Los Vengadores o cómo Marvel cambió el cine
¿Es Infinity War una película? ¿O un regalo audiovisual para los fans… o fanáticos profesionales? Isabel Plant lo comenta
La historia es una perfecta fábula hollywoodense: hace ya una década, Marvel apostó por llevar a la pantalla a uno de sus superhéroes no tan conocidos. Debido a una crisis económica previa, años antes habían cedido los derechos de las películas de X-Men y Spider-man a otros estudios. El productor Kevin Feige fue elegido como presidente de los proyectos fílmicos de Marvel por su enorme conocimiento de la casa de cómics y sus personajes, y él empujó en 2008 el estreno de Iron Man, protagonizada por un Robert Downey Jr. que retornaba al estrellato tras un paso por el infierno personal. La mezcla de superhéroe y actor fue esas de alquimia perfecta, la película fue un hit y hoy, diez años después, el universo cinematográfico de Marvel ha entregado 18 películas que han recaudado más de 14 mil millones de dólares en todo el mundo. Iron Man dio paso al fanatismo de otros héroes como Capitán América, Thor, Pantera Negra y Doctor Strange. Un mundo marvelizado.
Un negocio de ese tamaño ha tenido repercusiones en el resto del cine. Partiendo por lo de crear este Universo Compartido, donde las historias de las distintas películas se entrelazan. No es idea original de Marvel, por supuesto, pero ha sido la productora la que lo ha transformado en un evento, en donde cada interacción entre superhéroes obsesiona a fanáticos. DC comics, de hecho, teniendo superhéroes más conocidos como Batman y Superman, no ha logrado levantar el mismo éxito respecto a sus cruces supernaturales, lo mismo otras franquicias.
Es esa plusvalía del Universo Compartido la que explota hoy Marvel con Avengers: Infinity War, que al 1 de mayo lleva recaudados más de US$ 800 millones en todo el mundo. Es una supreproducción caótica, agotadora y explosiva -y entretenida- en donde la mayoría de sus personajes se unen para vencer al malvado Thanos. Esto ya no es tanto una película, comprendida como una exploración artística a una historia, sino que una plataforma de promoción de sus superhéroes, los que a su vez son una máquina de merchandising.
No es un vehículo de arte, es un vehículo de venta. Aunque logra mantener su humor y el atractivo de los protagonistas, lo que importa acá son escenas sueltas donde estos se entrecruzan, para la felicidad de la legión de fanáticos en el mundo.
Y eso es justamente otra área que ha revolucionado el Universo Marvel desde su gestación, acompañado, claro, del auge de las redes sociales: los fanáticos profesionales.
La democracia opinativa que han ofrecido plataformas como Facebook, Twitter o Instagram en el consumo de cultura pop ha permitido que la crítica no se quede sólo en las altas esferas. Las discusiones de series como Game of Thrones pueden volverse épicas, y el visionado de series como esta es material de podcast, blogs, tumblrs y demases.
En el caso de los Avengers, el consumo también es obsesivo y difumina el concepto entre crítico y fanático. En redes sociales es más preciado un súper experto de superhéroes y cómics que opine del tema antes que un crítico de cine tradicional, al parecer incapaz de comprender lo que es ser parte del fenómeno. Y eso no es ni bueno ni malo, pero sí influye luego en cómo hoy se comentan las películas, como si fueran “propiedad” de los consumidores, capaces de hacer llorar a directores de cine y productores con sus discusiones virtuales (ya lo saben los creativos de la última Star Wars que recibieron embates por no respetar reglas establecidas de ese universo ficticio). Por este consumo es que existen las Avengers: están hechas para dar en el gusto a la tiranía de los fanáticos.
En los últimos meses comenzó a circular el concepto de “fatiga de superhéroes” en algunas discusiones sobre otro cambio que generó Marvel en la última década. Por el éxito de los Iron Man y Capitán América y ahora el hit mundial que es Pantera Negra, pareciera que las únicas películas que llegan a los cines tienen a seres extraordinarios que salvan al mundo usando capa. La guerra de Marvel y DC ha mimetizado a las superproducciones, al parecer el único producto de consumo rentable en la taquilla. Ahora, lo positivo es que este exceso de historias de superhéroes ha hecho que en el mismo Marvel, por ejemplo, estén haciendo una búsqueda por añadir nuevos tonos, géneros y narrativas a las superpelículas. Así han nacido comedias como Thor: Ragnarok o la revolución épica en cuanto a política por lo que representa Pantera Negra.
En el otro extremo de esa búsqueda está Infinity War. Porque por muy entretenida que sea, da lo mismo si es un cúmulo de chistes y explosiones sin tanta cohesión. Está pensada para los que nunca, nunca, se van a fatigar de estas historias, ni de estos personajes.