Economía

Andrea Repetto acusa: “No hemos superado la pobreza y ahora el desafío es aún mayor”

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PAUTA
POR Marcela Gómez |

Con los datos de la Casen en mano, la economista estima que fue un error no focalizar las ayudas fiscales en los más vulnerables. Advierte que la entrega de montos parejos “traerá problemas”.

Cuando la economista y académica de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI) Andrea Repetto vio los resultados sobre distribución de ingresos de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) realizada en 2020, lo primero que pensó es que había un error de digitación. El dato era extremo: el decil más rico de la población obtiene ingresos del trabajo 416 veces mayores que el decil más pobre (39 veces en 2017). Ese salto gigantesco en la brecha se acorta a 251 veces si se suman pensiones, arriendos y otros ingresos del hogar y, tras el efecto de los subsidios sociales, llega a 27 veces (17 en la anterior medición).

“Sabía que la desigualdad de ingresos se ampliaría en la pandemia, pero me costó asimilar estos datos”, dice la también presidenta de la Fundación Superación de la Pobreza y consejera de ComunidadMujer. “Si bien los ingresos del trabajo cayeron en todos los tramos, en los más vulnerables el desplome fue tan profundo que las personas pasaron a no tener ingresos laborales”, dice.

Repetto cree que hay herramientas en uso para recuperar puestos de trabajo que deben ajustarse y también sumar otras nuevas, como los empleos de emergencia. Pero estima que el universalizar las tranferencias fiscales  en lugar de darles más a quienes menos tienen fue un error. “Es muy difícil de retirar después y va a generar problemas”, vaticina.

-La Casen 2020 muestra diversos resultados que se conectan a un hecho central: la caída de ingresos de 40% en los deciles más vulnerables. ¿Se esperaba una baja de esa magnitud?

“Había suficientes antecedentes para proyectar malos resultados, independientemente de la cifra concreta. Todas las encuestas mostraron que se habían perdido dos millones de empleos en el peor minuto de la crisis. Y a diferencia de otras crisis, que afectaban más a la construcción, la manufactura y el empleo masculino -lo que se podía recuperar con obras públicas-, ahora lo más complicado es el empleo femenino y sectores donde hay más interacción social, como comercio, educación, turismo. En las crisis anteriores el trabajo por cuenta propia funcionaba como amortiguador: quienes perdían su empleo ofrecían sus servicios en hogares, empresas, en la calle. Ahora eso también se reduce”.

“Otro antecedente que teníamos fueron los datos de la Encuesta Social Covid, que preguntó a las familias sobre sus estrategias para enfrentar la crisis. Ahí apareció la inseguridad alimentaria, con hogares bajando la calidad de los alimentos y saltándose comidas; familias vendiendo cosas, como sus muebles. También los datos de Techo sobre el aumento de las familias viviendo en campamentos y la apertura de distintos fondos para financiar ollas comunes”.

-Las ayudas fiscales aportaron a contener la caída de ingresos de los grupos más pobres. ¿Se pudo haber hecho más? ¿Hay que repensar los apoyos para esas familias?

“Estoy convencida que para una emergencia como esta podríamos haberlo hecho mejor, por varias razones: la posición fiscal del país (deuda menor que casi todos los emergentes similares y ahorros fiscales), una infraestructura como el Registro Social de Hogares que permite al Estado saber mucho de las familias, especialmente las vulnerables; y la Cuenta Rut que llega a 12 millones de personas, incluyendo migrantes, lo que facilita transferir los recursos”. 

“Se hizo una política que focalizó en exceso y entregó montos bajos al principio. El Estado quería decidir quién necesitaba la ayuda y quién no, y para eso creó un indicador adicional, que después tuvon que dejar de lado. Se pusieron topes de ingresos a los hogares y se obligó a postular. El primer Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) llegó proporcionalmente a la mitad de los hogares que están en el 40% más vulnerable, aunque teníamos una estructura y recursos para no ser tan celosos y llegar rápido con la ayuda”.

-¿Qué cambios se deberían evaluar hacia adelante?

“Creo que tenemos que tener transferencias monetarias permanentes para los grupos más vulnerables, para que las personas no estén angustiadas por cómo van a resolver cada día. Hoy las transferencias son más bien pequeñas y con muchas condiciones, incluso algunas que no comprenden la realidad de las familias, como tener un empleo formal o que los niños tengan buenas notas escolares”.

“Hay que considerar también las trabas que el Estado pone, que son muy complejas socialmente. Las leyes les dan derechos a las familias; por ejemplo, garantizan que todas las inscritas en el RSH hasta cierto nivel de ingreso per cápita van a recibir una transferencia. Pero en la implementación de esa garantía el Estado no usa la información que tiene, sino que exige postular, demostrar. Y lo que surge es una competencia entre las personas. Es como una lotería donde las personas no saben si tienen derecho y hablan de que ‘se ganaron el IFE o el bono’ y se preguntan ‘si tú que eres igual a mí por qué no te lo ganaste'”.

“Eso es un problema en términos de relaciones sociales y también un problema de confianza con el Estado. Esto es algo que tenemos que revisar hacia adelante”.

 Focalizar versus universalizar

-La oposición demandó universalizar las transferencias fiscales y el Gobierno terminó entregando un IFE parejo de $100 mil por integrante del hogar. ¿Es un error hacerlo así cuando los hogares más pobres perdieron casi todos sus ingresos?

“Evidentemente los hogares de los primeros tramos del RSH necesitaban más ayuda que los de más arriba. Cuando se tiene una cierta cantidad de recursos y se busca hacer algo universal, se llega a más personas, pero se entrega menos”. 

“Había que ampliar la cobertura, pero universalizar no era necesario. Hoy estamos gastando un punto del PIB al mes en ayudas sociales, mientras que entre marzo de 2020 y febrero de 2021 se gastaron dos puntos del PIB en total. Es claro que se debieran haber entregado más recursos antes, pero siempre concentrando más apoyo en el grupo más vulnerable. Este diseño de pasarse de un extremo a otro, para terminar gastando mucho, es muy difícil de retirar después y va a generar problemas”.

-La idea de una renta básica universal está en las propuestas de varios candidatos presidenciales…

“Esto de una renta básica universal o alguna forma de transferencias monetarias a los hogares es nuevo, es relativamente transversal y es algo positivo que rescato. Pero no podemos hacer algo plano, de igual monto para todos, porque es demasiado caro. Hace un tiempo un ejercicio demostró que darle $100 mil per cápita al mes al 40% más pobre del RSH equivale al 25% de la recaudación fiscal. Creo que se debe evaluar con cuidado y enfocarse en el 40% o 50% más vulnerable”.

El dilema del empleo

-¿Llegó la hora de empleos de emergencia, como plantearon hace un tiempo académicos de la UC?

“Cuando se trata de personas con baja escolaridad y que nunca han tenido empleos formales, es difícil pensar que puedan beneficiarse de un subsidio a la contratación. El empleo público puede ser especialmente útil en estos grupos donde el subsidio probablemente no va a ser suficiente”.

“Existe cierta resistencia a estos planes de emergencia por la experiencia de 2009, donde se instalaron algunos de baja productividad que no se pudieron retirar después. Pero hay empleos con valor social que se pudieran hacer de esta forma; por ejemplo, la trazabilidad de los contagios por covid, una ocupación evidentemente transitoria porque no tendrá sentido una vez que superemos la pandemia”.

“Es urgente empujar soluciones porque tener empleo crea más valor que solo obtener ingresos. Cuando hay despidos masivos quedan muchas secuelas de largo plazo: a las personas les cuesta más encontrar trabajo, tienen salarios más bajos; hay problemas de salud, rupturas familiares, aparecen todas las enfermedades asociadas al estrés. No basta con dar transferencias”.  

En el caso de la mujeres, donde la pobreza se ensaña en hogares con jefatura femenina, ¿la receta es solo abrir guarderías y colegios?

“Hay otras herramientas que están dando vueltas que no hemos utilizado. Si queremos que las mujeres vuelvan a la fuerza laboral, no basta con que abran las escuelas, porque no va a haber empleo donde ellas naturalmente estaban trabajando antes, que son los sectores más golpeados y que van a abrir de manera rezagada”.

“Aunque hay créditos Fogape para apoyar a las empresas afectadas, la garantía estatal es pareja y estos sectores donde trabajan las mujeres son más riesgosos, por lo que es más difícil obtener financiamiento. Y en los subsidios a la contratación, el que existe para las mujeres no alcanza a cubrir la brecha de género que existe en materia de salarios”. 

“Sabemos por la literatura que a quienes salen del mercado laboral se les hace más difícil reinsertarse exitosamente. No podemos dejar que las mujeres se queden fuera por demasiado tiempo. Entonces, claro, se necesita un subsidio más potente, pero también apoyar a los sectores donde se concentra el trabajo femenino”.

La pobreza, invisibilizada

En el debate público los desafíos en materia de empleo y pobreza, que se han vuelto críticos, no aparecen. Las campañas presidenciales están en otros temas.

“Es muy curioso lo que está pasando en la discusión pública hace harto rato. Incluso desde antes de las crisis, Chile estaba hablando de desigualdad, que es un tema muy importante, pero también es como si la pobreza se hubiese superado”.

“Pero no hemos superado la pobreza y ahora el desafío es aún mayor. Arrastramos esta deuda de hace un rato, pero en algún minuto cambió el discurso y la pobreza desapareció de en medio de la discusión. Es lamentable, porque en el fondo hemos permitido que pase esto: teníamos la evidencia en los ojos sobre el golpe de la pandemia en las familias pobres y aún así la política fiscal no tomó la acción decidida que debería haber tenido”.

“Aunque no los he evaluado en detalle, en general los programas de gobierno que han presentado los precandidatos presidenciales hablan poco incluso de cuáles van a ser las medidas anticontagio. Como que no están mirando el corto plazo, donde estamos parados hoy. Esto es importante porque calibrar cuán extensa va a ser esta crisis está muy relacionado con los problemas de pobreza”.