Mary & Mike: la frialdad del horror
Crítica sobre la mini serie de CHV y Space que llega a su fin, tras revivir los crímenes de Mariana Callejas y Michael Townley.
Si la historia viniera de fuera, si la viéramos sin que los apellidos Callejas y Townley traigan recuerdos de horror, confesiones y titulares, probablemente no la creeríamos: cómo podía un matrimonio de apariencia normal y feliz, esconder en su sótano una sala de tortura. Por supuesto que la historia es cierta, ha sido documentada en crónicas periodísticas, reportajes y en los tribunales: Michael Townley y Mariana Callejas eran un matrimonio y también eran agentes de la DINA, y participaron en crímenes como el de Orlando Letelier en Washington. Ahora, la dupla fue el centro de una miniserie de CHV y Space, Mary & Mike.
Para llevar la historia a la pantalla hubo por supuesto que dramatizar y ficcionar. En ese traspaso Mary & Mike, de excelente factura técnica y donde Mariana Loyola brilla espléndida como protagonista, quedó como una mezcla entre The Americans, la serie norteamericana sobre espías rusos en el EE.UU. de Reagan, e Historia de un clan, la serie argentina sobre otra familia asesina, los Puccio.
Es distinto con Townley y Callejas, ya que eran agentes del Estado ejerciendo violencia y maldad, y la glamorización de sus figuras -el sexo, la acción de espías internacionales- genera una mini crisis de identidad en la audiencia: en la época de los villanos en TV, estamos ya acostumbrados a que los malos triunfen y que queramos que lo hagan, como Walter White o como Tony Soprano. Los admiramos en su villanía, y por eso los vemos semana a semana. Incluso en The Americans, cuando la pareja es sin duda una de asesinos, se entregan los matices del amor a la patria, de la vida a la que se te destina y del valor por defender a la familia que prima a veces por sobre el deber. En Mary & Mike no está esa conexión emotiva (por lo menos en sus primeros cuatro episodios), porque son padres poco interesados, una pareja fría y ambiciosa, y su lucha contra la oposición nace del desprecio y el asco, sin mayor profundidad aparente. Dice Townley que esto es una guerra, y eso nos debería bastar para comprender su disociación. Como espectadores no podemos querer que ganen, pero, y eso es lo feroz de Mary & Mike, ganan por años de años. Quizás esta imposibilidad de establecer una conexión real con los personajes centrales es lo que explica los bajos rating que ha tenido la historia en su exhibición en pantalla chilena, la que finaliza este martes 3 de abril.
Aunque tenga falencias, series de esta factura y ambición, y por supuesto con la carga de la memoria, son importantes, y es una pena lo de la falta de audiencia. Ahora, quizás eso también se explica por un primer capítulo algo más lento y grueso en sus analogías sobre (en eso, Historia de un clan era maestra). Ese grosor se puede apreciar en más detalles a lo largo de los capítulos, incluyendo acentos extranjeros que se sienten falsos (lo que fue motivo de risa en redes sociales), o en el uso de desnudos, o en el personaje de Luciana Echeverría, la torturadora sexy y hermosa que se acerca más a la caricatura de lo que lo hacen los demás personajes de la historia. Hay detalles en Mary & Mike que funcionan porque rompen el corazón, como la sonrisa que se dedican Carlos Prats y su mujer, Sofía, por dos microsegundos antes de que su auto estalle en el atentado realizado por los Townley. Pero en el resto son quizás algunos descuidos y dos protagonistas sólo odiables, lo que terminó por hacer de esta una serie interesante, pero no inolvidable.