La obsesión se llama Lucrecia Martel
La directora argentina es amada, odiada, influyente, alabada, incomprendida. Ahora llega a salas chilenas Zama, su nueva cinta.
Hay un tipo de peces que todo el tiempo están nadando contra la corriente; tienen que usar todas su energías en permanecer en el agua que constantemente los rechaza, intentando arrojarlos a la tierra. Eso cuentan al comienzo de Zama, la nueva película de Lucrecia Martel, su cuarto largometraje. La historia del pez es también la del protagonista, Diego de Zama, quien espera con impaciencia el traslado desde un lejano rincón de Paraguay en el siglo XVIII, a un lugar más urbano, menos olvidado. Zama, representante de la colonización española en su versión más patética, será secuestrado por la burocracia de la corona y en esta constante insatisfacción que es América, la india, se encontrará constantemente fuera de su hábitat.
Este el regreso de Martel tras nueve años sin presentar una producción. Aunque la película sea densa y a ratos difícil de consumir, con ella ha consagrado su sitial como la cineasta más importante de América Latina (según medios que nos miran con más distancia como The New York Times, por ejemplo). Mientras, el aura esquiva de Martel -siempre en las afueras del circuito industrial del cine, del círculo de festivales, su visualidad distinta a todo- la ha transformado con el tiempo en la obsesión de un público cautivo, críticos y a veces de sus colegas. Guste o no, no hay nadie como Martel.
La historia de Lucrecia Martel tiene un punto geográfico particular de inicio: Salta, al norte de Argentina. Una cineasta que venía de fuera de Buenos Aires, y que tras una serie de cortos que llamaron la atención, remeció por completo el panorama del cine trasandino con el estreno de su primer largometraje, La ciénaga, de 2001.La historia era una sobre familia, adolescencia, un ambiente pegajoso y asfixiante en Salta. “Martel era una mujer de Salta que hacía sus películas en la provincia y no estaba encuadrada en lo que se esperaba de un cineasta latino en festivales”, dice Pablo Marín, crítico de cine de La Tercera.
“Ella elige con pinzas cada proyecto. Cuando apareció con La ciénaga, es el nuevo cine argentino. Su visualidad es propia, es una directora mujer que no viene de capital, de una escuela pública, su gran aporte artístico también es el trabajo de sonido”, dice Raúl Camargo, director del Festival de Cine de Valdivia desde 2014 y quien ha sido jurado de múltiples certámenes fílmicos internacionales. Distinta a todo lo demás que estaba pasando en el cine en ese momento, Martel se convirtió en una cineasta a la que los festivales abrieron las puertas y llenaron de premios.
Luego vinieron las igualmente singulares, e igualmente aplaudidas, La niña santa (2004) y La mujer sin cabeza (2008), siempre siguiendo la estética particular de la cineasta, la temática femenina, las reflexiones sobre la religión y la exploración sicológica. Fue su trilogía filmada en Salta, fuera siempre del circuito capitalino. Así como un mundo cinéfilo se rindió ante Martel, otra mitad la encontró lejana y críptica.
Y entonces llega Zama, una cinta que demoró poco menos de una década en hacer, por la que tuvo que reunir a productores de todo el mundo -incluidos Pedro Almodóvar y Gael García- y recaudar financiamiento de ocho países para poder rodarse. Antes hubo otro proyecto, llevar al cine El eternauta, que no llegó a puerto. Zama, basada en la aplaudida novela de Antonio Di Benedetto publicada en 1956, es una adaptación libre a la historia de este conquistador conquistado por la espera. Costó reunir fondos, costó la filmación, y también entre medio Martel tuvo cáncer de mama, hoy bajo control.
Y entonces pasó lo de los festivales, que fue un mini revuelo en el circuito dominado por Cannes, Venecia, Berlín y demases. Zama es la primera cinta de Martel de época y con un protagonista masculino. La película sufrió los retrasos ya mencionados y cuando podía llegar al Festival de Cannes, al igual que las anteriores entregas de Martel y finalmente el evento donde la mayoría de los creadores del cine de autor aspiran a participar, Almodóvar era jurado. Y esto impedía que Zama compitiera por la Palma de Oro. Comenzó el comentario de que la película no estaba al nivel de las otras cintas de Martel. Los “rumores” sobre el supuesto regreso fallido de la argentina se acrecentaron cuando finalmente fue seleccionada para su estreno en el Festival de Venecia, pero no dentro de la competencia oficial de la muestra.
“A nuestro gusto, Zama es una absoluta obra maestra. Es incuestionable, y por eso la incluimos”, dice Raúl Camargo, sobre el estreno de la cinta en el Festival de cine de Valdivia. “Y está el segundo punto, lo extrañamente cuestionada que fue la película. Daba tanta rabia comprobar la ceguera ante Zama, porque Cannes funciona mucho como un asunto de corporativismo mal entendido, y a Lucrecia no le interesa ser de los cineastas que se palmotean la espalda con Thierry Fremaux (el director del festival francés)”.
“Lucrecia Martel no es ni tan aplaudida ni tan considerada”, dice el crítico Pablo Marín. Aunque sea una cineasta de culto, su cine siempre está en conflicto con la industria, incluso la de festivales reputados, porque es difícil de vender, difícil de entrar. Y ella misma se queda siempre al margen, haciendo lo que quiere hacer sin concesiones. Sobre esto, Marín agrega: “Hay una especie de validación de esa mano firme que ella ha tenido de hacer las películas como ella quiere, y si no sale, lo espera. No se rige por ciertos patrones, ni de cierto cine argentino, ni de lo latinoamericano. Hay admiración por su constancia y porfía, de hacer las películas que ella quiere hacer”.
Zama fue finalmente estrenada en Argentina a fines del año pasado, y tuvo más de 90 mil espectadores -bastante para una cinta de este estilo-, ayudada también por la celebración del día del cine en ese país. En Chile pasó por Valdivia, y el jueves 3 será estrenada en varias ciudades que sean parte de Red de Salas, una agrupación de cines independientes y que apuesta por el cine menos comercial. Será la primera vez que una cinta de Lucrecia Martel se estrene oficialmente en el país. Tras todos los rumores, las demoras, el conventilleo de festivales y más, llega convertida en un éxito de crítica: tanto en Argentina como en Estados Unidos, como en casi todas partes, Zama fue llamada un hito cinematográfico, “una maravilla”, “un logro”, “brillante”. La película más difícil de Martel, ungida como obra maestra.