Columna de Fernando Tapia: “Copa Libertadores, una lucha desigual”
“No es sólo una cuestión futbolística, que desde luego cumple un factor relevante. Las abismales diferencias de presupuestos han acrecentado el distanciamiento de Brasil en relación con el resto. Si los grandes de Argentina sienten que se le hace cada vez más difícil competir, imaginen qué queda para los nuestros”.
Esta semana se dio el puntapié inicial a la fase de grupos de la Copa Libertadores de América. La edición número 65 del torneo de clubes es ya histórica para el fútbol chileno, porque por primera vez cuatro equipos nacionales dirán presente entre los 32 de la etapa inicial: Colo Colo, Huachipato, Cobresal y Palestino. Ahora bien, la pregunta es: ¿qué podemos esperar de ellos? La respuesta no admite otra cosa que un mero deseo.
Ojalá sean capaces de competir y lograr con algo de suerte pasar una o dos rondas. Eso ya sería un gran avance, incluso se podría considerar un éxito dada la realidad por la que atraviesa nuestra actividad. Soñar no cuesta nada, pero pensar en el título es simplemente utópico. Imposible diría. La Copa se mira y no se toca, fue la frase que por casi tres décadas acuñaron los equipos de la costa atlántica para mofarse de la incapacidad de los clubes del pacífico. Hasta que el Atlético Nacional de Colombia rompió el maleficio en 1989, en pleno apogeo del Cartel de Medellín, aunque esa es otra historia.
Colo Colo en 1991 fue el segundo de la lista para los que compartimos el mismo océano, y luego vinieron los títulos de Once Caldas de Colombia en 2004, Liga de Quito en 2008 y Atlético Nacional, que se repitió el plato en 2016. En resumen, de 64 ediciones de la Libertadores, en apenas cinco oportunidades la Copa quedó en manos de equipos de la costa pacífica. No es un misterio que las potencias sudamericanas que constituyen Brasil, Argentina y Uruguay se han llevado históricamente el botín. No por nada son los países que también saben de títulos del mundo a nivel de selección.
Pero en los últimos años viene constatándose otro fenómeno: los cuadros brasileños se han despegado del resto, estableciendo una brecha que ha despertado la preocupación de sus máximos rivales. Desde el año 2022, después de un cuarto título consecutivo de los brasileños en la Libertadores, en Argentina, y especialmente en los equipos más populares de ese país, Boca Juniors y River Plate, han comenzado a preocuparse de la ausencia de un Fair Play Financiero efectivo en el continente, que permita una competencia más equilibrada con el gigante sudamericano.
El dominio brasileño ya acumula cinco títulos al hilo y este año son nuevamente los grandes favoritos. No es sólo una cuestión futbolística, que desde luego cumple un factor relevante. Las abismales diferencias de presupuestos han acrecentado el distanciamiento de Brasil en relación con el resto. Si los grandes de Argentina sienten que se le hace cada vez más difícil competir, imaginen qué queda para los nuestros. Los cuatro equipos chilenos quedaron en grupos cuyas cabezas de serie son brasileños. Si hacemos caso a los datos de Transfermarkt veremos que Colo Colo deberá medirse con el actual Campeón de la Copa, Fluminense, cuyo plantel tiene un valor de mercado que cuadriplica al equipo nacional.
Huachipato se verá las caras con Gremio, cuya tasación de la plantilla es 5,6 veces más que la del campeón chileno. Cobresal, por su parte, irá en el grupo de Sao Paulo, que se le saca una diferencia de casi 10. Y Palestino tendrá que enfrentarse con Flamengo, uno de los equipos de más alto valor de mercado en el continente, y que exhibe una diferencia de 15,5 veces más que el cuadro de colonia. Así, está claro, esta difícil competir. La Copa Libertadores plantea, sin duda, una lucha desigual.