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Columna de Fernando Tapia: “Berizzo, sin margen de error”

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POR Francisco Gomez |

“Finalizada la fecha doble, las clasificatorias tendrán una pausa de casi diez meses. Entremedio habrá un Preolímpico y una Copa América. Los dirigentes saben que es una ventana que permite un cambio de ser necesario. Y el entrenador también lo entiende”, dice Fernando Tapia.

Con los partidos con Paraguay, en Santiago, y Ecuador, en Quito, se cerrará el año futbolístico para la Selección Chilena. De los resultados de estos encuentros dependerá que Eduardo Berizzo siga siendo el entrenador de la Roja. Especialmente del primer choque ante los “guaraníes”, un rival directo, y que viene con bajas sensibles. Chile está obligado ganar ese partido en casa, para después intentar sumar de visita ante los ecuatorianos, que hace rato viven un mejor presente y que asoman como un rival durísimo en la carrera al mundial.

De hecho, no es posible exigir demasiado para ese choque en Quito si pensamos que incluso en épocas pasadas, con la generación dorada absolutamente vigente, no se pudo sumar de a tres en condición de forastero. Complicado. Por eso las expectativas para que el proceso siga con vida, aunque conectado a un respirador artificial, pasa primero por una victoria ante Paraguay.

Hoy la Selección aparece octava en la tabla de posiciones, fuera de zona de clasificación, con apenas cuatro puntos en igual número de partidos. El balance es mediocre, y la medalla de plata en los Panamericanos no alcanzó para aliviar la crítica hacia el trabajo del entrenador.

En la conferencia de prensa previa a esta nueva fecha doble, Eduardo Berizzo dijo sentir indignación cada vez que en el medio se pone en tela de juicio su continuidad. Se preguntó por qué se habla, según él, con tanta liviandad de su trabajo y reconoció el desagrado que le produce escuchar voces que piden su salida. En términos generales, su reacción puede considerarse natural, hasta lógica.

Nadie recibe con agrado las críticas. Pero en este caso no se trata de un acto gratuito y en contra de su persona, sino de un análisis que simplemente incorpora una vieja máxima en el fútbol: no hay proceso que se sostenga sin resultados. Y hasta ahora la era Berizzo está en deuda.

Nadie debe desear la cesantía de otro. Pero los entrenadores, y bien lo sabe el técnico de la Selección, conviven con ese fantasma. En este sentido no es una labor cualquiera, ni tampoco se trata de un trabajador común y corriente, sino uno que cuenta con múltiples privilegios, entre ellos un salario muy, pero muy por sobre la media.

Por eso no hay excusas, independiente que la valoración de su aporte también debiera incorporar otros elementos, como por ejemplo el valor agregado que entregue al equipo. Y esto, que es más subjetivo, tampoco arroja señales muy auspiciadoras. Porque menos aún se pueden responder algunas preguntas básicas para moderar los cuestionamientos: ¿A qué juega Chile?; ¿Cuál es la impronta del equipo?; ¿Ha promovido realmente la renovación del plantel? Quizás en esta última convocatoria hay una señal. Berrizo convocó a nueve jugadores que estuvieron en los Panamericanos, y dejó fuera a otro de los históricos, Charles Aránguiz.

Finalizada la fecha doble, las clasificatorias tendrán una pausa de casi diez meses. Entremedio habrá un Preolímpico y una Copa América. Los dirigentes saben que es una ventana que permite un cambio de ser necesario. Y el entrenador también lo entiende. Berizzo está sin margen de error.