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Columna de Fernando Tapia: “Fútbol y crimen organizado”

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Pauta
POR Equipo Radio Pauta |

“Es completamente inaceptable que un sujeto con prontuario, un delincuente vinculado incluso a un homicidio, haya recibido la ayuda de la ANFP a través de su Gerente de Operaciones y Seguridad, para levantar una prohibición de ingreso a los estadios”, afirmó Fernando Agustín Tapia.

El reportaje de Canal 13 ha servido para volver a recordarnos lo grave de la crisis de seguridad que ronda y asedia los recintos deportivos.

Justo cuando se han cumplido 30 años desde la promulgación de la Ley de Violencia en los Estadios, las imágenes de grupos vinculados a las barras bravas, ahora ya fuertemente armados, y que se enfrentan a bandas de otros equipos a punta de balazos, en disputas territoriales y de control de sus negocios criminales, ratifican que para esos delincuentes el fútbol y la camiseta que dicen defender es, como ha sido siempre, una mera excusa, un disfraz.

Hasta aquí nada nuevo, salvo la confirmación de que sus acciones se han vuelto cada vez más violentas, y que obligan a que el estado evalúe seriamente declararlas como asociaciones ilícitas que permitan mayor eficacia para su control y exterminio.

En este sentido las organizaciones deportivas, los clubes y sus directivas, que por décadas optaron por minimizar el problema, descartando mayor inversión en seguridad por los costos asociados, son los primeros responsables en enfrentar el fenómeno, con acciones concretas de mayor protección para los asistentes de los eventos deportivos, y cortando de raíz todo vínculo con esos grupos delictivos, que entre otros métodos utilizan la extorsión para conseguir favores y prebendas que le permiten su financiamiento.

Por eso es completamente inaceptable que un sujeto con prontuario, un delincuente vinculado incluso a un homicidio, como denunció el reportaje, haya recibido la ayuda de la ANFP a través de su Gerente de Operaciones y Seguridad, para levantar una prohibición de ingreso a los estadios. Más sospechoso aún que la gestión se haya hecho por alguien que ya había tenido que enfrentar en el pasado esa misma sanción, y por el cual el alto funcionario del fútbol solicitó una segunda oportunidad.

Sabido es que el “Barrabarrismo” utiliza el chantaje para concretar sus objetivos. No sería raro que la diligencia efectuada haya sido bajo alguna amenaza, o por el temor a represalias. Una de las características del crimen organizado es la destrucción interna de las instituciones, llevándolas a la corrupción. Tratándose de grupos armados, como ellos mismos se han encargado de exponerlo públicamente, se entiende la gravedad del asunto.

El fútbol y el deporte en general han tenido que lidiar con agrupaciones delictivas que amenazan su integridad. El FIFA Gate dejó en evidencia el crimen de cuello y corbata de dirigentes. En Chile, la directiva de Jadue fue calificada como una organización para delinquir y defraudar, pero la impunidad sobre esas acciones marcó un nefasto precedente para lo que vino después.

En 2021, la ONU alertó sobre los peligros del crimen organizado en el deporte, estableciendo como principales amenazas la irrupción de las mafias de las apuestas y, también, la utilización de las operaciones financieras de la industria deportiva para el lavado de dinero.

Hace algunos días el expresidente de la ANFP, y propietario del club O’higgins, Ricardo Abumohor, me confesó que rechazó la oferta de un conglomerado ruso para la compra del equipo de Rancagua, ya que se le propuso derechamente una operación de lavado de activos.

Pocos fueron los que prestaron atención a tamaña denuncia, que debiera ser una alarma para lo que podría estar en otras instituciones, donde la sospecha se ha instalado con la irrupción de propietarios fantasmas, en donde claramente el negocio es la compra y venta de pases de jugadores, cuyos precios pueden ser inflados artificialmente.

No hay que ser un genio para pensar que éste podría ser un eficiente método para blanquear recursos de actividades ilícitas. El panorama es desolador, pero peor es no prestarle atención y pensar que la actividad deportiva en nuestro país, especialmente el fútbol, está a salvo del crimen organizado.