Ahorro obligatorio y ahorro voluntario: promoviendo una cultura de ahorro con sentido
Es urgente promover una cultura de ahorro, fortaleciendo la importancia del ahorro obligatorio y del ahorro voluntario. Pero lo más importante, es darle sentido al ahorro y mejorar su atractivo, para que así las personas puedan construir un mayor bienestar individual y colectivo.
Es fundamental promover una cultura de ahorro que permita que las personas y sus familias sean más resilientes y menos vulnerables a las contingencias, imprevistos y fluctuaciones de la economía. También el ahorro es clave para financiar objetivos y metas personales en educación, vivienda, transporte y otros que puedan significar mejoras en la calidad de vida. Si lo anterior parece tan obvio, ¿por qué el ahorro parece estar tan ausente de los hábitos en nuestra sociedad? Por una parte, sabemos que no es fácil ahorrar, ya sea porque muchas veces el ingreso se destina en su totalidad a financiar necesidades básicas. Pero, por otra, simplemente porque el dinero se malgasta en bienes menos relevantes.
En este contexto, es importante distinguir entre dos modalidades de ahorro: el ahorro obligatorio y el ahorro voluntario. El ahorro obligatorio se refiere a las contribuciones que las personas están obligadas legalmente a realizar, como son las cotizaciones para pensiones o desempleo, en sistemas regulados creados para entregar respaldo financiero para la vejez o en caso de cesantía. Por su parte, el ahorro voluntario es aquel que las personas deciden hacer de manera discrecional, motivados por alcanzar objetivos y metas específicas. Ambas modalidades son claves para tener una mejor base financiera y un mayor bienestar material a largo plazo.
¿Qué podemos hacer para fortalecer el ahorro? En el caso del ahorro obligatorio resulta evidente que es indispensable fortalecer la formalidad en el empleo, es decir, aquel empleo que conlleva contratos de trabajo y el pago de cotizaciones previsionales. También es evidente que es necesario combatir la informalidad laboral y los arreglos fácticos que amparan las sub-cotizaciones; y de modo estructural, aumentar la tasa de cotización para pensiones. El caso del ahorro voluntario probablemente es más difícil, pero un mayor esfuerzo en educación financiera y una mayor difusión de los incentivos tributarios para el ahorro previsional o la compra de viviendas podrían tener efectos positivos.
Pero el problema no sólo se reduce a la decisión de ahorrar. La pregunta obvia es cómo rentabilizar esos ahorros, de modo que las personas perciban que el sacrificio o costo de oportunidad de haber ahorrado haya tenido sentido. En el ahorro obligatorio, las decisiones de inversión recaen en las entidades que gestionan esos fondos, cuyos regímenes están regulados, los cuales urge actualizar para mejorar esas rentabilidades en el largo plazo. En el ahorro voluntario, las decisiones son de las propias personas, para lo cual es indispensable entregarles herramientas para el manejo de sus finanzas personales y mejor información sobre los productos disponibles en el mercado financiero.
Promover una cultura del ahorro que valore ambos enfoques es esencial. La educación financiera puede desempeñar un papel clave, ayudando a las personas a entender la importancia del ahorro. No se trata solo de destinar una parte del ingreso al ahorro, sino de entender cómo maximizar esos recursos y asegurar su rentabilidad a largo plazo. Si tenemos éxito, podremos recuperar el sentido del ahorro, construir un mejor futuro financiero y un mayor bienestar individual y colectivo.
Gerente General de Ciedess, Rodrigo Gutiérrez.