The Americans: adiós a los espías que amamos
La serie sobre dos rusos en el Estados Unidos de Reagan llega a su fin, convertida en una de las más complejas y elegantes historias de la pantalla chica.
En la época de los antihéroes televisivos, iniciada por Los Soprano, quizás nunca habían existido malos tan dignos de salirse con la suya como Elizabeth y Philip Jennings, en The Americans. Más dignos de escapar de sus enemigos una vez más, incluso cuando llevan seis temporadas mintiendo, asesinando, usando y torturando; en estos últimos capítulos la pareja, tras un período de desconexión y crisis matrimonial, se reencontró al desmembrar juntos un cadáver y hacerlo entrar en una maleta. Elizabeth disparó a quemarropa en la cabeza a un exmilitar al que extorsionaba, y manipuló a una enferma terminal de cáncer al hacerse pasar por enfermera. E, igualmente, a un capítulo del final, queremos que huyan con pasaportes falsos y sus características pelucas y disfraces.
Es lo que la crítica Emily Nussbaum de la revista The New Yorker llamó el fenómeno de los “bad fans”; espectadores que ven a personajes éticamente deplorables, pero creen que son los héroes. Dígase Walter White de Breaking Bad por ejemplo; aunque en el último momento fue el eje moral de la historia, el joven Jesse, quien pudo huir mientras el profesor convertido en capo de la droga encontraba su final, siempre estaba la esperanza que se saliera de una vez por todas con la suya: que se quedara con el poder y el dinero. Es lo mismo que esperanzarse con que Tony Soprano sobreviva la guerra de mafias (aunque si logró escapar es algo bien debatible tras un análisis detallado de la famosa escena final, pero eso es otra historia). O que Don Draper haya encontrado el éxito otra vez en la publicidad tras una epifanía hippie.
El problema planteado a los espectadores con The Americans en ese sentido es totalmente original: los espías rusos que llevan décadas viviendo como la perfecta familia norteamericana en la era Reagan, hijos gringos incluidos, hace todo lo malo, sucio y violento por una convicción mayor a su propio ego, egoísmo o fortuna. Lo hacen por la patria, ese concepto tan particular cuando se trata de Rusia, tras el mareo de la devastación post Segunda Guerra Mundial.
La serie comenzó siendo más sencilla y menos ambiciosa -la dirección siempre se quedó ahí, lo mismo que la fotografía-, pero fue añadiendo capas de complejidad en los temas de matrimonio, lealtad y padres e hijos. Cuando conocimos a Elizabeth y Philip, interpretados con maestría por Keri Russell y Matthew Rys (pareja también en la vida real), ella estaba convencida aún de la causa rusa, y veía en su compañero de lucha simplemente a un camarada asignado por sus líderes. Mientras él estaba coqueteando con la comodidad norteamericana del crédito, de los juegos de pelota, la casa calentita y las idas al mall. En el camino se enamoraron; en parte porque aunque a veces son extraños en la misma cama, son los únicos que saben quién es realmente el otro. Mientras ella ha sido siempre la convencida políticamente, en la última temporada él dejó la vida de espía y se entregó a los brazos del capitalismo, auto deportivo incluido.
El giro es entonces muy interesante: el sexto ciclo saltó tres años hacia delante, a 1987. Elizabeth convertida en una chimenea de cigarros, agotada de tantas misiones en el cuerpo, ejecutando ya sin detenerse al siguiente nombre en la lista entregada por la directiva. Esto, mientras entrena a su hija veinteañera en las artes del espionaje y le inculca el amor a una patria que sólo puede ver a través de VHS prohibidos y la que ella misma ya no reconoce. Sigue luchando por la idea de país que dejó atrás, uno muy distinto al que Gorbachev intenta abrir hacia occidente. Son justamente quienes ven en este líder una traición al plan original los que comandan a Elizabeth, convirtiendo su situación en una imposible: ¿está matando en nombre de la patria o en el de quienes la gobiernan aunque estos cambien el camino en la mitad? ¿Puede la soldado sobrevivir en un mundo sin Guerra Fría, si eso es lo único que hasta ahora justificaba los actos horribles que ha cometido en las últimas décadas de su vida?
Por mientras Philip entra en una crisis económica junto a su empresa, despertando a la realidad de que el capitalismo no es la utopía que tenía tan cerca pero tan lejos. Debe también volver a las andanzas de espionaje, cuando quienes apoyan las reformas de Gorbachev sospechan que los jefes de su esposa planean un boicot a sus negociaciones con Estados Unidos. The Americans en su entrega final se trata de si el matrimonio puede sobrevivir al fin de los hechos históricos que los unieron en un principio; si la desilusión de lo político puede hacer que finalmente se permitan vivir como humanos y no como camaradas.
Como The Americans es de una gran elegancia, los enfrentamientos entre el matrimonio, con verdades feroces como que todo lo que han hecho no está en las manos de la cúpula rusa, sino que finalmente sobre sus propios hombros cansados de peones, no es con gritos ni con golpes. Tampoco hemos visto explosiones, ni balaceras. La tensión sólo crece con el vecino del FBI que está cada vez más cerca de descubrirlos, una hija desilusionada y una líder traicionada. Veremos si en su última hora, Philip y Elizabeth logran escapar, una vez más.
Ojalá que lo hagan. Pero ahora no hay patria posible, en ambos lados de la cortina de hierro. La duda es si pueden existir sin algo por lo que luchar. Como espectadores sabemos que si logran sobrevivir les espera la horfandad de la Rusia post Unión Soviética, o el Estados Unidos de Bush padre, y sus guerras lejanas sin grandes convicciones. Un callejón sin salida.
El último capítulo de The Americans se exhibe en el canal FoxSeries el martes 5 de junio a las 22:50 horase. Luego estará disponible en la APP de FOX, donde ya están disponibles el resto de los episodios de la temporada 6.