Columna de Fernando A. Tapia: “Mundial a los tumbos”
“Si Berizzo logra llegar a fin de año sin que antes sea cesado por resultados adversos, contará con una nueva ventana de tiempo donde, esta vez, debería enmendar su principal error: el de no haber aprovechado el tiempo para probar más alternativas y buscar otras respuestas”, dice Fernando A. Tapia.
Un punto de seis. Esa es la cosecha de la Selección Chilena en los dos primeros partidos de las clasificatorias para el Mundial de 2026. Derrota con Uruguay en Montevideo, y empate con Colombia en Santiago.
Estadísticamente la producción es mediocre, pero en el análisis más profundo, al sólo comparar los planteles y la jerarquía de los futbolistas de nuestros primeros dos rivales, habrá que reconocer que los resultados son hasta lógicos. De hecho, con Eduardo Berizzo en el banco, Chile no hizo nada muy distinto a lo que consiguieron otros entrenadores en las tres clasificatorias anteriores con los mismos oponentes.
Frente a Colombia de local, por ejemplo, la Roja perdió con Borghi a la cabeza, también en el Monumental, camino a Brasil 2014. Con Sampaoli en la banca, en el frustrado proceso de Rusia 2018, fue empate en el Nacional. Y en el fracasado camino a Qatar 2022, en plena pandemia, la Selección igualó en Ñuñoa siendo Rueda el técnico.
Ahora, en el último partido con el que se cerró la primera fecha doble, al menos quedó la sensación que con mucho menos en relación con los procesos pasados, el equipo pudo perfectamente ganar, y eso le brinda a Berizzo otra vida como seleccionador nacional.
Gracias al Presidente de la FIFA, Gianni Infantino, que en su afán de capturar más votos de países africanos y asiáticos, disfrazado con el discurso de hacer el fútbol una fiesta más universal, decidió que la próxima Copa del Mundo entregará 48 cupos para la cita máxima del 2026, el panorama no se ven tan desastroso. Porque en la práctica significa que Sudamérica tendrá una representación inédita de seis países, pudiendo ser siete, ya que se mantiene la opción de repechaje para quien remate en el séptimo lugar de las clasificatorias.
Este es un regalo para el fútbol chileno, que atraviesa por una de las peores crisis de su historia. En un ejercicio extremo de sinceridad, quizás demasiado por la pasión que despierta el fútbol, Eduardo Berizzo transparentó sus cálculos. Sabe que Chile no está en condiciones de competir con Brasil, Argentina, Uruguay y que selecciones como la de Ecuador y también la de Colombia, poseen potencialmente planteles más generosos que Chile en este momento.
Nuestro objetivo, por tanto, será luchar por el cupo y medio en la tabla paralela que tendremos que armar junto con Perú, Paraguay, Venezuela y Bolivia. No se trata de mediocridad, sino de realismo. Tampoco de resignación, sino de pragmatismo. Pero para lograr el objetivo, el proceso no admite caídas ante los rivales directos, especialmente de local.
Por eso, el oxígeno que supone, el de haber evitado el desastre ante Colombia y de paso matizar la triste presentación en Montevideo en el debut, sólo se sostiene si el equipo gana en octubre a Perú en Santiago y luego suma contra Venezuela de visita.
Luego, en noviembre, Chile se medirá con Paraguay de local, otro rival directo, y con Ecuador en Quito. Si Berizzo pasa esta barrera, y logra llegar a fin de año sin que antes sea cesado por resultados adversos, contará con una nueva ventana de tiempo donde, esta vez, debería enmendar su principal error: el de no haber aprovechado el tiempo para probar más alternativas y buscar otras respuestas. El camino al Mundial 2026 será a los tumbos.