¿Retiros del 10% o IFE? Ninguna de ellas fue la medida que más ayudó a la reactivación
El Banco Central calculó que el apoyo al crédito fue lo más decisivo: elevó entre 2,2% y 4,8% el PIB en 2020. Los tres retiros previsionales acumulados habrían aportado 2,9%.
Cuando se escriba la historia de la crisis del Covid-19 que aún no termina, algo que sorprenderá será que la caída de la actividad económica fue muy pronunciada, pero la recuperación fue muy rápida. Incluso más que en crisis anteriores. Hoy los niveles de actividad son similares a los de antes de la pandemia y todos los sectores productivos muestran dinamismo, aunque algunos siguen rezagados y queda mucho por avanzar en materia social y laboral.
¿Cómo lo logramos? ¿Qué políticas fueron más efectivas? Un análisis del Banco Central muestra que el factor principal no fue cuánto dinero se inyectó a la economía, sino dónde se intervino en forma quirúrgica. Más que los retiros desde las cuentas de capitalización individual o los apoyos fiscales a los hogares, lo clave fue que el crédito fluyera y que las empresas no quebraran.
Al exponer el Informe de Política Monetaria (IPoM) en Icare, el presidente de la entidad, Mario Marcel, expuso esta “evaluación todavía parcial” de la reacción ante la pandemia. Sin las medidas monetarias, fiscales y los retiros aplicados en 2020 y en el primer semestre de 2021, la caída de actividad habría sido de hasta 13% el año pasado, cuando el retroceso efectivo fue de 5,8%. “Las políticas implementadas redujeron a la mitad el impacto de la crisis”, dijo. En este primer semestre, sin políticas expansivas, la recuperación habría llevado a una variación del PIB de entre 0,8 y -2,4% en lugar del avance de 8,7% registrado.
Pesando los ingredientes
En el ejercicio del Banco Central, la rebaja de la Tasa de Política Monetaria TPM a 0,5% en marzo del 2020 tuvo un impacto positivo en el PIB de entre 0,2% y 0,8%, el que se intensificó en 2021.
“La política fiscal partió con anuncios importante pero se demoró unos meses en comenzar a operar, especialmente los apoyos a las familias, que comenzaron a fluir recién por julio de 2020 y su aporte fue del orden de 0,8%”, sostuvo Marcel. Pero esto “se aumentó significativamente en la primera mitad de 2021” aportando 1,7% a la actividad, impacto que en el segundo semestre “sería considerablemente mayor por la ampliación del IFE al 80% de la población y su extensión a fin de año“.
Superando el impacto de las transferencias a los hogares, los retiros desde las AFP contribuyeron con 1,2% del PIB el año pasado y en este, al acumularse los efectos de tres leyes, el aporte es del orden de 2,9%.
“El área de política más importante y efectiva para contener la crisis estuvo en las políticas no convenciones de crédito”, sostuvo Marcel, englobando en este concepto la liquidez que dispuso el Banco Central para que la banca mantuviera las líneas de financiamiento, las garantías crediticias del Estado a través del Fogape y los ajustes regulatorios de la CMF. “Esto ayudó a elevar el nivel del PIB 2020 entre 2,2 y 4,8%. Y mantuvo e incluso amplió un poco ese impacto en el primer semestre del 2021”, sostuvo.
Enfatizó que aquí la clave es que estas políticas permitieron que el crédito no cayera cuando retrocedía la economía (como ocurrió en crisis anteriores), sino que fuera contracíclico y ayudara “a que muchas empresas no quebraran y pudieran reanudar sus actividades cuánto comenzaron los desconfinamientos”. Es decir, que las empresas lograra salir vivas del “valle de la muerte” que implica una recesión como la vivida.
Costo y oportunidad
El análisis de las políticas de contención de la crisis se enriquece al considerar, además, la oportunidad y el costo de las medidas. La política monetaria convencional y las que aseguraron el crédito fueron las primeras en actuar: ya en marzo del 2020 se rebajó la TPM a su mínimo técnico, la línea que dispuso el BC para sustentar el financiamiento de la banca (FCIC) partió ese mismo mes y las líneas Fogape se desplegaron en mayo de 2020. En cambio, las transferencias estatales a los hogares llegaron recién en julio de ese año y tras aprobarse en el Congreso, el primer retiro desde los fondos de pensiones partió en agosto.
“La política monetaria tuvo la virtud de actuar muy temprano y rápidamente frente a la llegada de la pandemia. Pero además, en términos de costos, las políticas de crédito son relativamente reducidos”, destacó. Explicó que la FCIC que dispuso el Banco Central “es un préstamo a los bancos” al cual se le aplica un interés base, pero son recursos que se recuperan. En el caso del Fogape, el costo para el Estado serán las garantías que se ejecuten, que son una fracción del total entregado.
En el otro extremo, los retiros de fondos de pensiones ya suman un costo cercano a los US$ 50.000 millones, reduciendo los ahorros para pensiones con diversas consecuencias adversas para la economía. Marcel no mencionó el costo fiscal de las transferencias a los hogares (que llegaron a US$ 23 mil millones a julio de 2021 y sumarán unos US$ 7 mil millones adicionales con la extensión del IFE), pero insistió en que “partieron lento en 2020, aceleraron en el segundo trimestre de 2021 y crecerán aun más hacia en la última mitad de este año“.
El economista subrayó que luego que el presupuesto público crezca 35% este año, según estima el BC, se requiere de una convergencia fiscal. “El Informe de Finanzas Públicas traza un camino de retorno a regla fiscal para próximos años que es lo que se incorpora a nuestras proyecciones”, comentó. El problema: los economistas estiman que esa fórmula (eliminar todo desembolso asociado a la crisis sanitaria y reducir el déficit en un punto del PIB al año) no es viable, menos en un año electoral. Y eso es parte de los escenarios de riesgo del BC hacia adelante.