El pago de la televisión pública
Con el modelo de TVN nuevamente en discusión, se destaca su carácter casi único en el mundo, de vocación pública pero financiamiento privado. ¿Cómo lo hacen otros?
Una televisión pública, pluralista, creada en plena transición democrática en el país. Una televisión que tendría un modelo de financiamiento muy particular: no sería mantenida, ni subvencionada por el Estado ni por los chilenos, sino que tendría que generar sus propios ingresos, en base principalmente de publicidad. Sí: cada vez que alguien ha dicho “el sueldo que pagamos todos con nuestros impuestos”, o frases similares, sobre Jaime de Aguirre o rostros del canal, está equivocado: hasta este año TVN, como puede y en modo deficitario, se ha autofinanciado. Es recién ahora, con la aprobada capitalización -la primera desde su creación en 1992 y que aún no se materializa- que el canal “de todos los chilenos” recibirá aportes estatales. Y por lo mismo, y por la nueva crisis de su directorio, es que la existencia y modelo de TV pública en Chile, se ha puesto bajo la lupa.
Las cifras son complejas, o derechamente alarmantes: en 2017, el canal tuvo pérdidas por $8.980 millones. El 2016, fueron $14.683 millones en mermas, y en 2015, $25.992 millones. Las autoridades de TVN, han apuntado a los cambios en la industria -entrada de nuevos actores en las propiedades de los canales, el cambio en las conductas de la audiencia-, como uno de los factores principales de este descalabro, y por lo mismo explicando que una inyección de capital era necesaria. Ahora que esta está aprobada, aunque su entrega está condicionada por los proyectos para la señal que las autoridades le entreguen a Hacienda, la duda es si el modelo de TVN puede seguir existiendo en la industria de hoy. Sobre todo, cuando realmente es una rareza de diseño financiero en el mundo de las señales públicas.
Impuestos, aportes estatales, fondos mixtos
Alrededor de dos tercios de la TV o medios públicos en Europa son financiados por impuestos televisivos indirectos. El más famoso, por supuesto, es el caso del Reino Unido, con la BBC -que nació en radio y luego pasó a TV- como el siempre mencionado caso perfecto de medios públicos, de calidad y con alta audiencia. Cada hogar paga alrededor de $127 mil pesos al año por tener un receptor televisivo en sus casas, con la excepción de hogares con un integrante de 75 años o más. Este impuesto financia la operación de la BBC y asegura su independencia. Ahora, en los últimos años no ha estado libre de críticas y revisiones, con algunos canales y áreas del gigante británico de las comunicaciones achicándose o cerrando. Aunque sigue siendo el referente absoluto, también hoy en día busca ser competitivo con las nuevas tecnologías como Netflix.
Hay casos que hasta el momento emulaban al ejemplo británico, como Suecia, donde actualmente se revisa el modelo. Por seis décadas ha existido un impuesto a los aparatos de difusión televisiva suecos. Ahora hay una propuesta, que tiene el apoyo gubernamental, de cambiarlo a un impuesto por ingreso, con un tope de pago de $100 mil pesos al año. Todos los mayores de 18 deberían pagarlo, sin importar si tienen una TV (ya que pueden estar viendo los contenidos en su celular, por ejemplo). Hay una excepción para los ciudadanos de menores ingresos. En esto Suecia no es el único caso; otros países como Suiza han estado evaluando cuáles son los mejores métodos para financiar sus medios públicos. En el caso suizo, se propuso eliminar el impuesto actual -de cerca de $300 mil pesos anuales y que financia el 75% de la TV y radio públicas en los múltiples idiomas del país-, para optar a un sistema de publicidad y pago de suscripción; en consultas populares -muy comunes en ese país- los ciudadanos prefirieron el impuesto, ya que asegura la existencia de lo público.
Muchos de los demás países europeos tienen impuestos directos, como Alemania, donde los ciudadanos pagan un impuesto mensual que va a la red de TV pública, de alrededor de $13.500, y sólo están libres de pagarlo los cuidadanos de bajos ingresos que dependen de la subvención estatal. Además, se permiten ingresos por publicidad, armando un sistema mixto. Eso sí, está limitada la cantidad de minutos al día que esta se puede exhibir.
Otro caso muy citado y admirado en cuanto a impuestos indirectos es el japonés, y su televisión pública llamada NHK. Quienes viven en Japón, sin importar nacionalidad, pagan alrededor de $80 mil pesos anuales por recibir la señal terrestre, y de $142 mil por la satelital. Tienen un gran problema de evasión del pago, que es el uno de los puntos de discusión constante sobre su TV pública. En este caso, no se permite la publicidad.
Los modelos americanos
En Sudamérica hay distintas fórmulas. En Argentina la Ley de Medios, impulsada en 2009 por el gobierno de Cristina Kirchner, ha sido polémica por sus conflictos legales con el grupo Clarín, ya que regula la propiedad de los medios. En 2013 fue validada por la Corte Suprema, y es ahí donde se establece que un porcentaje de los impuestos que pagan los canales y radios privadas, financiará los medios públicos.
En Colombia existe un fondo donde los canales privados también deben poner un porcentaje de sus ganancias, para financiar la existencia de los medios públicos y regionales y la producción de sus contenidos. En enero de 2018 hubo gran polémica en el país cafetero con un proyecto de ley que buscaba modificar estos aportes; tras un largo debate, que incluyó una campaña en redes sociales con el hashtag #laTVpúblicasedefiende, el proyecto fue retirado.
En países como Uruguay y Brasil los ingresos de los canales públicos -que no son señales de gran importancia en comparación a las privadas- son mixtos, con presupuestos estatales involucrados, pero también con ingresos de publicidad.
El caso emblema de los ingresos mixtos está más al norte en América, con PBS de Estados Unidos. Ahí, el canal norteamericano de contenidos públicos y culturales recibe fondos del Estado, con un organismo especialmente creado para entregar aportes a las estaciones de radio y canales públicos, y PBS además recibe donaciones de empresas, pago de membresías y aportes ciudadanos. Con todo eso, no necesita de publicidad. Según encuestas, PBS es una de las instituciones que generan más confianza en los estadounidenses.
Mientras van entrevistas, debates, columnas y más discusiones sobre la existencia y sobrevivencia de TVN en Chile, hay sólo una certeza mirando al resto del mundo: si se quiere que exista TV pública, hay que financiarla directamente.