es la mejor comprobación de la capacidad de lobby de los dueños de clubes. Pablo Milad, que, tras varios días de silencio, rebatió públicamente un comunicado de la propia ANFP, confirmando la existencia de la multipropiedad en el fútbol chileno, dijo luego que había que ser transparente y buscar nuevas herramientas legales para aclarar quienes realmente están detrás de los clubes. ¡Qué curioso! Lo mismo que declaró hace tres años, sin que en todo este tiempo hiciera algo en serio para avanzar en esta materia. Como dicen por ahí, del dicho al hecho hay mucho trecho.
Las declaraciones del presidente del fútbol chileno tienen una explicación, porque Milad sí hizo algo para enfrentar la crisis. Algo pensando en su imagen y en su supervivencia en el cargo: contrató una nueva asesoría, a una empresa conocedora de los vaivenes políticos, con las que aspira a salir del difícil trance en que ha quedado producto de su propia incapacidad. No sabemos si financiada con su propio bolsillo o a cuenta de las alicaídas cuentas de la ANFP. El tufillo de una nueva maniobra comunicacional se percibe a los cuatro vientos. Por eso, ante tanto anuncio y promesa, cuesta creer.