Renta Básica Universal: qué sabemos y cómo funciona en la crisis sanitaria
Dos investigaciones del Nobel de Economía 2019 revelan que las transferencias masivas y sin requisitos reducen los costos burocráticos y los riesgos de corrupción. Y empoderan a las personas.
Las transferencias masivas para apoyar a quienes han perdido ingresos en la pandemia se han aplicado, con distintos diseños, en los países afectados. Esto y la necesidad de ayudas, también masivas, para la fase de recuperación de la economía han vuelto a traer al debate la propuesta de una Renta Básica Universal: pagar un monto fijo a todas las personas, sin requisitos de acceso ni obligación de uso.
Sin pruebas experimentales rigurosas a gran escala y por largo tiempo en poblaciones representativas, no hay suficiente evidencia sobre los efectos de esta política.
Sin embargo, el académico del MIT Abhijit Banerjee, Premio Nobel de Economía 2019, ha resumido con otros coautores el efecto de este tipo de transferencias y qué impacto han tenido en la pandemia. El economista, que obtuvo el galardón por su enfoque para levantar evidencia sobre cómo reducir la pobreza, levanta varios puntos interesantes para el diseño de las futuras políticas sociales.
En la pandemia
El mayor experimento de campo de Renta Básica Universal (RBU) tiene lugar en Kenia. Los investigadores contactaron a los beneficarios y los entrevistaron en agosto, cuando la crisis sanitaria aún no estaba contenida en ese país. Sus respuestas configuran el primer análisis (aún en revisión) de los efectos de la RBU en un evento imprevisto.
El documento revela que, en la pandemia, los beneficiarios de RBU registraron mejoras modestas en varios indicadores de bienestar, como alimentación y salud física y mental, en comparación con quienes no la recibían. Además, este grupo redujo sus visitas a hospitales (lo que podría haber ayudado a descongestionar esos servicios) y también las interacciones sociales, que influyen en las tasas de contagio.
Sin embargo, mantuvieron la frecuencia de las interacciones comerciales: básicamente, compras de alimentos e insumos y ventas de lo que producen. Además, los perceptores de RBU perdieron las ganancias de ingresos provenientes de emprendimientos no agrícolas que crearon para paliar la época de sequía.
Este punto es muy importante: el texto enfatiza que la teoría detrás de la RBU considera que, junto con otras ventajas (como reducir los gastos burocráticos de la ayuda estatal y el estigma social de recibirla), fomenta la toma de riesgos y la inversión para que sean las propias personas las que mejoren su situación socioeconómica.
Otra lección apunta a la importancia de tener una red que permita realizar transferencias de efectivo universales, que pueden activarse con poca antelación ante crisis imprevistas como la actual.
¿Qué sabemos?
En otra investigación, Banerjee y coautores plantean que el interés por la RBU ha ido creciendo gracias a los positivos resultados de varios programas de transferencias en efectivo existentes y la insatisfacción con los impactos de políticas parciales y específicas para reducir la pobreza. Esto en un escenario de cambios globales en que los trabajos estables a tiempo completo se reducen.
Tras sistematizar la evidencia disponible, no encuentran datos que avalen que quienes reciben las transferencias se vuelvan dependientes de ellas o las malgasten. No desalientan el trabajo y parecen reducir el consumo de alcohol y tabaco entre los destinatarios, lo que sugiere que la falta de dinero opera como una causa del abuso de sustancias.
Las personas destinan esos recursos a diversos objetivos: nutrición, educación, bienestar, empleo, emprendimiento, ahorro, endeudaminto, empoderamiento femenino, reducción de la violencia doméstica, entre otros. Y valoran poder optar por “muchas cosas diferentes” en lugar de una política que, por ejemplo, solo apoye la capacitación.
Focalizar versus universalizar
La investigación estima que los beneficios de focalizar la ayuda social podrían sobreestimarse, ya que la selección de bneficiarios nunca es perfecta ni gratuita. Señalan que, en cambio, la universalidad reduce los costos administrativos y los riesgos de corrupción. Al ser más simple, se evita lo que ocurre con políticas “demasiado complicadas para que los beneficiarios las entiendan y exijan que los funcionarios rindan cuentas”.
Y si bien darle “un poco más a quien ya tiene” puede parecer injusto, esa persona podría estar en una mejor posición para hacer un cambio en su comunidad (abrir un negocio, comprar una máquina, etcétera). Además, se puede desincentivar que los más acomodados quieran participar de esta política, como por ejemplo ir un cajero automático cada semana.
El texto alerta que los costos de transferir dinero están cayendo rápidamente gracias a los avances en la infraestructura de pagos digitales, lo que hará más atractiva la focalización amplia o universal.
Una observación final: la política. Los investigadores alertan que las transferencias pequeñas y regulares “son una forma eficaz de lograr algún objetivo político”. Entonces, implantar una RBU es un debate sobre qué tipo de sociedad quiere la gente. Esto ha sido clave para implantar estas ideas. Y también para terminarlas.