Columna de Fernando Tapia: “El despelote”
“Últimos en la tabla de posiciones, y con un rendimiento que ni siquiera supera el 10% en partidos oficiales, es momento de asumir que la continuidad de Gareca es insostenible”, afirmó Fernando Agustín Tapia.
La escandalosa derrota con Colombia dejó herido de muerte el proceso de Ricardo Gareca en la Selección. El técnico se abrió por primera vez públicamente a evaluar su continuidad, señalando que deberá procesar la decisión en frío en diálogo con los dirigentes.
Esto, en términos simples, debe traducirse en una negociación económica, porque claramente el entrenador y sus colaboradores no están dispuestos a renunciar por completo a su millonario contrato. La ANFP por su parte buscará minimizar los costos de indemnización, porque para peor la situación financiera del organismo, al borde de la quiebra, los obliga a suplicar un gesto del cuerpo técnico.
Hay formas y formas de perder. En Barranquilla presenciamos una de las peores presentaciones que se registren en la historia del seleccionado. Un equipo sin ideas, perdido en la cancha, con jugadores entregados a su suerte y sometidos al antojo del rival. Nada que rescatar.
Últimos en la tabla de posiciones, y con un rendimiento que ni siquiera supera el 10% en partidos oficiales, es momento de asumir que la continuidad de Gareca es insostenible. Pero lo peor es que nada asegura que un nuevo cambio de entrenador pueda cambiar la suerte.
En rigor, desde 2017 a la fecha, han pasado ya cinco entrenadores. Y cada vez los resultados y el juego han ido en una constante involución: desde Pizzi, siguiendo con Rueda, Lasarte, Berizzo y ahora Gareca. Revisen los números, cada vez más miserables.
¿Cambiar de técnico es la solución? Hasta ahora no lo ha sido, y existe el riesgo de seguir profundizando la crisis de no mediar cambios más profundos, los cuales es imposible pensar que van a venir de los actuales dirigentes y controladores del fútbol chileno.
De hecho Pablo Milad, el Presidente, debió haberse ido hace mucho rato por ineficiente. Nada es al azar, y tarde o temprano los problemas estructurales del fútbol chileno iban a quedar expuestos en los rendimientos deportivos.
Limitar el análisis y la crítica a la actuación de los jugadores, a los errores que costaron la goleada, a los que abandonaron o la falta de respuesta desde el banco, es quedarse corto. Los verdaderos y máximos responsables no visten de corto.
Tampoco sufren demasiado con los resultados. Son los dueños de la pelota, los que han tomado el control real de los clubes, algunos desde las sombras, y que han transformado la actividad en Chile en un sólo un negocio de compra y venta de jugadores, abandonando las divisiones inferiores. Por eso no hay recambio.
No les importa. Qué mejor ejemplo es la Selección Sub 20, que el próximo año jugará el Mundial de la categoría en nuestro país. Con suerte un par de futbolistas tiene continuidad en Primera División. Triste, como también es la cómplice y negligente actitud de los únicos que podrían provocar un cambio real: los legisladores y autoridades políticas que se han sometido al lobby de los dueños de los clubes, que mantienen congelado el proyecto de reforma del fútbol desde el 2018.
En mucho ayudaría establecer en la ley la separación de la ANFP con la Federación, prohibir la multipropiedad y la presencia de los representantes de futbolistas en el control de las instituciones. Mientras esperamos, y hasta rogamos esa necesaria intervención, seguiremos distraídos con la inminente salida de Gareca, su posible sucesor, y las cada vez más escasas, sino nulas posibilidades de ir al mundial. El fútbol chileno es un despelote.