Columna de Fernando Tapia: “Una oportunidad de oro”
“No puede pasarnos que las instalaciones construidas y remodeladas se transformen luego en elefantes blancos, abandonados por el desuso, como le ha pasado a otros países tras eventos como éste”, dice Fernando Tapia.
Aun cuando llevamos apenas unos días de competencia, los Juegos Panamericanos de Santiago 2023 ya pueden sacar cuentas muy positivas para el país. Más allá de las medallas del Team Chile, lo cierto es que el evento ya se puede calificar como de un total y absoluto éxito en varios aspectos. De partida cambió la temperatura y el estado de ánimo del país. Hacía falta algo que uniera a todos los chilenos y nos diera un respiro en un ambiente de confrontación en el que estábamos sumidos.
Los Juegos han sido una pausa, un acto ecuménico, de unión, que ha permitido dejar de lado, al menos por estos días, el clima tóxico que hemos respirado los chilenos en los últimos años. Una vez más el deporte ha venido al rescate para recordarnos que sí se puede estar todos del mismo lado. Los recintos repletos, el apoyo de la gente a todos nuestros deportistas, el respeto y admiración por los atletas extranjeros, y la atmósfera positiva que se vive en los lugares de competencia ha sido sencillamente fantástico.
El estallido social y la pandemia pusieron piedras en el camino. También los errores en la administración en la Corporación que dirige los Juegos instalaron dudas respecto de la capacidad para llegar a tiempo con la infraestructura. Afortunadamente, se corrigió oportunamente, y más allá de algunos detalles, lo cierto es que los recintos deportivos construidos y remodelados para el evento han sido un motivo de orgullo.
Lo dicen los propios deportistas y medios de prensa acreditados extranjeros, que por cierto tienen la experiencia para compararlos con otros grandes eventos deportivos. La Villa Panamericana ha sido aplaudida por los atletas, sin grandes lujos pero extraordinariamente funcional para los deportistas, que saben que en los juegos nadie pretende vivir temporalmente en un hotel cinco estrellas. Para Chile ha sido pura ganancia. Y plantea un desafío futuro para las autoridades. La masiva presencia de las familias en los recintos, con muchos niños y niñas disfrutando, supone una oportunidad inmejorable para provocar un profundo impacto en la cultura deportiva del país.
Los Juegos dejarán una infraestructura de lujo que debemos saber aprovechar. El talento de los grandes deportistas que hoy podemos ver de cerca puede ser un foco de inspiración para las futuras generaciones. El estado tiene la obligación de promover una política permanente de promoción del deporte.
Apoyar con más consistencia y convicción el desarrollo de las diversas disciplinas. Después de los Juegos, Chile no puede dejar que esto sea apenas una moda, una acción pasajera motivada por el entusiasmo que hoy nos llena de emoción con cada medalla que logra alguno de los nuestros.
Y sobre todo ponerse como desafío inmediato planificar el siguiente paso, que será darle eficiente uso a los recintos deportivos que hoy nos enorgullecen ante todo el continente. No puede pasarnos que las instalaciones construidas y remodeladas se transformen luego en elefantes blancos, abandonados por el desuso, como le ha pasado a otros países tras eventos como éste. Debemos aprovechar esta oportunidad de oro.