Robot se busca
¿Algún día la inteligencia artificial dejará a los profesionales chilenos sin trabajo? ¿Estamos cerca?
En 2015 el ingeniero industrial Gonzalo Sanzana tenía un objetivo claro: crear un software capaz de seleccionar el mejor candidato para un puesto de trabajo. Él sabía de primera mano lo útil que podría ser. Entre 2009 y 2011 había sido gerente de una compañía tecnológica que operaba en toda América Latina y cada vez que necesitaba reclutar personal tenía una sola opción: tomar aviones. Entrevistaba a los postulantes en Perú, México y Colombia. Por eso, decidió hacer algo al respecto. Junto con sus colegas de ese entonces, Agustín Almonte y Hester Borm, diseñó Aira, un software que hace lo mismo que una persona, pero mucho más rápido: elegir entre 250 candidatos en un período de tres a cinco días.
A través de un algoritmo, Aira jerarquiza los currículos de los candidatos y evalúa sus test sicométricos. También es capaz de entrevistarlos por video y analizar su expresión facial para detectar actitudes positivas y negativas, su expresividad y su nivel de atención. Este software ha sido finalista en un concurso organizado por Y Combinator, una de las aceleradoras de startups tecnológicas más importantes del mundo.
La pregunta clave es: En el futuro, ¿Aira sustituirá el trabajo de quienes se dedican a seleccionar personal? “No van a desaparecer los trabajos, se van a transformar”, responde Sanzana. “La inteligencia artificial va a reemplazar ciertas tareas, no un trabajo completo. Piensa que yo hago diez tareas distintas y quizás tres van a desaparecer, pero en el tiempo que hacía esas ahora voy a tener un rol diferente”. Ese rol en el área de recursos humanos, dice, implicaría un trabajo más cercano con los colaboradores y el despliegue de otras habilidades, como la empatía. Además, asegura, siempre una persona entrevistará en profundidad a los candidatos elegidos y tomará la decisión final.
¿Hacia dónde nos llevará la inteligencia artificial en los próximos años? Stephen Hawkings, por ejemplo, ha dicho que no controlarla podría ser el peor error de la humanidad. El miedo que la tecnología ha despertado a lo largo de la historia, a fin de cuentas, ha sido siempre el mismo: que las máquinas, al hacer más rápido y mejor el trabajo que los humanos, nos dejen sin trabajo. La pregunta es: ¿Qué pasará con los profesionales del mundo? ¿Ellos también quedarán desempleados?
Pablo Zegers, doctor en inteligencia artificial de la Universidad de Arizona, está convencido de que no deberíamos preocuparnos por eso. Hoy dedica su vida al desarrollo de tres empresas de inteligencia artificial, de las que es socio y asesor científico. Una de ellas es Anastasia.ai, un asistente que ayuda a resolver problemas en el área de la salud, el retail y las comunicaciones; otra es Webdox, que sirve para administrar documentos legales, y por último Sortbox, de la cual es fundador, que es una máquina que a bajo costo clasifica almendras según su calidad.
Zegers cree que en el futuro los humanos y las máquinas trabajarán juntos, y que ellas, en todo caso, se llevarán la peor parte: realizar las tareas repetitivas, aburridas, incluso deshumanizantes. Él, que ha estudiado la historia sobre estas máquinas, no tiene una visión alarmista: “Todas las tecnologías han eliminado trabajos, pero han creado otros y en el largo plazo han sido beneficiosas”, asegura. “Para que la inteligencia artificial reemplace al humano debe ser 100% perfecta. Si funciona bien un 99,9% del tiempo hay un problema, porque no es completamente autónoma”. Pero para eso, cree, todavía falta tiempo.
Las cifras con respecto a este tema son contradictorias: según el Foro Económico Mundial, por causa de la robótica y la inteligencia artificial desaparecerán cinco millones de puestos de trabajo en las 15 principales economías del mundo al 2020. Otras organizaciones especialistas en el tema, como la consultora en tecnología Gartner, no coinciden con estas cifras y aseguran, por el contrario, que se crearán más puestos de trabajo de los que se perderán. En resumen, nadie puede contestar preguntas que todavía pertenecen al futuro.
Robots profesionales
Ross, el robot abogado, se convirtió en 2016 en el compañero de oficina más raro de quienes trabajaban en Baker & Hostetler, una de los principales bufetes de Estados Unidos. Este robot es capaz de comunicarse con sus colegas y analizar toda la legislación existente para decirles lo que necesitan escuchar: cómo hay que actuar frente a un caso. Desde entonces, y debido a su éxito, varias firmas de abogados lo han sumado a sus equipos.
Todavía lejos de la complejidad de Ross, en Chile ya se utilizan varias aplicaciones que permiten organizar, analizar y redactar documentos legales con gran rapidez. Sin embargo, y más allá de estas iniciativas, Pedro Pablo Vergara, vicepresidente del Colegio de Abogados, no cree que a mediano plazo las máquinas reemplacen a los abogados chilenos. “Las relaciones humanas son absolutamente complejas y el trabajo de un abogado siempre está en relación a un problema particular. Veo difícil que ese proceso se pueda automatizar”, dice. “Siempre quedará un espacio para la creatividad y la aplicación de reglas particulares donde será indispensable la presencia humana”.
En otros ámbitos, sin embargo, la inteligencia artificial avanza más rápido. En el área médica algunos países están usando el sistema informático Watson, de IBM, que permite diagnosticar distintos tipos de cáncer con un 83% de precisión, en promedio. En 2012, en la Universidad de Harvard, también se crearon ejércitos de nanorrobots, que funcionan con inteligencia artificial y que en el futuro se adentrarán en lo más recóndito de nuestro cuerpo para localizar y destruir tumores. Por otra parte, investigadores de Harvard y de la Universidad de Vermont crearon un algoritmo para analizar fotos de Instagram e identificar personas depresivas. Según sus resultados, el sistema acertó un 70% de los casos, frente a un 42% de los médicos.
En Chile, la inteligencia artificial aplicada a la medicina aún es incipiente, pero ya hay máquinas que realizan trabajos que antes hacían los humanos. El robot Da Vinci, por ejemplo, realiza cirugías con gran precisión en varias clínicas. Sin embargo, no es autónomo —necesita de un cirujano que la controle— y, por lo tanto, es un paso anterior a la inteligencia artificial. En el futuro, robots como esos funcionarán por sí mismos. ¿Qué pasará entonces con los humanos? ¿Qué capacidades deberemos desplegar cuando las máquinas sean más eficientes e inteligentes que nosotros?