Economía

El valor de la destrucción creativa para Bernardo Larraín Matte

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POR Fernanda Valiente |

El presidente de la Sofofa señala que el modelo económico debe trabajar en infraestructura urbana, exploración de nuevos sectores y en una cultura empresarial fuerte.

Bernardo Larraín Matte, presidente de la Sofofa, cree que Chile debería sentirse orgulloso ante la sensación de que cada generación se encuentra mejor que la anterior. Pero, más allá de una aproximación a los estudios de un bienestar generalizado, dice que otra cosa es acercarse a la realidad en la que vive una persona, la que llevó finalmente a expresiones de malestar. 

A “una crisis de expectativas”, sostiene Cristián Warnken.

Frente al desafío, el dirigente gremial explica que los 23 puntos que necesitan trabajo con mayor urgencia que se encuentran en el documento “Obstáculos al crecimiento de la agenda legislativa” —enviado al Presidente Sebastián Piñera—, “surge de lo público y de los desafíos que tiene que enfrentar el país, [los cuales] no son exclusivos de la política”, dice en Desde El Jardín.

Agrega que la mesa de diálogo —que produce recomendaciones para evaluar en el parlamento y que se ha utilizado en tiempos de crisis en países anglosajones y escandinavos— busca considerar a los diferentes actores sociales, entre ellos a las empresas, a los trabajadores, a los rubros de la cultura, la ciencia y también a la sociedad civil. 

“Una ética de responsabilidad”

Larraín insiste que el comité que se busca formar debe contar con una mayor envergadura institucional, y que se requiere una respuesta a corto plazo, ya que se han hecho varias mesas técnicas. “Ahora también requiere tener conciencia y ahora también lo decimos en la carta: tener una cierta ética de la responsabilidad que implica decir ‘no todo se puede resolver aquí y ahora’. Y, por lo tanto, se requieren hojas de rutas, que a partir de las propuestas de, por así decirlo, las propuestas de corto plazo, en lo que se refiere a la agenda social […]” se debe contar con la confianza de los ciudadanos, enfatiza.

En ese marco agrega que en Chile no existe una cultura de desarrollo en el mundo empresarial, y que el afán por crecer se despierta a partir de la competencia entre una empresa y otra. Por tanto, a diferencia del mundo anglosajón, señala que la filantropía se encuentra en una vertiente caritativa en vez de profesional. 

Una ciudad más integrada socialmente 

Evaluando las reacciones de violencia durante el estallido en las principales zonas urbanas del país, cree que ellas se dieron en respuesta a la condensación habitacional y a los largos trayectos de transporte que enfrenta la gran mayoría de la población. Considera que la principal falla del modelo económico chileno actual se encuentra en la falta de infraestructura que presenta la ciudad, una materia donde el Estado debería intervenir más. 

Para ello, plantea que el desafío consiste en crear ciudades más integradas socialmente, como Londres, donde una persona acomodada utiliza el transporte público, al igual que un individuo de los barrios trabajadores. 

No solo crear valor

Aunque está a favor de la idea de que una empresa debe tener más objetivos que meramente generar valor a largo plazo para sus accionistas, destaca que no debe dejar elementos que componen su esencia. Uno de ellos consiste en establecer una relación de cercanía con la comunidad. 

“La empresa, en el fondo, ¿qué es lo que más le aporta a la sociedad? Es su capacidad de innovación, es su dinamismo, incluso en el fondo el lenguaje economicista digamos, este concepto de la destrucción creativa, ¿no es cierto? La empresa genera valor en el fondo, por ejemplo, cuando identifica un sector con potencial futuro y hace morir un sector que está completamente obsoleto”, explica. 

Y esa destrucción creativa, profundiza, a veces puede significar desvinculaciones masivas, que no dejan de ser dolorosas. 

Un capitalismo débil

Chile podría explorar más los sectores de servicio y creativos. Sin embargo, insiste que no se deben ignorar a los actuales rubros de la industria nacional, como el salmón, la alimentación, el mundo forestal o los metales, dado que no se trata de productos que se dirijan a una obsolescencia. 

En vista del debate en torno a un capitalismo estancado en la economía chilena, considera que llamarla “rentista o extractivista” lo único que hace es estigmatizar a la industria minera, para dar un ejemplo, porque en ese caso, aunque no se crea, existe mucha innovación y riesgo.

Por otra parte, reconoce que ha habido abusos de parte del sector privado, pero no cree que existen problemas estructurales en el capitalismo chileno, sino que se necesita una cultura empresarial fuerte a cargo de inculcar al actor ético. En ese sentido, para evitar las malas prácticas —o “malos atajos”—, señala la importancia de establecer sanciones que presenten precisión en los puntos delictuales, pero que no exageren en la creación de un marco regulatorio.

Escuche el programa con Bernardo Larraín Matte: