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Red Social: revisitando la película sobre Facebook

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POR Isabel Plant |

Mark Zuckerberg vuelve al centro de la polémica. En 2010 David Fincher creó una versión fílmica del creador de la tecnología.

Mark Zuckerberg está en un bar universitario con su novia. Y tras un intercambio rápido que demuestra sus pobres habilidades sociales y un ego de proporciones, ella le dirá: “Probablemente vas a ser muy exitoso con la computación. Pero vas a ir por la vida pensando que no les gustas a las mujeres porque eres un nerd. Y quiero que sepas, desde el fondo de mi corazón, que eso no es cierto. Es porque eres un imbécil”.

Así comienza Red Social, la película de 2010 dirigida por David Fincher (Los siete pecados capitales, Zodiaco y más), que reconstruye cómo el estudiante dejó Harvard, armó un imperio en base a una comunidad digital que cambiaría la interacción humana mundial, y perdió a todos sus amigos en el camino. Esta semana, cuando el Zuckerberg real enfrentó dos días seguidos las preguntas del Congreso estadounidense por el caso Cambridge Analytica, la figura del multimillonario de 33 años volvió a generar la duda: ¿Quién y cómo es el creador de Facebook?

Cuando se estrenó la cinta de Fincher, Zuckerberg llevó a todo el equipo de Facebook a verla, en una estrategia comunicacional inteligente. En vez de demandar o enojarse con esta versión fílmica de sí mismo -basada en el libro no ficción The accidental billionaires-, se sumó al juego. Aunque luego dijo que lo único cierto que mostraba la cinta era que el polerón que usaba el actor Jesse Eisenberg en la película era exactamente el mismo que él usaba en sus tiempos universitarios.

La pelea interna que retrataba la película es otra historia. Fincher hizo una cinta que mezclaba el thriller con batallas judiciales entre los gemelos Winklevoss, los atletas populares y adinerados; Eduardo Saverin, el computin de buen corazón, y Zuckerberg, el genio que creó el producto que cambió el mundo, por quién era realmente el dueño de Facebook. El Zuckerberg de Eisenberg es frío sin llegar a ser completamente desadaptado, era poco conectado pero ansiaba serlo y, sobre todo, era brillante y lo sabía.

El afiche promocional de la película era un primer plano de Eisenberg-Zuckerberg, y por encima escrito en letras grandes: “No consigues 500 millones de amigos sin hacerte un par de enemigos”. El tráiler era acompañado de la canción “Creep”, de Radiohead (“No pertenezco)”, en versión coro épico. Red Social mostraba exitosamente cómo una comunidad virtual tenía la capacidad de reunir a la gente no sólo por su ansia de conectar, sino por sus mismas inseguridades y hambre de pertenecer.

La escena final tiene a Zuckerberg solo, en la sala de audiencia de la demanda por quién se queda con Facebook, ya sin amigos. Zuckerberg va a su propio perfil de Facebook y busca a su ex novia, refrescando una y otra vez la página esperando ver que ella acepte su solicitud de “amistad”. El veinteañero más rico del mundo, esperando un clic. Fincher nunca trató de defender que los hechos de la película fueran todos realistas, sino que plasmó en su versión de Zuckerberg los miedos y peligros de la misma red social que creó.

En la vida real, Zuckerberg ha estado trabajando su cercanía; es cosa de ver su perfil en Instagram, donde va documentado cuidadosamente lo que quiere que veamos de su vida privada. Ahí está con su mujer, Priscilla Chan, a quien conoció en su segundo año de universidad, y sus dos hijos. Celebran las festividades judías con cocina casera y el año nuevo chino con sus retoños; llevan a la primogénita al primer día de jardín infantil o se disfrazan juguetonamente para Halloween. Entre medio se cuelan actividades oficiales como hombre al mando de Facebook, pero todo es amable y cercano.

Sus apariciones públicas generalmente tienen que ver con filantropía, innovación y, por supuesto, su propia compañía. Su imagen ha sido cuidadosamente trabajada y, quien es famoso por ser la encarnación clásica de un verdadero nerd, se ha transformado en un conferencista. Por eso verlo ante el Congreso de Estados Unidos -en el contexto del escándalo Cambridge Analytica y la falta de protección a los usuarios de Facebook- era adictivo: era una posibilidad de ver al real Zuckerberg, sin libreto y sin filtro de Instagram. Durante dos días de cuestionamiento contestó siempre de manera cortés -incluso ante las dudas más ignorantes de parte de los senadores-, y supo manejar la evasiva ante los cuestionamientos complejos sin sudar, con cientos de cámaras encima.

Algunos lo tildaron de robótico, pero realmente lo de Zuckerberg fue un acto de maestría: dos días de control de qué quería decir, y qué no. Quedó al debe de muchas respuestas, y en el segundo día, con cuestionamientos más duros, tampoco aflojó entregando más información de la necesaria para su compañía. 

Lo que devuelve a la versión Fincher del personaje: Mark Zuckerberg se verá a veces como un nerd nervioso, robótico y poco empático, pero sigue siendo el más inteligente de la habitación. Y lo sabe. 

Zuckerberg frente al Congreso y las cámaras.