Economía

Optimismo por Bolsonaro es mayor dentro que fuera del país

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POR Francisco Ibañez |

Pese a la efervescencia de los mercados y la apreciación del real ante un inminente triunfo de Bolsonaro, inversionistas extranjeros comienzan a disminuir su presencia en el mercado brasileño.

En vísperas de la anticipada elección de Jair Bolsonaro, el ánimo en el distrito financiero de Sao Paulo es absolutamente vertiginoso.

Así quedó de manifiesto durante una reunión con un analista de mercados la semana pasada, quien, al entrar en la sala, extendió su mano derecha y con una amplia sonrisa declaró: “Soy optimista”.

Hay signos de adulación en todas partes: el frenesí de compras de acciones que ha hecho subir al Ibovespa un 20% desde mediados de junio ha sido apodado el “Rally Bullsonaro” y un GIF que dice “Los Minions montan el mercado alcista” – un giro al apodo peyorativo de Bolsominions que se les da a sus partidarios – recorre las conversaciones por WhatsApp de los operadores.

Para muchos en la comunidad internacional, presenciar este romance desde lejos ha sido un poco incómodo. Bolsonaro puede haber modificado su retórica en el último tiempo, pero, después de todo, todavía es un nacionalista de ultraderecha que forjó su imagen de tipo duro lanzando comentarios intolerantes sobre los homosexuales y las mujeres y elogiando a la dictadura de finales del siglo XX.

Los extranjeros, no por casualidad, son definitivamente menos optimistas que los locales. Retiraron 1.100 millones de reales (US$ 297 millones) del mercado de valores durante las primeras tres semanas de octubre. (Los locales colocaron 3.700 millones de reales en el mercado durante ese período). También han aumentado sus apuestas contra el real -la moneda con el mejor rendimiento en el mundo durante el último mes – y establecieron una gran posición corta neta en el mercado de futuros.

Esta postura, sin duda, tiene que ver con dólares y centavos más que con defender cualquier tipo de postura moralista. Pablo Greer, administrador de fondos de Fidelity International en Londres, espera que la retórica divisiva de Bolsonaro inhiba su capacidad para lograr que una legislación clave para reducir el déficit se aprueba en el Congreso. “No creemos en la probabilidad de una reforma fiscal significativa”, señaló Greer, quien es bajista sobre la moneda y los bonos de Brasil.

En cambio, ese escepticismo, y el juicio que a menudo viene con él, hace parecer a los inversionistas locales curiosos. Para ellos, las razones de la excitación por Bolsonaro son obvias. Principalmente, su victoria evitará que el Partido de los Trabajadores vuelva al poder apenas dos años después de que llevó a la economía a la peor recesión en un siglo.

Los grupos adinerados de Sao Paulo odian al PT, como se conoce al partido izquierdista. Es difícil exagerar cuán fuerte es ese sentimiento. En docenas de conversaciones extraoficiales en las últimas semanas, fue un comentario permanente. Cualquier candidato de cualquier partido sería mejor en este punto. Y en Bolsonaro tienen a alguien que propone las políticas económicas que les gustan: vender empresas estatales ineficientes, recortar gastos, desregular.

Claro, algunas de sus posiciones de política social pueden parecerles un poco inapropiadas, pero incluso en ese frente, elaboró una propuesta central que es mucho mejor recibida en los círculos locales que en el extranjero: su dura postura sobre el crimen.

Cuando los extranjeros ven al excapitán del ejército hacer con sus manos el gesto de un arma en mítines o promete instruir a la policía que dispare a matar, normalmente reaccionan alarmados. Está incitando a la violencia, dicen. Y rápidamente han surgido comparaciones no solo con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump –una comparación que al propio Bolsonaro le gusta hacer-, sino que también con Rodrigo Duterte en Filipinas y el difunto Augusto Pinochet en Chile.

The Economist declaró a Bolsonaro una “incorporación particularmente desagradable” al club de populistas que asumen el poder en el mundo. Y cuando Americas Quarterly expuso lo que espera de una presidencia de Bolsonaro, lo primero en su lista fue “masacre”.

Para muchos inversionistas locales, sin embargo, sus propuestas de ley y orden suenan muy bien. Esto también surgió una y otra vez en las conversaciones – lo cansados que están del aumento del crimen, cansados de vivir con miedo, cansados de tener que andar en autos blindados.

En Brasil se registran unos 60.000 homicidios al año, más que en EE.UU., México y Rusia juntos. Es una cifra impresionante. Y así, cuando se pregunta a los locales acerca de cómo justifican moralmente el respaldo de Bolsonaro y el rally que ha inspirado, normalmente se muestran desconcertados. A veces, incluso indignados.

Esto no quiere decir que a los brasileños no les preocupe que Bolsonaro se convierta en un matón autoritario. De hecho, a millones les preocupa. Pero en todo el país en general y en las frondosas calles del centro financiero de Sao Paulo en particular, en gran medida es hoy una opinión minoritaria.