Columna de Fernando Tapia: “Rojos de vergüenza”
“Berizzo debió renunciar la misma noche del desastre ante Venezuela. Y en su defecto la máxima autoridad directiva debió exigirle el paso al costado”, dice Fernando Tapia.
En tiempos normales una derrota como la sufrida ante Venezuela hubiese significado el fin inmediato del ciclo técnico que encabeza Eduardo Berizzo. Porque hay formas y formas de perder, y la Selección Chilena cayó de la peor manera. Jamás la Roja había recibido una paliza futbolística ante la “Vino tinto” como la ocurrida en Maturin. Mucho menos que desde la tribuna cayeran los “oles” de los hinchas locales.
Pese a que un cambio de entrenador no asegura que la historia se revierta, porque a fin de cuentas los jugadores siempre serán los máximos responsables de lo que ocurre en la cancha, hay una realidad en el fútbol que no se puede cambiar: el entrenador debe asumir la responsabilidad de tan brutal bochorno. El ciclo de Berizzo quedó herido de muerte. Difícilmente sobrevivirá, porque en Venezuela perdió incluso aquellos exiguos respaldos que pudo generar luego del empate ante Colombia y la victoria frente a Perú.
Será muy difícil borrar el desastre. Es cierto que hubo una cadena de situaciones y errores que marcaron la derrota: la lesión de Diego Valdés; el resbalón de Paulo Díaz en el primer gol; y la inexcusable, infantil e irresponsable expulsión de Marcelino Núñez. La Selección necesita un cambio de aire que al menos renueve la expectativa de la gente, que alimente la esperanza y recupere en algo la credibilidad en la empresa de llegar al Mundial. Ciertamente que el problema no es sólo de crédito e imagen. Pero el proceso está estancado, y en este escenario no queda otro camino que intentar otra fórmula.
Una derrota como la de este martes lo hacen insostenible e indefendible. Es verdad también que Berizzo no puede cargar con todos los males del fútbol chileno. Porque habrá que reconocer que el nivel de la Selección es fiel reflejo de la crisis por la que atraviesa el medio. Hay problemas estructurales que finalmente se reflejan en la cancha, y esto quizás es lo más grave. Porque quien dirige el fútbol sigue diciendo que no existe tal crisis. Si el Presidente del Fútbol chileno fue incapaz de dar un paso al costado tras el impresentable manoseo de que fue objeto el país a manos de la FIFA y los socios poco confiables de Conmebol ¿qué queda para el entrenador? ¿Acaso simplemente no sigue el ejemplo de Milad? ¿Queda alguien con algún grado de dignidad en la ANFP y la Federación?
Berizzo debió renunciar la misma noche del desastre ante Venezuela. Y en su defecto la máxima autoridad directiva debió exigirle el paso al costado. En rigor, ambos deberían marcharse en el actual escenario. Por el bien del fútbol chileno. Pero este es un país que se mal acostumbró a que nadie asuma su responsabilidad. Con Berizzo, pero especialmente con Milad, seguimos en caída libre. El caos es total. Dentro y fuera de la cancha. La dura y bochornosa derrota ante Venezuela nos dejó rojos, rojos de vergüenza.