La amplia brecha que separa al retiro programado de la renta vitalicia
La mayoría de los pensionados está optando por esta primera alternativa, que permite un mayor ingreso inicial aunque decreciente en el tiempo.
Nunca en los últimos 10 años las tasas de interés que determinan los montos de las jubilaciones entre las modalidades de pensión habían estado tan distantes. Esa diferencia importa. Podría ser uno de los motivos por los cuales más personas estén eligiendo retiro programado por sobre rentas vitalicias.
Cuando se observa la trayectoria de elección de las personas, a partir del Sistema de Consultas y Ofertas de Montos de Pensión (Scomp), el retiro programado ha tenido un incremento notorio. La estadística de Scomp más reciente corresponde al cuarto trimestre de 2019: el 53,2% escogió retiro programado, y el 46,5% tomó una renta vitalicia (ya sea inmediata, o diferida con renta temporal), que son las modalidades más comunes. Apenas un año antes, la distribución era otra: 26,3% por retiro programado y 73,6% por las rentas vitalicias.
Un comportamiento similar, con más inclinación por retiro programado que por las rentas vitalicias, solo tiene el precedente de hace un decenio, cuando la brecha de las tasas de ambos productos fue parecida.
Hay estadísticas también para lo que sucedió en el primer cuatrimestre de 2020, que provienen de la Superintendencia de Pensiones sobre las modalidades de pensión suscritas. No pueden compararse con las del gráfico de arriba, pues en él se refleja la realidad de quienes pudieron escoger una renta vitalicia, mientras que en el gráfico de abajo se mezcla a quienes pudieron optar y a quienes solo pudieron recibir un retiro programado por no contar con fondos suficientes para una renta vitalicia.
De todos modos, la estadística cobra sentido cuando se le compara con el primer cuatrimestre de 2019, dado que las condiciones, en términos generales, son las mismas.
Si en el período enero-abril del año pasado el 40,6% de los nuevos pensionados suscribió un retiro programado (el 58,8% alguna renta vitalicia), en el mismo cuatrimestre de 2020 todo se dio vuelta: el 70,6% apuntó al retiro programado y solo el 29,1% a las rentas vitalicias.
Hay que agregar aquí un asterisco que puede también explicar el nuevo dominio del retiro programado: algunos expertos dicen a PAUTA que, en períodos de crisis económica, hay trabajadores que deciden pensionarse, incluso en forma anticipada, para asegurar ingresos ante la amenaza del desempleo.
La brecha a la vista
Cuando se calcula el monto de una pensión, hay distintos factores incorporados: la edad de jubilación, el ahorro acumulado, y las tablas de mortalidad del afiliado y de sus eventuales beneficiarios. Y también está la tasa de descuento. La tasa del retiro programado la calcula una institución pública técnica, mientras que las de renta vitalicia corresponden a decisiones que adopta cada compañía de seguros de vida.
Es normal que la tasa de interés con que se calcula el retiro programado sea mayor a la de las rentas vitalicias. En el primer caso, es el pensionado quien carga con el riesgo de longevidad y de rentabilidad, mientras que en el segundo caso todo eso se traspasa a la compañía de seguros de vida. Lo que sucede ahora es que la brecha de tasas se ensanchó en abril a niveles no vistos en un decenio.
Por medio de la circular 2129 del 8 de abril, la Superintendencia de Pensiones determinó que la tasa del cálculo y recálculo de los retiros programados y rentas temporales desde ese mes sería de 3,5%.
Por otra parte, la tasa de interés media de rentas vitalicias (conocida como tasa de venta) de abril llegó a 1,88%, según el registro de la Comisión para el Mercado Financiero (CMF). Aunque el mes pasado anotó el mayor nivel desde septiembre de 2019 (2,3%), no hizo mella en la distancia que la separa de la tasa de interés del retiro programado.
A partir de cifras proporcionadas por el centro de estudios Ciedess, se aprecia que en abril de 2020 la diferencia entre ambas tasas llegó a 1,62 puntos en favor del retiro programado. Se trata de la mayor disparidad desde diciembre de 2010, cuando alcanzó 1,79 puntos de diferencia.
“En los últimos meses se observa una brecha entre ambas tasas de interés, lo que podría generar ciertos incentivos en la selección de la modalidad de pensión”, comentó Ciedess a PAUTA.
“Es difícil poder saber cuál es la brecha adecuada. Más bien podemos explicarla”, comenta el economista de la Universidad de Chile Guillermo Larraín, exsuperintendente de Pensiones.
Aunque resulta habitual que la tasa de interés del retiro programado sea mayor, no es evidente que las personas que pueden escoger entre esa modalidad y la renta vitalicia se inclinen por la primera. Por el contrario, se trata de un mercado competitivo, en el cual pesa también la principal ventaja de las rentas vitalicias: asegurar un ingreso estable al pensionado. Y hacerlo de por vida.
Pero es evidente que una mejor tasa genera una primera pensión más alta. Y en ese caso es el retiro programado el que, con una tasa relativa mayor, explica por qué más personas están optando por él.
Ciedess ilustra el impacto de la diferencia de tasas. En el caso de las rentas vitalicias, utiliza la tasa de interés para una pensión de vejez, que en marzo fue de 1,73%. Dado el 3,5% de la tasa del retiro programado, “se traduce (considerando algunos supuestos) en un primer pago de pensión de vejez un 23,0% más alto en el caso de hombres y 26,7% más alto para mujeres en el caso de los retiros programados” por sobre la renta vitalicia.
Hay un concepto clave en ese ejemplo: “primer pago de pensión”.
El cálculo y recálculo del retiro programado
El retiro programado es la modalidad de pensión que entrega al jubilado un ingreso relativamente mayor al inicio (sus “primeros pagos”), pero que es decreciente en el tiempo. Ocurre que es el jubilado quien va financiando su pensión con los ahorros de su vida, pero esos recursos se van agotando con cada pensión mensual. Lo que va quedando en el pozo se mantiene en un multifondo, administrado por la AFP, el que varía según la rentabilidad, pero que también se desacumula.
Y cada año, además, hay un recálculo de la pensión mediante un factor de ajuste que reduce el retiro programado para dejar recursos para el futuro.
En diciembre de 2018 y en septiembre de 2019 hubo sendos cambios metodológicos al mecanismo de fijación de las tasas de interés para calcular el retiro programado, “ambos con impactos positivos en su cálculo”, señala Ciedess. La modificación de 2019 quedó reflejada en el Decreto Supremo n° 47 del 2 de septiembre de 2019, de los ministerios de Hacienda y Trabajo.
A partir de entonces, la Superintendencia fue fijando los nuevos cálculos en octubre (2,27%), enero (2,92%) y abril (3,50%).
“Un correcto cálculo de la Tasa de Interés Técnica del Retiro Programado permite que esa persona use sus recursos a una velocidad adecuada, acorde a su expectativa de vida”, comentó la Superintendencia de Pensiones en enero.
Pero hay quienes plantean matices a esa mirada. “Se tiene que utilizar una tasa proyectada y en eso se pueden tener supuestos más conservadores o menos conservadores”, comenta el economista José Luis Ruiz, especialista en finanzas y pensiones de la Universidad de Chile. Antes la autoridad previsional solía ser más conservadora, sostiene, “pero, sin ser erróneo, creo que la Superintendencia de Pensiones se relajó un poco en el cálculo de la tasa, en parte también para reflejar mejor pensión. Tenía una presión social”.
Para Alejandro Ferreiro, director entre otros cargos de la aseguradora Confuturo, existen motivos importantes para someter esas decisiones regulatorias a una reflexión. En su condición de exsuperintendente de Pensiones y exsuperintendente de Valores y Seguros (actual CMF), opina que “la actual regulación se aplica de modo tal que favorece la modalidad que más inestabilidad en el monto de la pensión genera en el mediano plazo a las personas”. Es decir, hay un desbalance a favor del retiro programado, que a su juicio da réditos de corto plazo, pero que luego queda sometido a recálculos que habitualmente serán a la baja.
Ferreiro: el retiro programado es pan para hoy…
De todo este tronco argumental en relación con el retiro programado surgen al menos tres ramas con follaje diverso.
En primer lugar, Guillermo Larraín dibuja la contingencia: “De alguna forma el diferencial favorece el retiro programado y en estas circunstancias actuales, con este shock, que debiera ser transitorio, no me parece una mala alternativa, si se puede, que las personas opten por el retiro programado en estos momentos”, por lo que podrían dejar otras decisiones para después.
La segunda rama la traza José Luis Ruiz: hay que tener un ojo en las obligaciones que soportará el Fisco con el esquema de retiro programado. “Las personas terminarán desacumulando sus ahorros antes y, a la larga, el Estado tendrá que meter más la mano al bolsillo para financiar pensiones mínimas”, advierte.
La tercera rama es quizás la más acuciante en el debate político nacional: Ferreiro habla de que el retiro programado, con lo atractivo que podría resultar con las actuales tasas, “es pan hoy y hambre para mañana”. Dicho de otro modo: “Hay alegrías al principio, porque la pensión es más alta, pero mientras más alta sea y más insostenible sea, se agudiza el perfil decreciente y se van acumulando las frustraciones”. Son esas frustraciones, subraya, las que atizan el clima político “adverso que afecta además a la misma seguridad social”.
La Comisión Bravo fue también crítica del retiro programado, al punto que se incluyó la propuesta de quitarlo de las modalidades de pensión. “El retiro programado se traduce en pensiones decrecientes en el tiempo y traspasa el riesgo de longevidad al pensionado. Por lo anterior se propone eliminar la modalidad de pensión de retiro programado considerando un proceso de transición”, dice el documento que los comisionados entregaron en 2015 a la entonces presidenta Michelle Bachelet.
Ruiz enfatiza que las autoridades técnicas “jugaron dentro de lo que podían jugar reglamentariamente, pero introdujeron un sesgo. Las compañías de seguro tienen un motivo para quejarse ahí”. El sector ha enfrentado otros desafíos, como un alza en la siniestralidad del Seguro de Invalidez y Sobrevivencia.
La alternativa vitalicia
La renta vitalicia corresponde a un producto previsional mediante el cual el jubilado vende sus fondos a una aseguradora, la cual a cambio se compromete a pagar una pensión de por vida, a un valor en UF. A diferencia del retiro programado, con el cual el trabajador mantiene la propiedad sobre sus fondos y que además pueden constituir herencia, en la renta vitalicia es la compañía de seguros la que adquiere la propiedad y, por lo tanto, los recursos no se heredan.
La lógica de ese mecanismo es que la compañía privada es la que toma el riesgo de longevidad del pensionado (debe pagar hasta que la persona fallezca, sin importar la edad del deceso) y de la rentabilidad de sus inversiones. Además, la aseguradora debe conformar reservas técnicas, que implican un respaldo financiero para el pago de las pensiones y, por lo tanto, deben estar bien invertidas.
Pero hay también matices con ese producto.
“Un gran problema de las rentas vitalicias es que expone al afiliado a un elevado riesgo asociado a la etapa del ciclo económico que le toque al momento de jubilar, y la concomitante rentabilidad implícita ofrecida por las compañías de seguro”, observó la Comisión Bravo en su informe.
Luego del estallido social, y ahora mismo con la crisis sanitaria de la pandemia, el ciclo económico está precisamente constreñido.
Ciedess, que es además consultora en seguridad social de la Cámara Chilena de la Construcción, menciona que las inversiones de las aseguradoras “se asocian mayormente a instrumentos de renta fija nacional, por lo que considerando la situación actual y las últimas intervenciones de política monetaria, estas tasas han bajado (llegando a su punto más bajo en noviembre de 2019) y es muy probable que se mantengan en los niveles actuales en el mediano plazo”, prevé.
Según los especialistas, si los mercados financieros ya navegan en la incertidumbre en tiempos normales, este período pandémico multiplica la incerteza. Hay quienes plantean que los papeles de buena calificación crediticia (en la zona de las ‘A’) podrían fortalecerse pero con tasas planas y bajas, mientras que más empresas podrían enfrentarse a degradaciones hacia la zona de las ‘B’ o peor. El problema es que la regulación obliga a las compañías aseguradoras a invertir en papeles de alta calidad para resguardo del beneficiario.
“Si la regulación no se flexibiliza y no genera una especie de waiver o espacios graduales para acomodarse al nuevo contexto, habrá que cumplir con la regulación y salir a vender esos papeles, incluso venderlos a descuento y colocarse en otros papeles de mejor nivel de riesgo, pero que rentan menos”, teme Ferreiro.
La propuesta de un seguro
Guillermo Larraín, quien al igual que Ferreiro también encabezó la superintendencia predecesora de la CMF, va más allá. De partida, pone arriba de la mesa que solo algunos trabajadores tienen el derecho a optar entre modalidades de pensión. A una renta vitalicia, según la normativa previsional, solo pueden acceder quienes cuenten “con fondos suficientes para obtener una pensión igual o mayor que la correspondiente Pensión Básica Solidaria vigente a la fecha de la selección de esta modalidad”.
Pero invita a otra reflexión, basada en distintas propuestas que han surgido de crear seguros que le den una mordida a la incertidumbre de ingresos de los jubilados.
“Los problemas del sistema de pensiones van más allá de estas brechas. Necesitamos pensar pronto en cómo establecer un sistema de seguros, porque como lo muestra la pandemia, hay muchos eventos que escapan a la responsabilidad de las personas y es muy complejo que las políticas públicas penalicen a personas que por alguna razón les toca jubilar en un período depresivo como este, o les toque iniciar su trabajo en un período como este, donde probablemente tendrán un desempleo más largo que el esperado”, comenta.
“Tampoco es un seguro que cubre todo: es darle una opción a personas que sufren un shock en un momento crucial de su vida”, plantea.
Mientras tanto, Ferreiro cree que la Superintendencia de Pensiones y la CMF deberían tener algún grado de coordinación para enfrentar el escenario previsional.
Consultadas por PAUTA al mismo tiempo, ambas entidades públicas declinaron entregar una opinión sobre el tema tratado en este artículo.