Columna de Fernando Tapia: “Las lágrimas de Damián”

“El fútbol es un deporte colectivo. No es sano que todos los males de un equipo los tenga que cargar un solo jugador, por más cartel que éste tenga”, sostiene Fernando Agustín Tapia.
El empate de Chile y Uruguay en el Sudamericano Sub 20 dejó una imagen desoladora. Damián Pizarro, portador de la jineta de capitán, explotó en llanto junto con el pitazo final, al completar siete partidos del torneo sin poder marcar un gol ni sumar asistencias.
Fue el colapso psicológico del delantero, que se unió a la selección juvenil como la gran carta luego de que la Federación negociara con el Udinese su presencia en el campeonato que se desarrolla en Venezuela.
En Italia el jugador suma más de seis meses prácticamente sin jugar, y los dueños de su pase pensaron que el torneo continental sería una muy buena instancia para que le futbolista volviera a impulsar su carrera.
Nada de eso ha sucedido y, por el contrario, hasta ahora Pizarro parece estar más hundido en la desconfianza.
Tras su irrupción meteórica en Colo Colo, donde el medio en general sobredimensionó sus condiciones y minimizó sus carencias técnicas , Damián ha tenido que convivir con la presión que significa el deseo de responder a las altas expectativas.
El futbolista chileno suele madurar tarde, y el caso de Pizarro, cuya venta al extranjero se produjo sin que todavía completara su formación ni mucho menos se consagrara, es un fenómeno cada vez más habitual en la industria del fútbol.
La venta en verde de los futbolistas es una fórmula muy eficiente para generar dividendos a corto plazo, que suele ser un negocio redondo para casi todas las partes involucradas, clubes y representantes, pero muchas veces un camino equivocado para la carrera deportiva de los jugadores.
Por cierto Damián Pizarro goza de un buen contrato, vive en Europa, pero existe el riesgo de que su desarrollo siga estancado y con ello también se destruyan sus sueños. Por eso no hay que tomarse a la ligera sus lágrimas. En el fútbol de hoy el negocio manda. Y las oportunidades no son muchas.
Es dramático detenerse a pensar todo lo que pueda estar pasando por la cabeza de un muchacho de apenas 19 años, perteneciente a una generación que en Chile ha sido maltratada por el debilitamiento y abandono del fútbol formativo.
No sólo hay carencias técnicas y físicas, sino que también futbolísticas, dada la escasa competencia y opciones en los planteles de honor. También hay escasez de programas de apoyo psicológico, tema este último que ni siquiera parece estar en la lista de prioridades.
Según un informe publicado por la Federación de Fútbol de Chile, y dado a conocer en octubre pasado en un congreso internacional, el 40% de los clubes chilenos no aborda el desarrollo mental de sus jugadores en formación.
Peor aún, según el perfil elaborado tras encuestas desarrolladas en 34 instituciones de 13 regiones del país, se estableció que el jugador joven de nuestro país tiene una baja tolerancia a la frustración, un ego sobredimensionado y una especial debilidad por lo que se dice en redes sociales, que cuando se traduce en críticas lapidarias, como ha sido el caso de Damián Pizarro, lo puede llevar a la autodestrucción.
El fútbol es un deporte colectivo. No es sano que todos los males de un equipo los tenga que cargar un solo jugador, por más cartel que éste tenga.
Por eso, junto con la desoladora imagen del llanto del delantero, fue también reconfortante constatar la actitud de compañeros y miembros del cuerpo técnico, que lo rodearon formando un círculo de protección y apoyo en el momento de debilidad.
No hay que minimizar las lágrimas de Damián.