Columna de Fernando Tapia: “A desempolvar la calculadora”
“El ambiente en La Roja está nuevamente cargado de mucha tensión, especialmente ahora que el equipo retoma el, hasta ahora, complejo camino de las clasificatorias al mundial”, afirma Fernando Agustín Tapia.
Las brisas de optimismo que generó el arribo de Ricardo Gareca, y los primeros amistosos que enfrentó con la Selección, se disiparon drásticamente tras el fracaso en Copa América. El ambiente está nuevamente cargado de mucha tensión, especialmente ahora que el equipo retoma el, hasta ahora, complejo camino de las clasificatorias al mundial.
Duró poco la luna de miel con el nuevo entrenador que, para peor, debutará en la competencia que da pasajes a la próxima Copa del Mundo nada menos que con Argentina en Buenos Aires. La extinción de la generación dorada ya es un hecho: por primera vez en 19 años el seleccionado nacional enfrentará un duelo oficial sin la columna vertebral del equipo que tantas alegrías cosechó, aunque en rigor hacía un buen tiempo que esa estructura había dejado de ser confiable.
El dato duro es que Chile viene de quedar eliminado de los últimos dos mundiales, y el panorama hasta ahora no escapa de esa tendencia, pese a que la competencia otorga más opciones para alcanzar uno de los pasajes.
El retiro de Claudio Bravo dejó también el vacío de un liderazgo claro y potente, que el propio Gareca se ha encargado de reconocer. A la fuerza estamos ad portas de vivir el esperado recambio. Son otros los llamados a asumir la responsabilidad, y esto también es una oportunidad para los nuevos que se han ido sumando al proceso.
El año 2024 será absolutamente decisivo para conocer la suerte de la Selección en las clasificatorias, con seis partidos en el calendario. Está claro que en el primer duelo ante Argentina el favoritismo corre del lado de los campeones del mundo. Sumar de visita sería motivo justificado de festejos. La obligación, sin derecho al error, está centrada en el partido ante Bolivia en Santiago.
Allí no hay excusas. Es ganar o ganar, de lo contrario tendríamos que empezar a hacernos la idea de una pronta eliminación. En Octubre el panorama se ve cuesta arriba: recibimos a Brasil en el Estadio Nacional y luego habrá que ir a Barranquilla para enfrentar a Colombia, finalista de Copa América. Ambos partidos de alto riesgo.
El año se cerrará en Noviembre con los encuentros frente a Perú en Lima, y ante Venezuela en Santiago. El fixture suena intimidante fundamentalmente por las dudas instaladas en Copa América, esos tres partidos en los que la Selección Chilena fue incapaz de marcar goles y, peor aún, de prodigarse situaciones a favor.
Ahora, hay también algunas luces que es justo destacar. Y esas tienen que ver con los momentos que atraviesan algunos jugadores que podrían asumir un rol clave en los próximos desafíos. Pienso en los que hoy precisamente brillan en el fútbol argentino, como Paulo Díaz, Felipe Loyola, Rodrigo Echeverría y Williams Alarcón; también en Darío Osorio, cuyo presente en Dinamarca renovó las expectativas tras su baja actuación en Copa América.
No es mucho, es verdad, pero debería alcanzar para al menos derrotar a Bolivia en el Nacional. Frente a Argentina se exige competir, y no transformarnos en el comparsa de turno para la fiesta albiceleste. Vuelven las clasificatorias, esperando que no tengamos que volver a llamarlas eliminatorias. Desde ya, la realidad nos obliga, debemos comenzar a desempolvar la calculadora.