Las dramaturgas nómades
Constanza Hola, Constanza Blanco y Sally Campusano, tres jóvenes chilenas, crean teatro desde distintos rincones del mundo.
Son tres. Constanza Hola sale a escena en tablas londinenses, Constanza Blanco hace del teatro un laboratorio y Sally Campusano escribe obras premiadas desde una casa en medio de las montañas. Hay algo que las une: las tres han emigrado y desarrollan exitosas carreras teatrales fuera de Chile.
Constanza Hola: el teatro en otro idioma
El silencio del escenario lo rompe Violeta Parra, que descalza y vestida de poncho gris, empieza a cantar frente al público inglés. En treinta minutos, ya alejada de las miradas atentas y las luces que la iluminan, volverá a ser Constanza Hola, chilena de 34 años, periodista y dramaturga.
Durante esta noche de marzo de 2018, Hola está presentando en Londres un adelanto de su último trabajo. Se trata de Violet, dirigida por el chileno Diego Poupin, un monólogo que escribió inspirándose en la vida de Violeta Parra. Hola planea poder montar esta obra en algún teatro británico. Quizás, también, traerla al otro lado del océano. “A mí siempre me gustaría llevar mis obras a Chile, pero es difícil”, dice.
Desde hace ocho años, los escenarios que pisa son europeos. “El periodismo nunca fue lo que pensé hacer en la vida, pero terminé siendo periodista senior a los 24 años”, asegura. “En un momento decidí elegir lo que me gustaba y postulé a la mejor escuela de teatro del mundo, la Royal Academy of Dramatic Art de Londres. Me dije: si quedo es una señal y me voy”.
La señal apareció: la aceptaron y unos meses después, en 2009, renunció a la revista Qué Pasa, donde trabajaba, y llegó a Londres a hacer un máster en dramaturgia y dirección teatral. El comienzo no fue sencillo. Estudiar en la Royal Academy of Dramatic Art fue más difícil de lo que había imaginado: “Ahí está la crème de la crème a nivel mundial y yo era como un mono. Para mí fue un shock, porque académicamente siempre había sido la mejor y llegué bajándome del árbol, en comparación a mis compañeros británicos”, dice.
De a poco se fue adaptando, pero sin dejar de hacer las cosas como ella quería. Weak Edward, su primera obra, estuvo inspirada en el Eduardo II, de Christopher Marlowe. Se estrenó en 2011 en el teatro The Rose y el protagonista era un dictador gay latinoamericano. “Al final dije: o me quiero volver británica y me pongo a estudiar dicción de Shakespeare, que nunca lo voy a lograr, o asumo mi latinidad y hago lo que a mí me gusta, cómo me gusta”, asegura. “Al final descubrí que eso es apreciado, porque a los ingleses les gusta lo mega clásico o lo más rupturista”. Su obra, de hecho, fue seleccionada para uno de los festivales de escuelas de teatro más importantes de Europa, el Setkani/Encounter, que se realiza en Brno, República Checa.
Más tarde, y conmemorando los 600 años del nacimiento de Juana de Arco, la contactaron del mismo teatro para dirigir Santa Juana, de Bernard Shaw. En 2012 llegó el momento de que llevara a escena su obra “regalona”, Self-Criticism (Autocrítica), protagonizada por dos mujeres encerradas en una habitación, que no se soportan. Se presentó Londres y también en el Festival Fringe de Edimburgo, conocido como uno de los mayores escenarios de teatro del mundo y, por primera vez en Chile, en el Centro GAM en 2013.
Desde que llegó a Inglaterra, Hola ha intercalado su trabajo de dramaturga con el de periodista, últimamente como productora de radio para el Servicio Mundial de la BBC. Irse del país, cree, fue necesario. Considera que en Chile no hubiera podido desarrollar una carrera como dramaturga. “No me hubiera podido cambiar del periodismo al teatro y mucho menos hacer las dos cosas. Acá nadie me juzga por eso”, dice.
Constanza Blanco: el teatro como laboratorio
—¡Los duendes no saltan así! —reclamó a los niños el hombre alto, de pelo blanco, mientras su cuerpo de 70 años recreaba los brincos de un duende. Fue entonces, a los nueve años, en ese taller de teatro infantil en Villarrica, que Constanza Blanco decidió que se iba a dedicar al teatro. “Eso me quedó muy grabado: pensé que ese hombre era un mago”, dice ahora, sentada en el pasto del Parque Metropolitano. “Y si los actores eran magos, yo iba a ser actriz”.
A los 17 años, luego de pasar por varios talleres de teatro, seguía pensando lo mismo. Postuló a la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile, quedó seleccionada y empezó a participar en festivales de dramaturgia. Entonces ser actriz no era lo único que le interesaba: durante el último año también se animó a dirigir su primera obra.
A la ciudad de Barcelona llegó hace tres años para estudiar el Máster en Estudios Teatrales de la Universitat Autònoma. “Viajar fue súper bueno, porque todo mi trabajo teórico me ayudó a entender qué tipo de teatro quiero hacer. También a asumir mi naturaleza de creadora más que de intérprete”, asegura.
A pesar de eso, siguió actuando, recorriendo las calles de pequeños pueblos catalanes, haciendo recreaciones históricas con la compañía Infestum. Ella siempre era la muda pirata o la esclava sin lengua: como no dominaba el catalán le solían tocar los personajes más silenciosos.
En los últimos años Blanco se interesó por estudiar las estructuras teatrales contemporáneas y creó un proyecto experimental que sigue perfeccionando, Ars dramática. Es un juego escénico, con reglas, para armar una obra de teatro en vivo. El proyecto fue uno de los seis seleccionados por el Lab Escénico de Santiago a Mil y a mitad de año hará una residencia en Alemania para desarrollarlo.
Blanco no ha parado: desde los 18 años ha escrito y montado obras en Chile como Epifanía de un maniquí (2010), Helios Revolucionado o la sangre del sol (2011), Shorizo Hampón (2011) y Kawaii (2014). Hoy, con 26 años, trabaja en su último proyecto teatral, la Trilogía impresentable, en la que busca jugar con la improvisación y la participación del público.
Durante el último tiempo, además del teatro, se ha volcado a un nuevo interés: el cine. En 2016 cursó un máster en guion para cine y televisión de la Escola de Cinema de Barcelona. Cada cierto tiempo cruza el océano para producir sus obras y asesorar a productoras chilenas en proyectos audiovisuales. Lo dice antes de irse: en algún momento tendrá que decidir dónde quiere vivir, pero por ahora difruta de esa vida nómade, entre allá y acá.
Sally Campusano: el teatro entre montañas
Era 2010 y Sally Campusano, dramaturga y actriz chilena, cortaba uvas en la región francesa de Champagne. La vida la había llevado, al menos por un tiempo, lejos de las tablas y las luces de los escenarios.
Desde chica había participado de talleres teatrales y después de estudiar periodismo durante dos años, abandonó la carrera y se inscribió en la Escuela de Teatro de la Universidad Mayor. “El teatro reunía todos mis intereses. Siempre dije: esto es lo que a mí me interesa y aquí es donde quiero trabajar, aun sabiendo que es súper difícil”. En 2005, y con el objetivo de hacer un teatro que tratara los temas que le importaban —las clases sociales, la memoria, el género, la identidad, el territorio—, formó junto a otros colegas la compañía El Niño Proletario. Con ella estrenaron obras como Temporal (2008) y El olivo (2009), escritas por ella misma.
En 2010 postuló para estudiar un máster en dramaturgia en Buenos Aires, pero algo modificó los planes: conoció a Benjamin, un guía de montaña francés que vacacionaba en Chile. Tres meses después, el viaje a Argentina ya había quedado a un lado y ella tomaba un avión hacia Europa. Ya no volvió. A los tres meses se casó con él y se mudó a Briançon, una pequeña ciudad al sureste francés. Ubicada entre cinco valles, a 15 kilómetros de Italia, tenía las dos únicas cosas que la pareja necesitaba: montañas y un teatro.
Durante la primera época, Campusano trabajó de lo que encontró: cortando uvas en un viñedo, lavando platos, preparando pizza, siendo asistente de cocina en un restaurante. Fue a los dos años de llegar —sabiendo francés, con todos sus papeles en orden— que decidió volver al teatro. ¿Pero cómo hacerlo sin conocer a otros actores, en medio de las montañas, en una ciudad de 12 mil habitantes? Su primer intento fue Territore, una obra-testimonio que realizó con inmigrantes que vivían en Los Alpes. “Era para ficcionar sobre mi propio camino como inmigrante”, explica.
Durante los primeros años en Europa, el teatro francés le parecía demasiado intelectual. “Al principio me aburría como ostra, pero con el tiempo empecé a entender a la sociedad francesa. Su manera de ver la vida”, dice. “Encontré lenguajes que empezaron a gustarme. Entendí que los dos teatros son reflejos de pensamientos de sociedades distintas”.
Antes de tener su primer hijo, y entre la soledad de las montañas, escribió la obra El automóvil amarillo, que ganaría el III Concurso de Dramaturgia 2015, organizado por el Teatro Nacional Chileno, el Departamento de Teatro y el Magíster en Dirección Teatral de la Universidad de Chile. La obra se llevó a escena en 2017 en Santiago, bajo la dirección de Marco Espinoza. Ella no pudo estar presente.
Hoy, a los 36 años, y ocho años después de haber llegado a Francia, divide su tiempo entre la pedagogía —es profesora de teatro en el único liceo de Briançon— y la coordinación para América Latina del Women Playwrights International Conference (WPIC), una asociación mundial de dramaturgas. Cada tres años realizan una conferencia y este año será en Santiago.
Mientras tanto, Campusano sigue escribiendo teatro. Junto a Aurore Jacob, dramaturga francesa, le está dando forma a Submarino, una obra sobre una familia latinoamericana que decide emigrar, pero para evitar problemas burocráticos construye un submarino para vivir bajo el agua.
Estar tanto tiempo fuera de Chile, cree, influyó en su trabajo artístico. “El medio chileno es súper chico. Hay que validarse mucho para trabajar en primera línea”, asegura. “En Francia uno no tiene la presión de que si algo no funciona creativamente es cuestión de vida o muerte. Si aquí me va mal con una obra a nadie le importa. En ese sentido siento más tranquilidad creativa y libertad”.
Nota: en la versión original decía que la obra Weak Edward, de Contanza Hola, se estrenó en 2013, cuando en rigor se presentó en Londres y Edimburgo en 2012. En 2013 fue su estreno en Chile. Además, se trató de una inspiración (y no adaptación) basada en Eduardo II, de Marlowe.