Economía

Economistas dibujan los bordes del nuevo contrato social

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Agencia Uno/ PAUTA
POR Marcela Gómez |

El nuevo libro de Guillermo Larraín sobre el tema convocó un debate sobre cómo reestructurar las reglas de la convivencia chilena, que quedaron en crisis tras el estallido social.

El estallido social de 2019 mostró de forma dramática que el contrato social, ese conjunto de reglas escritas y simbólicas que regulan la convivencia, estaba en crisis. El proceso de escribir una nueva Constitución es uno de los caminos para enfrentar la fragilidad política actual y avanzar hacia una nueva forma de relación común.

Cómo el país llegó a esta encrucijada y cómo logra un mejor equilibrio entre Estado y mercado, y entre poder y participación, es lo que recoge el libro La estabilidad del contrato social en Chile, del economista y exsuperintendente de Pensiones y de Valores, Guillermo Larraín.

Su premisa es que el modelo en que se basó la convivencia chilena, originado en dictadura, se mantuvo por razones pragmáticas en democracia, tras el colapso de la Unión Soviética y la crisis de otros regímenes. Además, dice que tuvo “su oportunidad”, reflejada en los bajos niveles de conflicto en esos años. Pero ese modelo “sirvió y se agotó”. Afirma que hoy no basta con recuperar el crecimiento económico: se requiere un nuevo contrato social que permita responder a la demanda por igualdad material y también a la de inclusión.

El autor invitó a economistas de diverso signo a aportar sus miradas sobre el tema: el académico de la Universidad de California en Los Ängeles (UCLA)  Sebastián Edwards; la asesora de la campaña del Frente Amplio Claudia Sanhueza; el coordinador programático de la candidatura presidencial de Unodad Constituyente, Daniel Hojman, y la profesora de la Universidad de Valparaíso, Bernardita Escobar.

Portada del "La estabilidad del contrato social en Chile", de Guillermo Larraín.
Portada del “La estabilidad del contrato social en Chile”, de Guillermo Larraín.

El marco del debate

Edwards abre los fuegos apuntando a que si bien se busca “superar el modelo neoliberal”, en la práctica ni siquiera es claro si se quiere abandonar completamente o en parte ese modelo, por lo que alerta del riesgo de desechar elementos positivos. “Espero que no tiremos el bebé con el agua de la bañera”, señala, aludiendo a un conocido dicho anglosajón. Añade que “la base de ese nuevo contrato social está en la recaudación tributaria, ya que lo que sociedad demanda requiere entre 8 y 10 puntos del PIB más de ingresos. Eso hay que sincerarlo”.

Hojman coincide en la relevancia de la carga tributaria para financiar “derechos sociales como piso de dignidad”, pero estima que también es central definir la conducción del Estado en la articulación de una estrategia de desarrollo distinta, que releve la participación de actores sociales y comunidades en la elaboración de políticas. A su juicio, el orden neoliberal no solo relegó al Estado a un rol mínimo, sino que lo volvió ausente (y por eso, ineficiente) en algunos ámbitos.

“En el debate público omitimos que parte de la población no ha estado sentada a la mesa. Eso causa sesgos y también fallos en cómo nos entendemos como sociedad”, advierte Sanhueza, para quien la paridad de género y la participación de pueblos originarios en la Convención Constitucional “generan oportunidades para que el nuevo contrato social sea más inclusivo y representativo”. Plantea que también es importante considerar las implicancias para la cohesión social de la privatización y desregulación de los bienes y servicios públicos, especialmente en el ámbito de la seguridad social.

Mejorar la convivencia

Una idea poco habitual de escuchar entre economistas, pero que generó consenso en este grupo, es lo planteado por Larraín en el sentido que la disputa entre libertad e igualdad entre la derecha y la izquierda deja un ámbito fuera: la fraternidad.

“En el informe del PNUD, la mayor desigualdad que preocupa a los chilenos es la de trato. Eso no tiene que ver con el modelo o la estrategia de desarrollo, sino con la cultura, la distribución del poder, el sentido común de lo compartido, que hoy no existe”, afirma. Añade que esto también surge en los diálogos convocados por las Universidades de Chile y Católica en pandemia.

“Esa idea de la fraternidad hay que trabajarla. No creo que el Estado pueda hacer mucho en esa materia, pero está bien que ese espacio lo asuma con fuerza la sociedad civil”, opina Hojman. Edwards advierte en que si bien se trata de algo esencial, no se impone por ley. Y apunta un hecho que a su juicio fue el preludio del estallido: el empresario que expulsó a un grupo de mujeres que ocupaban el espacio público en la orilla de un lago

Sobre lo que ocurre con el mérito como escalera a las oportunidades, Larraín advierte que también hay una trampa cuando se busca prolongarlo traspasándolo a la generación siguiente. “Esto debería corregirse”, opina. Edwards propone tres ideas disruptivas de cambio en esa lógica: un impuesto a la herencia elevado, eliminar la educación privada y emplear loterías en lugar de mecanismos de selección. “La UCLA es la universidad pública donde es más difícil entrar [en Estados Unidos] y acabamos de sacar las pruebas de selección, justamente para eliminar el privilegio y que el ingreso sea más por azar”, cuenta.

Género y crisis ambiental

Bernardita Escobar señala que, a pesar de que la ubicación institucional del tema no es clara, estima que un nuevo contrato social debe incorporar un mejor balance sobre equidad de género. “En el mundo y en Chile también las encuestas de uso del tiempo muestran una distribución de género asimétrica del tiempo de ocio y de trabajo, así como también de las rentas”, dice.

Para Hojman, es importante darle más peso al tema ambiental en la discusión del contrato social. “Me cuesta pensar en un problema más importante para el planeta, no solo para humanidad, que la emergencia climática que vivimos. Es un tema que dejó de ser de futuro o abstracto, para ser parte de nuestro día a día. Las soluciones ya van tarde”, afirma.

Coincide Sanhueza, quien insta a “poner el foco en sostenibilidad de la vida” al considerar que eso es lo que está en cuestión en la forma como organizamos la sociedad. Añade que a eso se suman modernizaciones en las políticas públicas que llevan años de atraso, sin que se logren avances.